Primera.

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«¿Tienes miedo? ¿te ocurre?»

Da la casualidad de que, como bien sabes, el miedo condiciona mi vida. No todo el tiempo, no todas las veces, pero bien es cierto que lo hace. Podría decir que quisiera no tener miedo, pero respondiendo esto me vería enredada en una verdad a medias. Verás, el miedo; si bien me paraliza más a menudo que "usualmente" o "de tanto en tanto", si bien me priva de usar mi propia voz, si bien me hace perder una ingente cantidad de trenes; es parte de mi. Y ese miedo que es parte de mi, como lo es la curiosidad o lo es el sentido de la justicia, tiene derecho a formar parte de mí, del mismo modo que lo hace cualquier otra de mis virtudes y defectos. Lo siento si parece un disparate, es mi sentido de la justicia el que habla ahora, no la coherencia. Siguiendo las líneas de mi argumento inicial. El miedo no me da miedo, es una emoción efímera de causa y efecto. Tal vez suena a cita trillada, pero cuando un tren se va llega otro, y de todas formas, siempre me ha gustado más la espera en el andén. Ahora, la segunda parte de esa verdad a medias que comenté al inicio de esta respuesta tan enrevesada. Los efectos del miedo, oh, esos sí me dan miedo. Frío y calor, y náuseas, y esa sensación que se asienta en el fondo de tu estómago cuando respiras esencia de hospital, dedos rígidos que tiemblan, cucharillas que se sacuden en mis manos y ensordecen mis oídos. Permíteme la obviedad, pero es considerablemente desagradable. Todo esto, extraído directamente del Manual del Miedoso 101. A veces creo que sigo a pies juntillas todo lo que allí está escrito solo por temor a la incertidumbre. Nadie puede negar que la incertidumbre es la peor Pesadilla del hombre, con P mayúscula. Quiero decir, no nos obsesionamos con la vida de ultratumba en vano. Personalmente, las cuestiones místicas en general no me quitan el sueño, pero de verdad me asusta perder el control; tal vez por eso reservo la creatividad para mis historias. Pensado bien mis últimas palabras, es una paradoja, porque tú misma has alegado que dos como yo nunca has visto y tal vez es certero eso, porque odio encajar en los moldes, es algo parecido a un hobby. Me ha tomado mucho tiempo ser yo. Ahí tienes otro efecto del miedo que me da miedo, supongo. He tardado tantísimo en esculpirme una mente y una voz que me frustra en extremo cuando el miedo hace que la última de estas dos me falle. En ocasiones, el miedo evoluciona y se convierte en terror, y es que la mera existencia es una causa de riesgo para la gente como tú y como yo, y aunque se nos pueda llegar a olvidar la sangre derramada de nuestros compañeros; a veces es inevitable el trago amargo que nos lo recuerda en la forma de un extraño que nos confronta unos metros más allá, al otro lado del parque, al otro lado del salón. Si tienes mala suerte, a apenas doce centímetros y con el puño en alto. Eso, eso debe ser uno de mis grandes temores: la maldad de las personas, todo aquello que está impulsado por el odio y se manifiesta como el látigo que flagela las espaldas de los inocentes.

En resumen, el miedo forma parte de mí, y lo acepto gustosamente como parte de mi. No me asusta el resultado sino más bien el proceso, pero en ocasiones también me asusta el resultado porque me asusta perder el control y perderme a mí en el camino o al final de éste. En resumen, soy un desastre, y la vida no se queda atrás en este aspecto, pero eso me encanta más de lo que me asusta.

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⏰ Última actualización: Mar 17, 2016 ⏰

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