Agatha Burrows se encontraba en su habitación limando sus uñas mientras canturreaba una melancólica melodía. Se había puesto un elegante vestido rojo con un tajo en la parte de las piernas y escote en "V". El color del vestido casi combinaba con su rojizo cabello, atado en un elegante rodete bajo.
Era una mujer muy dedicada a las coqueterías, aunque no siempre fue así. En su adolescencia era muy tímida, pero con el paso de los años había aprendido a tomarle el gusto y a cuidar cada mínimo detalle. Y a pesar de todo su esfuerzo, pasaría San Valentín con la misma persona de siempre: ella misma.
A pesar de ser Agatha una chica atractiva, por alguna razón u otra —generalmente, falta de compromiso— no lograba mantener una sola relación estable. Su estilo no era el de regalar flores y chocolates a la persona con la que pensaba que se casaría pero que, según su filosofía, acabaría siendo su próxima ex-pareja.
Únicamente había pasado San Valentín con tres personas, y esas fueron las peores relaciones que tuvo en su vida, las que la hicieron dejar de creer en el amor. Mientras miraba la copa de vino que se encontraba sobre su escritorio, sacó un papel y una lapicera de su cartera. Se sentó y, con su molestia que crecía cada vez más, comenzó a escribir.
Querido Ángel:
No le haces justicia a tu nombre. Tus padres tenían sentido del humor ¿Verdad? Aunque lo más probable es que en el momento en que te concibieron no sabían la clase de monstruo que estaban creando. Pero yo sí que lo sé.
Si yo siguiera a tu lado, este sería nuestro décimo aniversario. Probablemente a estas alturas viviríamos juntos como lo hicimos durante un tiempo, yo estaría ordenando la casa, esperando a que salgas del bar para ir a ese bonito restaurante y engañándome a mi misma haciéndome creer que me eres fiel como lo hice por tanto tiempo.
¿Crees que exagero? Tal vez, adoro la teatralidad. Pero te contaré nuestra historia desde el inicio y desde mi punto de vista para que tal vez, y sólo tal vez, llegues a sentir asco de ti mismo, como el que yo siento por ti.
El 7 de Febrero de 2005, Mi amiga Lily sacó a la luz la duda que tenía sobre mi sexualidad. Me dijo de forma directa y muy convencida "Aga, si no invitas a un chico para esta fiesta de San Valentín, comenzaré a creer que eres lesbiana". Me resultó muy cómico lo convencida que estaba, está bien, yo jamás me había fijado en un chico, pero tampoco en una chica. No entendía que le hacía creer eso.
Para ese entonces aún tenía 15 años, y tú acababas de cumplir los dieciocho. Mis amigas me decían todo el tiempo "ese chico te está mirando" cuando andábamos por los pasillos y si no me lo hubieran dicho, jamás me habría percatado. Creí que esa sería la ocasión perfecta para invitarte a salir, irías conmigo a la fiesta de San Valentín que organizaba la familia Duke todos los años, a pesar de no ser "popular", yo estaba invitada porque Hayley Duke iba a mi curso y nos había invitado a todos los de él. Mi mente comenzó a fantasear con lo romántico que sería todo y como iniciaríamos una bonita relación. Era tan ilusa.
La fiesta había comenzado, sonaba una canción que ya ni recuerdo, sólo se que la odiaba. Estaba al lado tuyo, no sabía que decir, estaba muy nerviosa, tanto que no llegaba a captar tus obvios coqueteos e indirectas. Lily nos observaba de lejos y, tan metiche como siempre, decidió intervenir. De pronto sentí un empujón que me hizo aterrizar contra tu pecho, Lily juraba que fue un accidente, pero nunca le creí, a ella le gustaba imaginar el día en que su mejor amiga "se haría mujer" y solía darme consejos a los que me gustaba hacer oídos sordos ¿Qué necesidad había?
En ese momento sentí tu varonil perfume inundar mis fosas nasales. Me miraste a los ojos, me besaste. Todas las circunstancias se estaban dando, y yo en mi inocencia había jurado que sólo lo haría si se daban estas mismas, sería menos perdonable no hacerlo que hacerlo.
Y lo hice, lo hicimos. Si te soy sincera, fuiste demasiado brusco, pero en ese momento no me importó. Al día siguiente sentía cientos de miradas sobre mi por los pasillos de la escuela, pero no fue hasta que Lily me "felicitó" que supe que habías contado lo nuestro, y que el rumor se había esparcido. Me sentía sucia, la única forma de no sentirme como una "puta" fue salir contigo.
Me pegué a ti como un chicle. En esa etapa solía llevar mis dos trenzas francesas todo el tiempo, me hacían sentir un poco más... ¿inocente? Era incapaz de notar lo mucho que te estabas hartando de mí, estaba tan obsesionada con nuestra relación... y ¿Cómo no estarlo? Eras mi "primer amor".
Tampoco noté que me eras infiel, o al menos, hacía oídos sordos a los chismes, porque claro, todo el mundo lo sabía. Pero un día la curiosidad me venció y aproveché que te habías ido al baño para revisar tus mensajes de texto, suerte que en 2005 los móviles no llevaban clave. Me enteré de todo lo que me ocultabas, de por qué eras tan reservado. No una, no dos, no tres, si no cinco. También aprendí un nuevo término: "sexting". Rompí contigo de inmediato, aún me quedaba algo de dignidad, aunque tener la fama de la chica que había sido engañada fue humillante.
Y esa fue nuestra tonta relación adolescente, se que era muy inmadura y dependiente en esa época. Todo hubiese tenido perdón si allí hubiera terminado, pero no fue así. Cinco años después te encontré en un bar. En ese momento yo trabajaba de camarera allí tras haber abandonado la carrera de medicina, pues había descubierto que la ciencia no era lo mío. Estaba desesperada, no sabía que hacer con mi vida, todos los planes que alguna vez tuve se esfumaron por una mala decisión.
Y te encontré a ti: otra mala decisión. En esa época no podía encontrarme a mi misma como persona, y como me era imposible hacerlo, me conformé con encontrar algo de lo cual formar parte. Para aquel entonces ya había olvidado las tonterías adolescentes que me llevaron a romper contigo, ambos habíamos madurado, o eso creíamos.
Por fin encontraba mi lugar en el mundo, ya no era Agatha, la doña nadie, la nada misma que no lograba encontrar su verdadero yo, si no que era Agatha de "Agatha y Ángel", la maravillosa pareja, envidia de todos sus amigos solteros ¡Y además esperábamos un hijo!
Lo recuerdas ¿Verdad? Yo recuerdo la felicidad que tuve al enterarme de que sería madre y la emoción al ver mi primera ecografía, así como recuerdo tu frustración y miedo al enterarte de que serías padre. Recuerdo tener que esperarte hasta muy tarde por las noches para verte llegar borracho.
Un día me harté y te lo hice saber con un reproche. Habías llegado ebrio a nuestra casa, como de costumbre: borracho. La diferencia fue que esa vez te estaba esperando para nuestro aniversario: el 14 de febrero. Me gritaste que dejara de meterme en tus asuntos, que volvías como se te daba la regalada gana y que era una mujer insoportable y controladora. Creo que no soportaste el verme llorar porque un ataque de rabia se apoderó de ti y me golpeaste, un golpe seco en mi mejilla que dejó una marca. Te dije que eras despreciable, cobarde e irresponsable, porque lo eras, no podías soportar el peso de tu responsabilidad y derrochabas tu vida esperando que algo sucediera por arte de magia.
Me arrinconaste contra la pared y golpeaste con fuerza mi cabeza, mi rostro y mi vientre. Ahora mismo me estremezco al recordar el espasmo que sentí recorrer mi cuerpo, seguido de abundante sangre y de la horrible sensación de saber lo que estaba pasando: había sufrido un aborto.
Tu no hiciste nada, huiste como el cobarde que eres. Ni siquiera tuviste la cortesía de llamar al hospital, tuve que hacerlo yo misma, dolorida como estaba y a punto de desangrarme.
Por eso te odio, tal vez me comprendas, tal vez no. Sólo espero que estés donde estés te arrepientas de todo el daño que me hiciste, y que eso te haga sentir horrible.
Aunque no lo merezcas, brindo por ti. Tú brinda por mí, es lo menos que puedes hacer.
Agatha
Ni una sola lágrima recorría el rostro de Agatha. La tristeza en su corazón había muerto dejando lugar a un frío odio y a una tremenda sed de venganza. Los más osados dirían que esta mujer había desechado el resto de sus sentimientos hace tiempo y ella consideraba, muy a su pesar, que estaban en lo correcto.
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Queridos Valentines #CSV_unfalsoromance
Short StoryAgatha Burrows, a sus veinticinco años, tiene fama de tener la peor suerte del mundo en las relaciones amorosas. Sólo pasó San Valentín con tres personas a lo largo de su vida, y casualmente, esas tres relaciones son las que peor terminaron. ¿Que p...