I- ¡Ven aquí! ¡Hijo de puta!, ¡Ladrón de mierda, te voy a matar!
Grigor corría casi sin respirar, tan rápido como un atleta profesional; sus cortas piernas se movían a tal velocidad dando la sensación de correr en cámara rápida. A medida que transcurrieron los segundos giraba su cabeza para ver la distancia que lo separaba de su perseguidor, quien estaba realmente furioso y parecía ir a por él para, literalmente, darle una gran golpiza y quién sabe matarlo con esos golpes.
El perseguidor comenzó a decaer por el cansancio y eso le dio a Grigor más fuerza para alejarse.
Al verse totalmente a salvo se dejó caer contra una pared y agitado a más no poder frotó la manzana en la no muy limpia remera que llevaba puesta, y así como si fuese el dulce más rico de la tierra se la comió; la fruta era la razón por la cual el perseguidor, un verdulero, lo empujaba a huir.
El niño no dudaba cada vez que veía una buena situación de saqueo, sólo agarraba y corría.
El hecho de estar acostumbrado a esto, con el tiempo, le otorgó gran capacidad de velocidad y resistencia en cortas y medianas distancias.
*
- ¡Grigor!, ¡A comer!
El niño bajó por las escaleras dando saltitos inocentes, mientras en la mesa ya servida para cenar su familia lo esperaba para comenzar a deleitarse.
Una mesa de reyes con muchos cubiertos acompañando cada plato y grandes centros de mesa eran los adornos comunes de cada cena diaria.
Sofía, la sirvienta, trató de apurar al chico para que su madre no se enojase. Cuando el chicuelo se sentó por fin, todos inclusive su padre, que era el más compinche con él, lo miraron con mala cara por el retraso; haciendo caso omiso y sin algún otro preámbulo comenzaron a cenar.
- ¿Cómo estuvo tu día Estefanía?- preguntó la madre a su hija mayor.
- Muy aburrido- respondió sin ganas-, en la facultad me asignaron compañeros de grupo que además de ser pesadísimos son realmente unos estúpidos -y ahora enojada continuó-, sobretodo esa chica, Juliane, que no respeta a sus superiores.
- Entonces le pondrán, si es que ya no lo hicieron, un apercibimiento por su mala conducta para con los profesores - devolvió su padre guiñándole un ojo a Grigor en señal de complicidad.
- ¡Pero qué profesores! -explotó su hija- ¡Es a mí a quien no respeta!
Grigor sonrió, sabía de qué iba el guiño.
- Marcel... - le llamó la atención la madre a su esposo.
Estefanía posee grandes virtudes y entre ellas sobresale por su inteligencia, pero tiene un grave problema (antiguamente diagnosticado como enfermedad) de arrogancia y egocentrismo.
- Estefanía por favor date un respiro - inquirió su mamá, Valentina.
Ella le hacía notar y recordar con esa frase el reciente diagnostico; al hacerlo, su hija bajaba la mirada y parecía entrar en un mundo lúgubre de aceptación.
Hubo un rato de silencio mientras bocado a bocado la comida desaparecía entre ruidos de cubiertos, esos pocos minutos fueron rápidamente intervenidos por Estefanía:
- ¿Y vos Grigor; qué hiciste hoy? - le preguntó ella sin levantar la mirada de su plato.
Su padre continuaba comiendo pero alzaba la antena para oír. Mientras la madre dejaba los cubiertos a un lado, apoyando el mentón sobre sus puños entrelazados, prestaba interés total a los comentarios del pequeño.