La larga espada fue expulsada del vientre de aquel hombre, un chorro de sangre salió de la herida abierta creando un charco en el suelo sobre el cual caería el cuerpo sin vida segundos después.
«Malditos bandidos...» Susurró entre los dientes el ejecutor enfundando su arma con furia.
Borun Cartvlar era su nombre, un caballero de casi dos metros y rostro serio a servicio del señor de Turgard. Corrían tiempos de guerras, asesinatos, hambre y de toda clase de penurias, no era algo muy diferente a los tiempos actuales.
Cualquier esfuerzo era poco el que se hacía para encontrar a la hija del hombre al que Borun servía, llamada Naríe. Solo rumores corrían de que había sido secuestrada por un noble mas joven del feudo vecino.
El caballero llevaba días siguiendo el rastro de un grupo de extraños soldados que se dirigían al mismo sitio que el, finalmente se encontró con el desenlace de estos pobres tipos, un grupo de bandidos había saqueado y asesinado a todos, aunque no con mucho éxito, solo quedaron unos cuantos salteadores y todos estos probaron el frío acero de Borun al encontrárselos repartiéndose el ensangrentado botín.
Entre las pertenencias que se encontraban dispersas por el abrupto camino encontró una petición de matrimonio con la hija del señor de Turgard, estaba escrita por el supuesto secuestrador de la adolescente y había sido cancelada, algo obvio, ya que el señor al que el caballero servía prometió que su primogénita se casaría con su salvador.
Ahora estaba claro que quien tenía a la hija del señor feudal de Turgard, Borun arrugó el pergamino apretándolo con rabia con las manos. Poco le importaba el premio final, había visto crecer a esa niña durante dieciséis inviernos desde que era un tierno montón de carne que lloraba y no iba a dejar que ningún patán desconocido le destrozara la vida violándola como si fuera una cabra.
Pasó un tiempo hasta que el alto caballero llegó al poblado pesquero que había a las faldas del gris castillo de Brulak, hogar del secuestrador. Las gentes vestidas con sucias ropas se apartaban y miraban con recelo a Borun. Se ve que a aquellos pesqueros no les hacía mucha gracia ver el escudo de armas de Turgard cerca de sus podredumbres hogares. Apestaba a pescado y a quien sabe cuantas asquerosas cosas más. La torre del homenaje se alzaba sobre una pequeña colina a orillas de la playa, playa donde se encontraban varios navíos y barcas varadas.
Al acercase a la puerta del castillo dos guardias armados con hachas le cerraron el paso, el caballero sacó el arrugado pergamino de la petición de matrimonio cancelada y la mostró para que le dejaran pasar. Y así fue, los dos vigilantes apartaron sus armas del camino a regañadientes y le dejaron acceder al interior de la fortaleza pensando que era un simple mensajero.
Tras caminar por los estrechos y largos pasillos húmedos escoltado por un esquelético soldado con una oxidada armadura al fin llegó al gran salón. Era alto y grande, enormes arcos de piedra vigilaban desde las alturas, arcos donde colgaban los estandartes de Brulak. Mas abajo, al pie de las columnas que sostenían los arcos, habían grandes calderos llameantes que iluminaban la sala de punta a punta y al fondo se encontraba sentado en un trono de madera oscura, encima de unos escalones, el joven noble acompañado por la hija secuestrada del señor feudal de Turgard, que se encontraba sentada en sus piernas.
Borun no pudo contener la rabia y desenfundó la espada al grito de «¡Aléjate de ella, maldito bastardo!». Sin embargo Naríe se levantó poniéndose delante del joven, que no tendría mas de 20 inviernos, y gritó que no lo hiciera. Al ver esto el caballero se detuvo al pie de los escalones y, con la respiración alterada, preguntó el por que defendía a su secuestrador.
Mientras que el noble acusado de secuestro se levantaba desenfundando su espada la chica explicó que nadie había secuestrado a nadie, era ella misma la que quería casarse con aquel hombre sin que nadie tuviera que decidir por ella. Pero entonces su supuesto secuestrador la apartó suavemente del lugar y pronunció las palabras «Te reto a un combate.». El noble chico retó inconscientemente a Borun a luchar movido por la valentía y el amor que tenía a la chica que había causado todo este revuelo. Pero sin más el caballero acepto la petición y seguido los dos contrincantes se colocaron en medio del gran salón del torreón.
El combate comenzó, el joven chico se movía gracilmente intentando confundir a la gran mole de hierro pesado que era Borun. El caballero avanzaba lentamente con su gran espada agarrada con las dos manos. El noble vio un momento de oportunidad e intentó clavar su arma en el torso de Borun, pero fue inútil, su coraza detuvo la hoja de la espada. Entonces el gigante de acero dio una patada con su bota a la entrepierna del noble, que se cayó al suelo dolorido, y seguido, la gran espada del caballero atravesó un costado del enamorado secuestrador, este aulló de tal forma que su grito se escuchó por todo Brulak.
Mientras que el noble se arrastraba hacía las escaleras del trono sollozando, el gran caballero le seguía al mismo paso, al llegar al primer escalón Borun se arrodilló y cogió fuertemente la cabeza del joven antes de empezar a golpearla una y otra vez contra el escalón, que tras varios golpes fue impregnado de sangre noble. Mientras que la cabeza del aun vivo pero moribundo chico estaba recostada sobre el escalón en el que había sido golpeado, el caballero se levantó y dejó caer con fuerza su píe sobre el cráneo del noble, aplastándolo por fin contra el canto de piedra del escalón y acabando con su corta vida.
Tras ver esta escena la enamorada empezó a gritar y a llorar desconsoladamente, corrió hacía su supuesto secuestrador para abrazarlo en un intento de salvación, pero el verdugo del joven agarró fuertemente el brazo de Naríe y le impidió acercarse al irreconocible cuerpo. Entonces se la colgó del hombro cual saco de patatas y se abrió paso entre los guardias y la gente de la corte que observaban boquiabiertos y no se atrevían a decir ni hacer nada.
De vuelta al castillo de Turgard, hogar de la secuestrada, Borun entregó a la chica a su padre y señor del feudo, quien le dio sus merecidos honores, regalos y, tal como prometió, la mano de su hija.
Tras un casamiento y banquete en el que nunca se había visto a una novia tan solemne, silenciosa y apenada. Borun Cartvlar y la sollozante chica se fueron a los dormitorios para dar comienzo a la típica noche de sexo después de la boda.
Estaban de píe a un lado de la cama, ella más rígida y quieta que nunca y el quitándose los ridículos ropajes de boda. Cuando Borun ya estaba totalmente desnudo miró a su nueva mujer con deseo y lujuria, sonrió durante unos momentos antes de ponerle las manos encima, rasgarle los vestidos y desnudarla mientras ella intentaba forcejear quejándose y dando pequeños grititos. «Desde que fuiste una niña pequeña he estado deseando tocar estas preciosas tetitas...» Susurró al oído el excitado caballero mientras apretaba con fuerza los pechos y restregaba su miembro por las nalgas de la chica.
El hombre tumbó a la ya rendida joven que tenía lagrimas en sus mejillas en la cama, se puso sobre ella y empezó a empujarle una y otra vez haciendo que las maderas del lecho crujieran con fuerza. Ya no había dolor que ella no pudiera resistir.
Eran ya altas horas de la madrugada, el caballero Borun y la joven chica de dieciséis inviernos yacían descansando tras horas de placer, lujuria y dolor. Naríe se levantó desnuda de la cama donde había perdido la virginidad llena de arañazos y moratones que se extendían por su cuerpo como estrellas. Rebuscó entre la oscuridad el pequeño cuchillo que siempre tenía el gran caballero por si acaso y lo empuñó con fuerza, se acercó al que ahora era su marido y se lo clavó fuertemente en el cuello mientras dormía. Borun Cartvlar se despertó por ultima vez regurgitando sangre por la boca, intentando maldecir a la joven a la que creía haber salvado y violado, pero sin poder decir palabra murió tras unos segundos con la garganta cortada.
La chica que ahora creía haber cobrado venganza se quedó con ganas de más.
Esperó a que hicieran el cambio de guardia de la madrugada y salió desnuda de su oscura alcoba con una jarra de aceite para las lamparas. Empezó a derramar el pegajoso liquido por todos los lugares que pudo sin que le vieran y finalmente se empapó ella misma, tras hacerlo entró al dormitorio de su padre silenciosamente, el cual descansaba junto a una sirvienta desnuda, y al encontrase delante de su lecho agarró una vela y la dejó caer sobre las blancas sabanas. Al empezar a arder la cama con las dos personas en su interior la joven chica se tiró al fuego creando una llamarada aun mas fuerte de la que procedía un conjunto de gritos y lloros de dolor. El fuego siguió el rastro de aceite que había vertido Naríe por todo el torreón, incendiándolo por completo.
Ese día fue en el que aquella dinastía terminó con la gran llama del amanecer.

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Cuentos de Tierra Ceniza
Science FictionPequeños relatos y cuentos del mundo de Tierra Ceniza. A partir de ahora iré subiendo nuevos a esta recopilación.