Alguien

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~ Alguien ~

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Se apartó abruptamente de él y le dio la espalda. Tuvo intenciones de tomar su bolsa, su chaqueta y salir corriendo de ahí, lo más lejos que pudiera. No podía seguir con eso.

-¿Qué sucede?- preguntó el chico que la acompañaba y al que hasta ese momento, había estado besando.

-No es nada...- le respondió, tomando sus cosas.

-¿Ya te vas? Miyako no llegará hasta más tarde- Se acercó a ella y le abrazó por detrás, mordiendo ligeramente su oreja. Ella se sonrojó y su corazón comenzó a latir con fuerza. Cerró los ojos dejándose llevar por aquella caricia, sin embargo, se volvió a alejar de golpe cuando sintió la mano de él acercándose al cierre de su vestido azul. No era correcto y eso lo tenía bastante claro.

-No, basta- espetó de manera firme, mientras tomaba sus cosas, dispuesta a terminar con eso.

-Vamos, Rukia... Hacemos esto todo el tiempo, ¿No me digas que ya comienzas a tener remordimientos?

-Kaien ya basta- le reclamó sin verlo a la cara, sabía que si lo hacía se volvería débil ante su mirada y acabaría cediendo. Siempre pasaba.

-Rukia... Te quiero- Le dijo con ese tono de voz que conseguía hacerla caer siempre.

-¡Entonces termina con ella! ¡Deja a tu prometida y dejemos de hacer esto! ¡Es denigrante!

-Sabes que no puedo...

-¿Por qué? ¡Yo te amo! ¿De verdad crees que seguiré con esto incluso cuando te cases con ella?

El chico la miró con un aire de tristeza. Sabía que eso iba a pasar tarde o temprano, pero quizá no quería renunciar a ella. Se acercó y la abrazó con fuerza.

-Te mereces a alguien mejor...- le dijo de manera dulce. La pelinegra sabía lo que venía a continuación. Ella saldría perdiendo.

-Te mereces un hombre que te escuche y sepa qué decirte cuando estés triste- siguió él, aun sin soltarla- Alguien que te abrace por horas y horas... Y estoy seguro que ahora mismo te está buscando... Hay una persona que hará todo lo que yo no pude... Te quiero, Rukia, pero ese no soy yo. Hay alguien ahí afuera esperando por ti, lo sé.

Rukia se separó de él y lo miró con tristeza, mezclando el mar de sentimientos que le provocaba aquél muchacho que había conocido en la preparatoria. Aun recordaba el día que lo vio entrar al salón de clases, con sus libres cabellos de color negro cayendo en su rostro, mostrando una actitud divertida y toda la pinta de ser un chico popular, jamás creyó que hablaría con él. Luego su primera cita, su primer beso, la separación y la forma en que se había encontrado con él de nuevo. Y luego recordó como ambos se habían dejado llevar por viejos sentimientos, aun estando él comprometido. Sacudió la cabeza al sentir el nudo en la garganta.

-De acuerdo- dijo conteniendo las lágrimas, no quería que él la viera llorar.

Salió de aquél lujoso departamento y se ajustó su chaqueta una vez que salió a las frías calles de Karakura, que se encontraban empapadas por la lluvia. Después de caminar durante lo que le parecieron horas, vio luces encendidas en una calle estrecha. Al principio le extrañó, ya que pasaba de la una de la madrugada, pero al sentir el frío recorrer su espalda, decidió avanzar en esa dirección. Ni siquiera consideró que podía ser peligroso, después de lo que acababa de vivir le daba igual si le pasaba algo. Sonrió de manera casi automática al ver un local de ambiente bohemio. Entró ligeramente feliz de tener refugio bajo la lluvia, y sin pensarlo mucho subió al segundo piso del mismo. Se sentó en una mesa junto a la ventana al tiempo en que le llevaban el menú. En ese momento, lo único que pensó fue que era mucho más agradable ver y escuchar la lluvia a través del cristal que estar en medio de la misma, sintiendo las gotas frías chocar contra su piel.

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