¿Por donde empezar?

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  Crow sentía que todo el mundo lo miraba con aires de superioridad, había salido pronto de la fiesta para tratar de relajarse, pero una vez solo sus pensamientos lo machacaban. La que podría ser su único amor no solo le había estado mintiendo y engañando durante seis meses, ahora había iniciado una relación con alguien a quien una vez consideró su amigo.
  Al principio se había alegrado por ambos, dos personas a las que quería podían ser felices juntas. Pero entonces ella empezó a atormentarlo en sueños. Todos sus engaños y mentiras le hacían preguntarse porque aún no la odiaba, pero él nunca podría enfadarse con ella por seguir a su corazón. Cuando esa tarde los vio juntos las piernas empezaron a temblarle y empezó a sentir el odio. Su sangre hervía de odio y acabó yendo en manga corta por el calor que le producía.

  Algunos se percataron de su nerviosismo y trataron de calmarlo disimuladamente, pero solo conseguían ponerlo aún más nervioso, así que se marchó. Al principio afloraron un par de lágrimas, pero pronto se secaron. Estaba hartándose de llorar, quería hacer algo distinto.
 Entonces, al girar la esquina, se chocó con quien iba a inspirarle. Un mastodonte de casi dos metros borracho como una cuba. Al chocar Crow le tiró encima lo que parecía ser un cubata, y al hombre no le hizo gracia.
 -¿Qué coño te crees que haces imbécil?- comenzó a gritarle mientras le golpeaba el pecho con el dedo- ¿Con que derecho te cruzas en mi camino?

 -Disculpe señor, no lo vi- se disculpó Crow

 -¿Qué no me has visto mocoso?- siguió despotricando- Si soy el doble de grande que tú, vas a pagarme el cubata.

 -Déjame en paz- se quejó Crow- No estoy de humor.

 -¿Te crees que me importa?- dijo mientras le daba un empujón que lo derribo- Los mierdecillas como tú deberían ser mas humildes y respetuosos. Si quisiese podría darte una paliza y no podrías evitarlo. Por eso la gente débil como tú me da asco.

 Entonces el mastodonte miró a Crow a los ojos y sintió su desprecio y su sentimiento de superioridad. Sintió como el miedo lo ahogaba y le costaba respirar. Odiaba esa mirada, no la soportaba. Quería que dejase de mirarlo así. Así que se puso en pie y le dio un puñetazo en el ojo izquierdo.

 El hombre ni siquiera fue capaz de reaccionar, tras recibir el primer golpe Crow le propinó el siguiente puñetazo en el ojo derecho. Se había desecho de su mirada, pero no era suficiente, ese hombre había empezado algo, y Crow iba a terminarlo. Comenzó a golpearle una y otra vez en el pecho y el estomago, la defensa del borracho tenia muchos huecos y los fue aprovechando uno tras otro.
 Al cabo de un minuto el mastodonte estaba en el suelo hecho polvo, los ojos morados, el labio partido y tal vez alguna costilla fracturada e incluso rota. Entonces Crow le cogió la bufanda y le tapó los ojos con ella, apretando el nudo tan fuerte como le fue posible. Nunca se había sentido tan bien en su vida. Machacar al mastodonte le hizo sonreír y sonriendo llegó a casa.

 La puerta estaba cerrada con llave, así que al entrar supo que estaba solo. Se fue directo a su cuarto y cogió su ordenador y su móvil. Y en ese momento su alegría desapareció. Ella y sus amigos le sonreían desde la pantalla. Se estaban burlando de él.
 Múltiples pensamientos pesimistas le asaltaron y golpeó la almohada, y sintió dolor. ¿Como podía dolerle golpear la almohada? Se miró los puños y lo comprendió, su nudillos estaban ensangrentados e hinchados, así que se fue al baño a lavarse las manos.
 Mientras se limpiaba se detuvo contemplando sus cicatrices. Una provocada por el mordisco de un perro callejero, otra de cuando jugando a escalar se cortó con una piedras,... y la única cicatriz que odiaba, la de la muñeca. Se la había hecho limpiando al rompersele un vaso, pero la gente se la miraba pensando que había sido un intento de suicidio.

 Matarse por desamor le había rondado por la cabeza, pero era muy shakesperiano. Entonces se planteó una cosa. ¿Y si el problema no era él, si no el resto del mundo? ¿De que sirve acabar con tu vida si los problemas siguen ahí? Entonces lo decidió. No podía permitirse morir de ninguna de las maneras. Tenía que vivir tanto como le fuese posible.

 Tal vez podría haber sido considerado una persona enormemente alegre y feliz. Pero no era así, no viviría para ser feliz, iba a vivir para eliminar todos sus problemas. ¿Pero por donde iba a empezar?
 Crow se sentó y comenzó a hacer una lista. Primero escribió toda la gente a la que quería y quería proteger. Fue una lista tremendamente corta, solo doce nombres. Entonces empezó otra lista. Empezó apuntando a toda la gente que lo había humillado y maltratado en el colegio y el instituto. Tan solo fue capaz de recordar veinte nombres, pero ya iría apuntando otros si los recordaba. Luego trató de recordar todos aquellos que habían dañado a sus seres querido alguna vez, y la lista se llenó de exparejas de amigos y familiares. Poco a poco la lista alcanzó los cincuenta nombres, y entonces Crow se detuvo. Había un nombre que debía apuntar y que debía tener prioridad.
 Había dejado un margen el parte superior de la hoja, y ahí escribió con mayúscula el nombre ¨CROW"

 El era su mayor enemigo, así que debía cambiar para cumplir sus objetivos. Arrogancia, pereza, inestabilidad emocional y muchos otros defectos debían ser corregidos. Debía acabar con los problemas que el causaba si quería acabar con los que causaban los otros.




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⏰ Última actualización: Jan 16, 2016 ⏰

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La locura del cuervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora