Navidades al estilo Black.

468 45 4
                                    

Se llevó el cigarrillo a la boca. Era un mal vicio que había optado de los muggles. Uno de los pocos vicios que tenía. Lentamente, se iba acercando al empañado vidrio que era la ventana. El fúnebre cuarto, con su tétrico candelabro y sus continuas referencias a los Slytherin, estaba contradictoriamente decorado de dorado y rojo, los colores de Gryffindor.

Miró los copos de nieve caer y fundirse en el suelo, como una masa conjunta y uniforme. La luna estaba en cuarto menguante. Antes de entrar a Hogwarts, ni siquiera sabía lo que "cuarto menguante" significaba, sin embargo ahora, sabía con exactitud cada período de la luna y cuando ocurriría.

Suspiró y botó la colilla. Hacia tan solo tres días había llegado a casa. Su baúl aún estaba al costado de la cama, sin abrir, sin tocar, tal como Kreacher lo había dejado cuando llegó. Podía escuchar el gran alboroto que había abajo. Su madre de seguro estaría enloquecida, organizando todo para esa noche. "Noche buena" le decían, aunque él no le veía lo bueno. No cuando tenía que estar encerrado en su casa, sin salir, con su insoportable familia. Para colmo, Cygnus y Duella se quedarían esa noche a dormir, junto con sus primas: Bellatrix, Narcisa y Andrómeda. Sería una larga navidad.

— ¡Sirius, cariño! ¡Los invitados han llegado! — el tono empalagoso y el buen trato utilizado por su madre, le daba la pauta que por "invitados" se refería al ministro y su esposa. 

Se puso algo de perfume, para tapar el olor a tabaco, y ensayó una sonrisa falsa, pero lo más creíble que podía, frente al espejo. Se acomodó la túnica negra y verde de gala que su mamá había dejado en su cuarto esa mañana y salió.

El trato era fácil: él se comportaba como un señorito Black frente a los invitados y mañana podría ir a la casa de James, a pasar lo que quedaban de las vacaciones navideñas.

— Feliz navidad, familia — dijo, ni bien entró al living. Once personas, todas vestidas demasiado elegantemente, le correspondieron el saludo. Su madre le mandó una mirada de advertencia y su padre asintió imperceptiblemente, indicándole hacer lo correcto.

— Es un placer tenerte aquí, Sirius — comentó Isabelle, la mujer del Ministro. Rubia, alta, prepotente. Vestía una larga y llamativa túnica azul, con una gargantilla de diamantes — Es bueno que por una vez, hayas abandonado el castillo y decidido pasar algo de tiempo de calidad con la familia. — y ahí iba otra vez, la mirada de Walburga en su nuca, avisándole. Advirtiéndole.

— Si, extrañaba las maravillosas cenas que organiza mi madre — contestó con los dientes semi-apretados.

— ¿Nada como una cena en familia, cierto muchacho? — el ministro, Roger, se había unido a la charla. Sirius tan solo asintió, dando por finalizada la conversación.

— Sigue así, Sirius, y mañana a primera hora estarás donde los Potter — le susurró la Sra. Black, para luego sonreírle falsamente y acomodar su rebelde cabello. No pudo evitar notar la sonrisa maquiavélica que se había formado en el rostro de Bellatrix, al ver como Sirius era doblegado sin poder resistirse.

— ¿Qué está pasando, muchacho? — Alphard Black, el único de los tres hermanos que permanecía soltero y sin descendencia, se acercó a su sobrino — Tú no dejas que tu madre gobierne tu vida.

— Habló con el director y no pude quedarme en Hogwarts — contó Sirius, con amargura, pero sonriéndole sinceramente al hermano de su madre — A menos que me comporte como un buen Black hoy, tendré que pasar el resto de las vacaciones en esta casa inmunda. Y probablemente, también las de pascuas y las de verano.

— Walburga siempre fue buena negociando — comentó el hombre, como quien no quiere la cosa — Nació con el don para de qué es lo que él otro quiere y usarlo a su favor.

Simplemente Sirius Black.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora