Llegamos, con mucha ilusión a la puerta de el instituto, y allí nos encontramos con chavales de nuestra misma edad. Algunos conocidos y otros desconocidos, que allí permanecían como si de extras de película se trataran para simplemente hacer relleno. Todos con sus mochilas y su gran sonrisa en la cara, esperando a que abrieran las puertas para dar comienzo a un nuevo mundo.
Poco a poco empezaron a llegar más y más chavales. Estos, más mayores, ya no sonreían como los anteriores, estos en cambio traían una expresión de asco y de desprecio que yo no llegaba a comprender. Pues ¿Que podía haber mejor que el primer día de instituto?
Al fin, abrieron las puertas y en ese momento comenzó mi primer mal recuerdo dentro de aquel horrible lugar. ¿He comentado que yo era bajito? Si, de hecho, casi era el más bajo de todo el instituto, con lo cual los pasillos pasarían a ser mi peor pesadilla durante ese curso.
Entré con ganas por aquellas puertas para que de pronto mi mundo se volveria oscuro y confuso. Una oleada de gente me rodeaba y caminaba hacia las escaleras sin cuidado y dando grandes empujones. Empecé a avanzar como pude hasta llegar a las escaleras, comencé a subirlas con dificultad hasta que en el último escalon... Pum, ala al suelo de morros.
Yo esperaba que la gente parará para ayudarme, pero no fue así. Los alumnos simplemente hacian un vago esfuerzo por no tropezarse con migo o directamente pasaban por encima. Sólo deseaba que aquello acabara pronto.Hugo cuando me vio, me ayudó a levantarme del suelo y nos dirigimos a el salón de actos.
Después de aquel incidente mis expectativas sobre el instituto no quedaron tan altas, pero yo seguía pensando que aquello era el paraíso.
No obstante eso cambiaría radicalmente.