Por una taza de té

125 11 10
                                    

Dejenme empezar presentandome, me llamo Julieta y  para aquel entonces tenía 25 años, vengó de una gran ciudad donde la contaminación en el ambiente era tan normal como que uno comía todos los días y esto era gracias a las grandes industrias que llenaban la zona.

Decidí convertirme en abogada para poder defender a la naturaleza de esos grandes monstruos industriales que cada día más la volvían inservible.

Después de graduarme de la escuela de leyes comenze a trabajar en un bufete ambientalista donde rápidamente gane la fama de no perder ni un caso aun con mi corta edad. Pero a pesar de mis grandes progresos en el mundo laboral me sentía vacía... Aunque pregonaba a los cuatro vientos que yo iba a cambiar al mundo ni siquiera yo misma me lo creía.

Cada vez que se ganaba un caso contra esas grandes empresas, el dinero de compensación por los daños que se pagaba se utilizaba para limpiar el área contaminada por la misma. Muchas personas pensaban que por hacer esto ya estaba haciendo al mundo mejor pero la realidad era que cuando poníamos un lugar en orden habían mil más que necesitaban ser limpiados.

Así que perdí la fe en mi misma y en mi trabajo. Ya no me sentía feliz, sabía que ya no podía cambiar al mundo tanto como yo deseaba y que todo lo que había hecho fue en vano.

Me volví un persona desagradable, la vida me parecía aburrida y sosa. Siempre tenía una mala respuesta para todo, incluso para las personas que me trataban bien. Poco a poco me fui convirtiendo en una ermitaña que no tenía amigos, no tenía citas y  de la que las personas se alejaban.

Todo cambió cuando llego èl... Con sus sonrisas espontaneas, su enorme vicio de tomar café varias veces al día y su preciosa forma de robarle el corazón a cualquier persona incluso a aquellas que como yo se negaban a cualquier tipo de acercamiento humano.

Iba llegando a mi cubículo en el bufete cuando lo vi por primera vez. Él estaba de espalda observando la vista del ventanal. Se volteó súbitamente al sentir mi precensia y me dirigió una mirada que aún con el pasar del tiempo con sólo recordarla me hace estremecer.

Unos perfectos ojos verdes me miraban divertidos al ver mi petrificada reacción. Creo que en aquel momento hasta el aire abandono mis pulmones. Pero como era obvio mi estado de frialdad interor me ayudo a ignorarlo olímpicamente sentándome serenamente en mi silla.

— Creo que es una falta de educación no saludar cuando llegas a un lugar— dijo divertido acercándose a mi.

— ¿Te conozco?— respondí con la mala actitud que me caracterizaba.

— Creó que ese no debería ser un impedimento para que me saludes — y mostró una sonrisa que me dejo sin aliento por unos segundos.

— ¿Sabes? me interesa un comino tu opinión acerca de mi educación... Tengo trabajo aquí así que te agradecería que te largaras para poder continuar con el.

— Uy! Siempre vives tan amargada?

Esa fue la gota que derramo el vaso.

— Eres un idiota... Largate ahora mismo antes de que llame a seguridad y que te heche a patadas de aquí. — le respondí poniéndome de pie.

— Ya veo que se conocieron— escuche la voz de mi jefe detrás de mi.— Creo que me evitaron la molestias de las presentaciones formales.

— No papá, aún no he tenido el honor de conocer a la joven y creo seriamente que ella no desea conocerme.

Los nervios se apoderaron de mi cuerpo al darme cuenta que acaba de ofender al hijo de mi jefe. Al parecer él lo noto y decidió ayudarme.

— Soy Andrew, un placer— y me sonrió con toda la naturalidad y sinceridad del mundo, como si no acabara de echarlo del lugar.

Por Una Taza De TéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora