Un gran día

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Me desperté desconcertado, titubeante y con miedo. No sabía donde me encontraba. Miré a mi alrededor y pude observar unos viejos muebles, incluso una cama. Pude suponer que estaba en una habitación, pero desde luego no era la mía. Era mucho más oscura y estaba sucia y desordenada.

Me intenté levantar pero me dolían todos los huesos, así que tuve que esforzarme por mantenerme de pie. Caminé por aquel misterioso cuarto. Había un enorme armario. Lo abrí. Solo había ropa, ¿en qué estaría pensando? Tenía un enorme dolor de cabeza. Abrí la puerta y salí al pasillo. Parecía no tener fin. Había aperturas por todas partes,habría unas 100. Estaba asustado ya que el edificio parecía estar abandonado. En la pared, en una esquina, había una placa cubierta de polvo. La limpié con el dedo: "Sala del dolor". Eso me hizo dar un paso hacia atrás, porque miles de ideas espantosas acribillaron mi mente.

Me estaba empezando a marear y a encontrarme mal, pero lo único que quería era salir de allí. Me senté en un rincón y me acurruque, como si estuviese esperando que alguien viniera a salvarme. Y como si dios hubiese escuchado, una figura humana apareció entre la oscuridad. Tenía el pelo negro peinado hacia atrás con excesiva gomina. A primera vista me recordó a un vampiro. Su piel era blanca y tenía unos bonitos ojos azules. Aquel chico de aspecto lúgubre, no tendría más de 25 años, lo cual me sorprendió. 

Llevaba puestos unos vaqueros negros y una camisa blanca. Andaba lentamente hacia donde yo estaba. Cuando estaba lo suficientemente cerca de mí como para verle perfectamente, sonrió maliciosamente dejando ver sus afilados y horrorosos dientes. Yo tenía los ojos como platos:  

-Bienvenido... -su voz se asemejaba al sonido de una serpiente cascabel.

-¿Qui... quién eres? ¿Has venido a ayudarme? -soltó una sonora carcajada. 

-Vengo a decirte lo que tienes que hacer...

-¿Lo que tengo que hacer? -estaba demasiado confuso.

-Lo que tienes que hacer para salir de este antiguo manicomio.... Tendrás que superar todo tipo de pruebas... y no serán nada sencillas... -continuó entre susurros. Y como si nada, desapareció por entre la oscuridad.

Mi corazón empezó a acelerarse y me costaba más respirar. Decidí relajarme, al fin y al cabo era la mejor opción. Pasados unos minutos, me dirigí a leer todas las placas de las puertas. Tenían nombres terroríficos pero aun así, tenía que armarme de valor y entrar en una, ya que aquel pasillo era interminable.

Giré el pomo de la que ponía "Dolor infernal". Una fresca brisa hizo que me espabilara. Pude vislumbrar como en el techo, una bombilla que parecía llevar allí un siglo se balanceaba suplicando a gritos ser sustituida. Busqué un interruptor y me sentí feliz al encontrarlo. Una tenue luz invadió cada uno de los rincones de aquel lugar. Las paredes estaban pintadas de un beige desgastado. No era muy ancha, pero parecía no tener fin. Tenía miedo de volver a encontrarme algo horroroso ahí.

De repente oí unas carcajadas a lo lejos. Mire hacia todos lados, pero no ví nada. Al fondo de la habitación divisé unos dientes que formaban una extraña sonrisa. Pero poco a poco aquella sombra fue cobrando vida. Un payaso montado en un monociclo daba vueltas por todos lados. Tenía los ojos pintados con extrañas rayas, y su cabeza sujetaba un ridículo sombrero. Sacó un mechero del bolsillo:

-¿Qué piensas hacer con eso? -mi voz temblaba. Giro el cuello, y como si la respuesta fuera obvia, prendió fuego a un armario, que fue consumido poco a poco por las llamas.

-¡Nooo! -estaba aterrado. No había ventanas, así que eso significaba que el humo se apoderaría de todo el espacio, y yo acabaría intoxicado por el. Todo me daba vueltas. Parte del suelo comenzó a arder. Pensé que me desmayaria de un momento a otro. Tan rápido como pude, corrí hasta el final, pero esas calientes garras me perseguían.

Empezaba a tener calor y obviamente, a sudar. Quería agua. Necesitaba agua para no deshidratarme, o estaría acabado. Poco a poco, trozos de paredes cayeron. Sin apenas darme cuenta, estaba rodeado por el fuego, y las llamas se abalanzaron sobre mi. Cerré los ojos, y apreté los puños para sufrir lo menos posible. Estaba esperando al dolor, pero extrañamente no llegaba. Abrí los ojos. Me dí cuenta al instante. ¿Cómo podría haber sido tan estúpido? No era fuego. Era todo un truco. Eran simples hologramas. Los que habían creado todo esto, solo querían que me agobiase, que lo pasara mal:

-¡¿Esto es lo único que sabéis hacer?! -grité, levantando las manos hacia los lados. En cuanto pronuncié aquellas palabras, todo desapareció. Los hologramas, el calor... todo, incluso la habitación en la que me encontraba. El paisaje fue cambiando poco a poco, y miles de espejos me rodearon formando así un laberinto. Me veía duplicado y triplicado, hasta un millar de veces. Verme tantas veces me hacía marearme:

-Bien... conseguiste pasar la primera prueba...-reconocí aquella voz de inmediato. Era el extraño tipo que me recordaba a un vampiro.- pero no te dejaré pasar la segunda... .

Detrás de mí pude distinguir una fugaz sombra, que salió disparada, dando vueltas por aquel infierno.. Pero poco a poco me iba acostumbrando a aquella incómoda situación. Sin pensarlo dos veces corrí hacia él, pero nada más dar un paso me dí de bruces contra el cristal. Se me puso la nariz roja y empecé a sangrar. No tenía ni un pañuelo así que me limpié con la manga.

Antes de continuar, pensé y reflexioné. Si iba corriendo no llegaría a ni una parte, ya que los espejos y mi reflejo se interpondrían y no podría avanzar. Opté por cerrar los ojos y extender los brazos hacia delante, pero no vería la salida. Finalmente me decanté por hacer lo mismo, solo que con los ojos abiertos.

Di un paso y empecé a andar. Al principio no hacía nada más que chocarme, pero según pasaba el tiempo me fui acomodando en aquel batiburrillo.

No tenía reloj, pero llevaba unos 40 minutos moviendome. Cada vez estaba más cansado, pero debía resistir. Hacía rato que había perdido de vista a aquel ser.

Al de un rato, ví una enorme puerta de metal. Llamaba mucho la atención, y sin duda no me iba a quedar allí de brazos cruzados. Intenté girar el pomo y ante mi asombro cedió. Al otro lado solo se veía oscuridad, y un olor a podrido inundó mis fosas nasales.

Cauteloso, intenté buscar el interruptor de la luz, pero no me hizo falta porque la habitación se iluminó con un suave "click". Cuando mis ojos se acostumbraron a aquel pequeño contraste, no pude creer lo que ví delante de mí: miles de cuerpos colgaban del techo mediante una gruesa cuerda, la cual les sujetaba del cuello. Eran mujeres y hombres, incluso había algún que otro niño. Me daban ganas de vomitar. Todos llevaban la misma ropa: un horrible uniforme blanco con un pequeño corazón rojo bordado en el bolsillo de la camisa.

No sabía cómo habían llegado todos esos siniestros cuerpos ahí, pero tampoco quería saberlo. Fuí mirándolos uno a uno. Por un momento, pensé que me desmayaba y me tuve que sentar en el suelo para no caerme. Noté algo blando debajo de mi. Exaltado, lo toqué y cogí un cacho de lo que fuera aquello. Era blanco y espumoso. Sentí un gran alivio al ver lo que era: un trozo de algodón. Mire de nuevo el suelo y pude observar que estaba cubierto de el. Me volví a levantar y choqué contra un cadáver. Di dos pasos hacia atrás.

En su brazo, había un pequeño agujero. Me quedé mirándolo, embobado. Un poco de algodón cayó de él. Entonces comprendí todo, absolutamente todo. Apreté el bíceps de aquella mujer. Estaba en lo cierto, eran peluches. Quien hubiese creado todo aquello, debía ser un genio, ya que los había hecho tan bien, que parecían reales. Suspiré:

-¿Con qué peluches, eh? -exclamé en alto, para nadie en general. En cuanto pronuncié aquellas palabras, una enorme puerta que desprendía luz, apareció. Me dirigí hacia ella, y al cruzarla, pude notar como caía, envuelto en distintas emociones.

"-¡Daniel, despierta o llegarás tarde!". Oí como una lejana voz me llamaba. Abrí los ojos, estaba en un sitio que me resultaba familiar. Tras dos minutos meditando, me di cuenta de que estaba en mi habitación. Miré el despertador, eran las 07:45. Me destapé y bajé corriendo las escaleras en busca de mi desayuno. Sonreí. Hoy iba a ser un gran día.  






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⏰ Última actualización: Jan 09, 2016 ⏰

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