Al borde del colapso

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-¡Señor!
Dios. De buena mañana y ya escuchaba los gritos de mi subordinado, posiblemente enfurecido. ¿Qué habría pasado ya?

Se abrió la puerta de mi habitación y mi fugaz compañera se levantó. Al parecer, poco le importaba que la gente le viese desnuda. Se puso la ropa de la que la despojé anoche, sin tener vergüenza alguna. Era simplemente sorprendente. Al terminar de vestirse se pintó los labios de un rojo que, en cierta manera, rebelaba su forma de ser... Me besó la frente y se fue moviendo las caderas que, recientemente, había ayudado a sucumbir en una vorágine de lujuria desenfrenada.
-Espero verlo pronto Señor White.
Y continuó su camino, yendo a engatusar nuevamente a su marido mientras los hombres que trabajaban para mí la seguían con la mirada, algo normal.

Salí de la cama y miré a mi subordinado.
-¿Que ocurre Harry?
Era aún joven, había empezado a trabajar para mi como favor de su padre, pero le sobraban sentimientos para poder seguir trabajando conmigo.
-El señor Hellsing le hace llamar.

Edward Hellsing. Un amigo de la infancia con contactos, siempre que podía merodeaba por aquí incordiando y yo se lo permitía por la cantidad de clientes que traía. Aunque he de admitir que al verlo siempre me ponía de los nervios.

Terminé de vestirme y me dirigí a mi despacho. Conociendo Edward no iba a querer hablar en la sala de reuniones. "Ese trato no es para mí" Siempre usaba la misma excusa, era tan predecible como un niño pequeño.

-¿Qué quieres Edward?
Y como siempre, acerté. Estaba sentado en mi mesa, jugando con su pelo rubio mientras mandaba mensajes por el teléfono. A pesar de que teníamos la misma edad, el continuaba comportándose como un niño pequeño. Quizá era eso lo que no soportaba de él.
- ¿Cuántas veces te he de decir que me llames Ed? Edward suena demasiado serio.
Ya daba por supuesto que este chico jamás iba a cambiar. Salió de mi mesa dando un bote y se dirigió hacía mi.
-Vamonos de fiesta
- Me niego rotundamente
Saqué de mi bolsillo un paquete de cigarrillos y un encendedor.
- ¿No hay nada que hacer para poder convencerte no?
Me miró de la misma forma que un niño miraría un cachorro de dálmata. No respondí, simplemente encendí el cigarrillo.
-El conde Peter se llevará un gran disgusto.
Y una enorme sonrisa apareció en su rostro.
-¿ Conde Peter?
Murmuré dando una calada al cigarrillo. Puede que si me interesara después de todo.
- El hijo del conde Warld , lo conocí en una fiesta y le interesa hacer negocios contigo.
Encarné una ceja. No estaba del todo seguro si me interesaba el tipo de fiesta al que solía ir Edward pero un cliente era un cliente y más de esta magnitud.
-¿A que hora? Tengo trabajo que hacer y no dispongo de mucho tiempo.
Empezó a sonreír y en cuanto se dio cuenta de esto, trato de ponerse serio.
- ¿Solo sabes hablar de trabajo? Hoy tienes el día libre, total, eres el jefe. ¡Vamos a mirar de arreglarte!

Y nuevamente me dejé liar por el idiota de Hellsing. Claro que era el Jefe, pero el trabajo no lo podía hacer cualquiera, iba a perder dinero y eso, me molestaba de sobremanera, más le valía a Edward que me compensase el conde "Peter".

Habíamos pasado el día entero de compras. Lo odiaba. Y no entendía que tenía de malo ir con traje y corbata a una fiesta. El caso es que, sin saber como, Hellsing llevaba americana con unos pantalones apretados, casi como los de una mujer, y su cabello recogido por una coleta. En su linea, mientras yo portaba una americana morada con un intento de camisa de vete tu a saber que marca y unos pantalones tejanos. Mi pelo fue terriblemente engominado y mis zapatos italianos sustituidos por unas converse. Algo estaba mal conmigo.

Un coche vino a buscarnos, porque la exclusividad no permitía que cogiéramos mi coche, mira tu que tontería. Y en cuestión de hora y cuarto llegamos al muelle. Hora y cuarto encerrado en un coche con un parlanchín que no dejaba de hacerse fotos, iba a acabar por tirarme del coche en marcha.

El ambiente ya me producía dolor de cabeza. Luces rojas, terciopelo por todos lados, ¿aún había lugares así en Londres? Parecía una extraña mezcla entre club de alterne y cabaret. En la entrada nos dieron unas máscaras las cuales era obligatorias ponerse, lo cual me parecía muy decadente.

Cuando entramos, mi pelo engominado y la máscara eran incompatibles, pero de todos modos había de ponermela así que tocaba rezar para que esto acabase lo antes posible.

Todo estaba iluminado por una tenue luz rojiza que no me daba mucha más confianza. De pronto Edward chilló.
-Peteeer
-Eeeddy
Vaya dos idiotas.
-Este es mi amigo Kayle White
-Un gusto conde Peter.
-Igualmente Kayle
La educación del conde era pura basura. Pero los negocios eran los negocios.
-¿Qué intereses tiene Kayle?
Llamar por su nombre a alguien que acabas de conocer era impensable y más si ibas a hacer negocios con él, por no contar que era de nobleza, o se supone.
- P...
-Shh que aparece la siguiente compra.
Mandarme a callar. A mi. De momento no podía hacer nada más que aguantar ya que Hellsing me estaba mirando y suplicando con la mirada.

El telón se abrió dejando ver a un tipo vestido como algo parecido a Joker con un micrófono.
-Damas y caballeros, veo que estáis impacientes por ver a la siguiente...¡Traed a la chica!
No era posible. En pleno siglo XXI seguíamos con estas majaderías. Apareció una chica de cabello blanco , llena de magulladuras y tapada simplemente por un vestido roto por mil trozos. Lo peor de todo fue que la gente empezará a gritar cantidades por la cual comprar a la muchacha.
- Esta chica Hace una semana que conoció la civilización hasta entonces ha sido criada en el bosque...¿Que de cosas le enseñarían?
El público se exaltaba más y más y la pobre chica nos miraba a todos pensando, posiblemente, lo odiosos que somos.
Sin saber porque, me levanté de la silla y me uní a la puja, haciendo una oferta que no podrían rechazar
-100.000.000 £
La gente se calló. Y el conde me miró simpatizante. Ahora mismo tenía claro que no quería hacer negocios con él.
-Buena compra, quizá deberías haber esperado para comparar...
-Da asco.
Mi mirada se tornó seria.
-Todos vosotros, dais asco. Traficar con las vidas humanas de esta forma, guárdese su dinero, que no pienso hacer negocio con alguien así.

Me quité la máscara estúpida y con mi movil mandé un mensaje a Marius, mi mano derecha, y en menos de un minuto me contestó. Tenía quince minutos para salir de allí.

-Señor, su compra.
Un chico del antro en el que me encontraba me trajo a la chica por la que , inconscientemente había pujado.

Aquella chica. Tenía la mirada completamente vacía, no me podía ni imaginar las cosas por las que había pasado. Examinándola podía ver que tenía unas marcas azules por todo el cuerpo y, muchas más cicatrices por el resto del cuerpo. Me puse a cuclillas y desaté los pies de la muchacha y al incorporarme hice lo mismo con las manos.
-¿Estas bien?
Parpadeó pero no obtuve respuesta.
-Nos vamos
Me quité la americana, poniendosela a ella y tomándola en brazos la lleve hasta fuera. Solo quedaba esperar a Marius.

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