El día fatal
10 de la mañana, ha sonado el despertador y ya me he decidido. La almohada aún esta húmeda, marcada por un llanto, llanto de dolor y tristeza. Porque ese día, el día fatal, todo había comenzado bien. Ella se levantó y me besó la mejilla, la miré y sonreí de alegría. Estaba al lado de un ángel, puro e inocente, que intentaba ver lo bueno donde no se podía. Con esta idea me resolví a prepararle un desayuno. Luego se cambió para trabajar.
Y, en ese justo momento, me faltó decirle algo. Ella arrancó el automóvil y comenzó a retroceder. Abrí la puerta cuando la parte trasera del auto se encontraba en la calle. La llamé y se volteó, pero no me dio tiempo de nada. Todo fue muy rápido, primero el choque, luego una explosión. Yo solo me concentré en ella y después de varias horas de búsqueda, encontré algo que me horrorizó. Localicé su cadáver. Ella, valientemente, no se había dejado intimidar por la muerte. Y murió con una sonrisa, su sonrisa de ángel.
Aun no puedo creerlo, la culpa pesan sobre mi alma oscurecida por el dolor y la locura. Llegué a pensar en suicidarme pero descarté la idea. Decidí a encontrar a alguien parecida, pero nada se compara con ella y su perfección y simpleza. Ya pasaron 30 años desde el trágico accidente y aún no lo asumo. Recurrí al alcohol, pero solo lograba hacerme sentir peor. Busqué nuevas relaciones, pero tampoco pude borrarla de mi mente. Mi único consuelo fue Dios, quien quiso que mis padres fueran ricos y nunca tuve necesidad de trabajar. Quisiera que el que hubiera muerto fuese yo. Gustoso me sacrificaría por su salvación. La amaba, la amo y la amaré.
Estoy escribiendo esta carta para que cuando encuentren mi cuerpo, entiendan mis razones. Mi último deseo es ser enterrado junto a ella. Hoy, finalmente después de largos 30 años de dolor y agonía, me reuniré junto a mi amada, y viviré feliz eternamente.
Pero lo que más me duele es que yo tuve la culpa de su muerte. En el día fatal, no le había dicho que la amaba. Por eso salí a la calle. Por eso no me he recuperado. No pude decirle nada. No pude expresarle mi amor por última vez. Pero lo peor fue...
Que ella se dio cuenta.