Ariana

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Ariana llegó puntual a las 2:30 de la tarde, media hora atrás ya había empezado el horario de visita en el hospital; si dependiera de ella, estaría parada en la puerta desde el instante en que los de seguridad permitieran el ingreso, pero su rutina diaria le dificultaba aquello, además de que la lejanía de su hogar se lo impedía. Salvo el día que tuvo un encontrón con su padre antes de partir al hospital, y también el día que se quedó en la iglesia orando mientras él entraba a quirófano por segunda vez debido a unas complicaciones, su asistencia había sido impecable.

Entró con su característico caminar acompasado, llevaba aún la camisa blanca de su trabajo, donde podían distinguirse algunas manchas de comida evidenciando su prisa al almorzar para no llegar tarde a su encuentro. Un pantalón de tela negro y ceñido que acentuaba sus líneas dándole distinción, y unas balerinas azul eléctrico ya desgastadas por su trajín diario. Saludó a cuanta persona encontró a su paso con bastante respeto, pero sin la afabilidad que la caracterizaba, tenía un gran talento para familiarizarse pronto con las personas, sin embargo, sentía un trato bastante raro por parte de los demás hace ya varios meses, al tratar con ella mantenían cierta distancia como quien mira extrañado la abnegación de un mártir, y asimismo queriendo respetar el semiluto y enclaustramiento al que creían que ella se había relegado.

Conocía ya de memoria el camino para llegar a la habitación de Croccifixio, cada detalle, cada color y figura estaba ya grabado en su memoria, y esto era lógico puesto que ya habían pasado 16 meses desde aquella trágica tarde, en todo ese tiempo solo fue trasladado dos veces: al salir de terapia intensiva y luego fue transferido debido a que el padre de Croccifixio, el señor Garrick, tuvo una discusión con los familiares del compañero de habitación de su hijo; la primera vez que Ariana conoció al señor Garrick, le dijo a Cross (como lo llamaban sus allegados):

-Padre e hijo tienen un peculiar carácter, ¿no?

A lo que él respondió sonriente y orgulloso:

-"Almas incomprendidas", muy común en los genios.

Recorrió silenciosa el camino que la llevaban a la habitación, prestando bastante atención a todos los detalles de su trayecto a pesar de que las modificaciones de un día a otro eran ínfimas, las paredes desvaídas, el moblaje pesaroso de los pasillos, el aire lento, decaído y soñoliento que respiraba a cada paso, el deterioro del brillo de los ojos de Ariana se debía también a la monotonía que experimentaba cada día. Mientras caminaba, vino a su memoria la ocasión en la que Cross, tras luego de mucho insistencia, aceptó acompañarla a visitar a un sobrino de ella que se encontraba internado por un caso de apendicitis, lanzó un suspiro y pensó que con él, cualquier situación era "lírica". Le temía a los elevadores, pero no fue obstáculo para escogerlo, los primeros meses iba por las escaleras, y cuando se vio aturdida por los desoladores paisajes, entendió que el miedo podría silenciarse por una buena causa, una vez dentro de él, acompañada de la música ambiente del elevador, meditaba en todo lo que ocurría a su alrededor, en esta ocasión cavilaba acerca de los diferentes personajes histriónicos del hospital que había conseguido catalogar, por un lado estaban los enfermos, desolados, tristes y mentalizados en la muerte aunque solo estuvieran allí por una visita de rutina, estaban también los familiares de los pacientes, arrepentidos y avergonzados por la agonía que les había tocado vivir, "no es nada digno estar junto a un enfermo" podía leer en sus rostros, y por último se encontraban los tan importantes y sobrevalorados doctores y enfermeras, para quienes la vida seguía en sus chismes, infidencias y sus imprudentes risas cómplices, "la representación del mundo" se dijo al salir del elevador.

Al finalizar el pasillo, estaba la habitación de Cross, Ariana trataba, en lo posible, mantener el mejor semblante puesto que siempre se topaba con los familiares de él. Llegó hasta la habitación número 46, donde encontró parado a un costado de la puerta al señor Garrick, un hombre "de otras épocas", educado, recto y distante pero siempre caballeroso como lo era su hijo, algo torpe en sus juicios, pero no lo criticaba, ella entendía lo difícil que debía ser cargar con esa "personalidad Garrick". Tenía una prestancia tan propia de él, moreno de estatura mediana, ojos perdidos en los detalles de su entorno, de movimientos cuidadosos y pausados, rostro muy bien afeitado a diferencia del hijo, camisas y pantalón de vestir, eran su modo habitual, su cabello era ondulado y escaso en algunos sectores de su cabeza, unas cuantas canas eran los únicos indicios que denotaban la edad de este varón perdido en las ventoleras del tiempo. La manera en la que se relacionaba con sus semejantes era todo un misterio, para algunos era tan apacible y tolerante, y para otros, intransigente hasta la médula, por esto su hijo había sido cambiado de habitación anteriormente. Los familiares del compañero de pieza de Cross colocaron músicas populares de voces agudas y letras mortificantes, además de ver realitys palurdos de la televisión nacional en los que se enfatizaba la cosificación de la mujer, recordó con pesar los momentos familiares en los que Cross no se hallaba junto a ellos para así evitar estas cosas, pensó que no vaya a ser cosa de que su hijo se decidiera partir por este bullicio iletrado, perdió la calma y lanzó muchos eufemismos de los cuales nadie se ofendió por no entenderlos, acto seguido él mismo exigió a los administradores el cambio de habitación.

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⏰ Última actualización: Jan 13, 2016 ⏰

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