CAPÍTULO 1

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Me llamo Rocco, un tipo corriente que se enamoró de la mujer menos corriente del mundo. Un día me desperté y ella ya se había largado con una estrella del cine indio. Así que hui a Nueva York para empezar una nueva vida. Esta es la historia de mi intento de olvidar a Pam. ¡Pam, me mataste con tu nombre!

Las ruedas del avión se plegaron y yo me recosté en el asiento del Boeing 724 poniendo rumbo a la ciudad de los sueños. El que ella me dejara solo dos días antes por la estrella del cine indio, tampoco ayudaba mucho a relajarme. Así que decidí ponerme los auriculares y que la canción Senza fine me adormeciera.

—¿Cerveza, café, algo de comer? —dijo la azafata sonriéndome como nunca lo había hecho una mujer en los últimos cuatro años.

—No, gracias, muy amable —dije sin apenas poder mantener su mirada.

Mi chica había destrozado mi autoestima. Incluso seguía utilizando el «nosotros». Desde que Pam me dejó por ese tío que saltaba con su baile bollywoodiense en todos los canales de Youtube, me había convertido en un chico mucho más inseguro. Mi frente era la diana y el dardo el corazón punzante de ella. Le había preguntado muchas noches «¿Tienes algo con ese tipo?». Y ella siempre contestaba: «Me vas a volver loca, en el mundo del cine, no todos nos acostamos con todos, cariño». Todavía la estoy viendo peinarse su pelo rubio liso frente al espejo, mientras sujeta con una mano el guion de su última película. Tantas noches pérdidas haciendo de actor para que replicase su diálogo, yéndola a buscar a la puerta de los estudios con tres grados bajo cero... ¡Mientras ella se besuqueaba con ese actor del tres al cuarto en el set de rodaje! El ruido de los motores meció mi tristeza. Horas después el tren de aterrizaje comenzó a oírse con más fuerza.

El viaje se me hizo corto, además en la salida me estaba esperando mi primo Leonardo.

—¿Qué pasa tío? —dijo abrazándome muy fuerte y haciéndome sentir como en casa. Solo él podía haber hecho que me arrancaran de Capri.

—Bien, aunque un poco cansado —y añadí—: Te he echado de menos.

—Rocco, esta noche, libro. Te tengo preparada una buena: gatitas y pequinesas a mansalva.

—Ni una Golden, podría ver ahora. Solo quiero descansar, que me lleves a tu casa y que me des las llaves del taxi y mañana empezaré a trabajar. Quiero empezar lo antes posible.

—Tú vienes muy fuerte, Rocco. ¿Antes querrás comer uno de esos burritos grasientos?

—A eso nunca te podría decir que no.

Mi primo me llevó a un lugar llamado "Sapore". Parecía de todos los países, menos de Italia. Una fila de gatos dorados me saludaban con el vaivén de una de las patas superiores y asintiendo con sus cabezas. Sillas tapizadas de color granate en fila junto a la barra del bar. Una gramola de esas que puedes poner el disco que tú quieres, y que por una extraña razón, nunca lo pones. Una camarera con mechas californianas descuidadas, iba y venía en patines con una bandeja plateada, bordeando todas las mesas. Se acercó a nosotros con su delantal manchado de aceite.

—¿Qué desean, chicos?

—Tú dirás, preciosa —dijo Leonardo, dando un golpe en la mesa.

—Ante todo, no me destroces el mobiliario. Os recomendaría una ensalada con mucha rúcula y un par de pizzas de jamón de pato.

—Mi primo y yo somos italianos. Sería una aberración probar nuestro plato estrella fuera de nuestro país.

—¿No probáis a nuestras mujeres? —dijo la camarera soltando una carcajada.

Tu doble y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora