Palabras Justas (capítulo único)

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Lay era considerado por todos los que lo conocían como una persona excesivamente feliz. Nadie comprendía de dónde sacaba sus ganas de vivir los lunes por la mañana,  ni cómo podía sonreírle al profesor de manera tan sincera aún cuando este lo golpeaba con su reporte en la cabeza tres veces.

Había quienes incluso creían que estaba loco, o que tenía alguna especie de parálisis facial que mantenía su rostro preso en una sonrisa perpetua, e incluso existía una mayoría anónima que daba fe de haber visto a Lay consumiendo sustancias sospechosas entre clase y clase.

Pero sólo aquellos que eran cercanos a Lay conocían la causa de su buen humor: un chico alto, delgado y algo huraño.

Sehun

Era mágico ver cómo sus ojos brillaban al verlo entre clase y clase, y era contagiosa la cascada de risas que fluía de su boca cada vez que conseguía que el alto se sonrojara o que se hundiera en su silla,  todo lo que su larguirucho cuerpo le permitía.

Como si fuera un motor de combustión interna y Sehun su combustible,  su corazón lo llevaba de clase en clase, bullendo en emoción por volverlo a ver. Sehun era el que lo hacía tan desmesuradamente feliz, pero también era el único capaz de arrebatarle su sonrisa cada vez que se metía en problemas serios o se enfermaba; de transformar sus smily eyes en ojos redondos como lunas llenas cada vez que le robaba un beso en las cercanías de la escuela,  bajo la sombra de un árbol que ya habían declarado como suyo y nombrado Bubble Unicorn.

« —Deberíamos venir aquí siempre, Sehun-ah.

—Y deberíamos mostrarle este lugar a los chicos,  les va a encantar venir con la pelota.

—Sí, claro.  Podemos ir con ellos a la cancha que esta por allá — Tomó la mano derecha de Sehun entre las suyas, jugando con sus dedos,  y clavó sus oscuros ojos en los de él.—Pero este lugar,  este árbol, no se lo mostraremos.— Dijo en un tono cómplice con la picardía brillando en sus ojos de medialuna, salpicando chispas sobre sus hoyuelos.

Sehun trató muy fuerte de no quedarse boqueando como un pez ante semejante imagen, pero falló miserablemente. Lay juntó sus meñiques para sellar su promesa.

—Este va a ser nuestro lugar de encuentro, nuestro lugar favorito en el mundo.  Sólo tú, yo y el árbol ¿Lo prometes?

Y Sehun selló la promesa agitando su cabeza y sus manos unidas de arriba a abajo al compás. »

Todos los niños del parque, los abuelos, los padres e incluso los vendedores de algodón de azúcar daban por hecho que eran una pareja homosexual en la flor de la edad… Y se equivocaban.  Lo cierto es que Lay jamás le pidió a Sehun que fueran novios,  y este era demasiado vergonzoso como para pedirle que aclararan su situación.

A pesar de lo “muy superior“ que se esforzaba por aparentar ser, Sehun era muy inseguro. No entendía cómo alguien podía llegar a quererlo de verdad y temía ser rechazado por Lay cada vez que se atrevía a rozar sus labios,  a pegarse a su cuerpo y esconder la cara en su cuello, a regalarle sus escasas sonrisas y sus estúpidos sonrojos.

En su mente se repetía como un mantra las palabras: sólo está jugando contigo, no le gustas,  se burla de ti...

No te quiere.

Temía arriesgar la relación que tenían, solo por sus ansias de tener más del pelinegro. Por eso mismo no le dijo nunca lo mucho que su vida había cambiado desde aquel día en que Lay se acercó con su bandeja llena de comida a la mesa dónde Sehun solía comer solo y se sentó frente a él como si nada hablándole sin parar de cosas “ultra importantes”. Ni tampoco podía decirle lo celoso que se ponía cada vez que Lay se paseaba por toda la escuela regalando sonrisas a diestra y siniestra. Quería que todos en la escuela supieran que Lay era su novio,  pero no se atrevía a pedirle que lo fuera.

Bubble UnicornDonde viven las historias. Descúbrelo ahora