Memoria- Dos

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-... S-samuel...

-Tranquilo Guillermo, respira.

El menor gime en voz alta, apoyando la diestra sobre su adolorido abdomen bajo, mientras trata de obedecer la orden que le da el mayor. Samuel no busca más que ayudarle a conservar la calma durante la difícil labor que en ese momento desempeña.

Desde que la pareja llegó al centro médico han pasado aproximadamente doce horas; que para uno, corren como si fuesen minutos y para el otro, el reloj parece no correr.

Ambos se encuentran solos en una habitación, donde el doctor a cargo de su situación a ha salido desde hace unas dos horas para ocuparse de otras personas más necesitadas de atención especializada; recordándoles antes de irse que le llamen si notan algún avance.

El menor da una profunda inhalación, cerrando los ojos con fuerza y concentrándose únicamente en las constantes y cada vez más intensas contracciones que le golpean.

-Samuel...- se queja nuevamente, tomando con fuerza las sabanas de la camilla donde en una orilla está sentado- me duele.

El mayor le mira compasivo, acercándose más a él.

-Lo sé, lo siento- susurra en tono arrepentido, mientras se sienta frente suyo; poniendo la mano en su frente y apartando su cabello húmedo- pero recuerda que es por el bebé, por nuestro Zeus.

Guillermo entreabre lentamente los ojos, mirándole fijamente.

El estar padeciendo le hace más difícil recordar el motivo de porqué soporta tal tortura. Su preciado bebé. Él vale completamente toda la pena por la que tenga que pasar.

Asiente adolorido, cerrando los ojos nuevamente y abrazándose al mayor.

Él le corresponde, poniendo ambas manos en su espalda, pasándolas de arriba a abajo en un estrecho contacto donde el menor no deja de gimotear y quejarse, presionando las uñas sobre la espalda del mayor, por encima de su ropa.

Samuel medita un poco y decide cambiar el ángulo del cuerpo de Guillermo, a la espera de que eso ayude a bajar al bebé.

-Ven- murmura, tomando los brazos del menor y asegurándolos a su cuello, al tiempo que se pone en pie e insta al más joven a hacerlo con él.

Guillermo tarda unos segundos en seguirle, pero finalmente y no sin dificultades, se incorpora, dejando colgar el peso de su cuerpo en el agarre del mayor, que se encuentra sujeto con ambas manos a su espalda baja para evitarle caer.

Samuel ve como los ojos del menor se cierran, mientras este apoya la cabeza en su hombro, suspirando un poco más aliviado.

-¿Mejor?- pregunta en un susurro.

Guillermo respira más lento.

-S-sí...

El cambio de posición parece ser el factor determinante, que disminuye considerablemente el dolor y hace más fácil el soportar los espasmos.

-No sé qué haría sin ti- suspira el más joven en voz baja y un poco inconsciente de sus palabras.

El mayor no puede evitar sonreír por lo que oye y más por el tono de inocencia con que es dicho.

-Y yo no sé qué haría sin vosotros- musita dulcemente, depositando un suave beso en su cabeza, y apoyando después el rostro contra la misma, en un gesto de cariño.

Tras unos minutos así, ambos sienten que la tensión se ha esfumado, y la llegada de su bebé podría no ser tan complicada como desde un principio habían temido.

No exactamente.

El mayor siente de pronto que el menor se aferra a él con más fuerza, su cuerpo se tensa y sus piernas comienzan a doblarse a ratos, aumentando el peso en su cuello.

Memoria- Wigetta MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora