#C1

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"Hay dos formas de ver la vida:
Una es creer que no existen los milagros, la otra es creer que todo es un milagro "

Albert Einstein.

Las suelas de mis zapatos hacen que resbale con los guijarros del camino y me caiga al suelo. Hago una expresión de dolor, pequeñas piedrecitas negras se han clavado en mi codo al caer y ahora mi sangre me cubre gran parte del brazo, como si lo hubieran pintado con un pincel.

Tras ponerme en pie una luz aparece detrás mio y veo como se forma mi sombra en el sendero de piedrecitas negras.

-¿Como has podido ir hasta aquí?

- ¿Recuerdas porqué me tenéis encerrada?

Me giro, un guardia vestido con su uniforme verde botella me apunta con una linterna.

-¿Puedes bajar la luz? Me estoy quedando ciega.

El la baja, pero al mismo tiempo me agarra del brazo y me lleva hacia el bosque artificial donde hay un coche esperándonos.
Entramos en el coche y una voz mecánica empieza a sonar.

-Bienvenidos, ¿cual es su destino?

-Institución Jennifer Highland.

-Llegaremos en 20 minutos.

El coche comenzó a moverse, hacia mucho tiempo ya desde que se inventaron los primeros conductores automáticos pero tardaron mucho en darle uso. No puedo creer que la gente se dedicara al conducir de un sitio a otro ellos mismos.

Por la ventanilla puede verse el bosque artificial y más allá las puntas de los rascacielos más altos de la ciudad más cercana.
Suspire, hacia mucho que no iba al una ciudad como esa ya que la institución estaba muy apartada.

-Tu profesor esta muy disgustado contigo, el fue el que se dio cuenta que te habías ido.

Una punzada de culpabilidad cruza mi pecho, Tom, mi profesor particular es la mejor persona que he conocido. El fue el único que quiso ser mi profesor y tutor tras mi primera escapada.

A los diez años intente fugarme por primera vez, no es que no quisiera estar allí, porque la verdad es que no me queda otra, sino porque odio estar siempre en el mismo sitio. Tras mi primer intento de fuga lo he intentado otras 6 veces, pero siempre me pillan.

Tras unos minutos de silencio incomodo llegamos al la institución.
Es un enorme edifico moderno inspirado en la antigua ópera que había en Sidney antes de que la arrasaran en la Tercera Gerra Mundial.

-El director te espera en su despacho junto con tu tutor, te aconsejo que seas amable.

El guardia me puso una mano en el hombro y me dirigió hacia el editor. Todo el recinto estaba amurallado por vallas electrificadas y había guardias por todas partes.

Al pasar por la puerta principal un guardia nos paso un lector en el cuello, donde teníamos un código. Ese código me lo pusieron nada más nacer y era distinto al del guardia ya que mi código decía que yo era mutante.

Hacia ya quince años desde que empezaron a nacer mutantes. Aproximadamente el 10% de los niños que nacieron desde hace quince años tienen un gen llamado gen Omega. Aunque muchos digan que somos la nueva evolución del ser humano se nos considera peligrosos. Bueno, es verdad que ha habido muchos accidentes por nuestra culpa, pero no es nuestra culpa no saber usar nuestras habilidades.

Los pasillos estaban forrados de espejos tanto en las paredes cómo en el techo y el suelo. En ellos podía verme con mi uniforme gris oscuro. No todos teníamos el mismo color de uniforme. Los que tenían uniforme naranja eran los mutantes más controlados o con menos carácter. Los de color azul eran los que no se sabía muy bien cuales eran sus habilidades y había que tener precaución con ellos. Los gris oscuro eran los que estaban bajo vigilancia y con tutores ya que sus personalidades pueden ser un tanto rebeldes. Y los que van de blanco... Bueno, la verdad es que solo les veo en la comida porque el resto del tiempo les están haciendo pruebas. Al parecer las habilidades de los blancos estaban totalmente fuera de lo común.

-Ya hemos llegado.

Abro la puerta, Tom, mi tutor y el director están sentados el uno delante del otro y se giran en cuanto pongo un pie en la sala.
En la mesa hay una fotografía de nuestro actual presidente, Frédéric Adams.

-Teníamos un trato, Daphnée.

-Lo siento Tom, vi el nuevo sistema de alambrada y no pude resistirme.

-Señorita, no crea que puede tomarse esto a broma, es la octava vez que intenta escaparse de la institución y su tutor y yo hemos decidido tomar medidas- el director jugaba con un bolígrafo mientras hablaba, siempre que le veía estaba haciendo tícs con los ojos lo que me hacía pensar que tenia un poco de hiperactividad - creemos que merece usted un castigo.

Tom pone los ojos en blanco tras oír eso. El tenía 27 años, pero parecía incluso más joven. He de admitir que siempre había sentido algo por el, pero nunca se fijaría en una cría de 15 años.

-¿Que tipo de castigo?

El director sonrió.

-Será la ayudante del doctor Lam en sus investigaciones.

La mente se me quedó en blanco, el doctor Lam era el encargado de investigar a los blancos, me pareció increíble que le dieran esa responsabilidad a una gris.

-¿Porque? ¿No puedo simplemente limpiar los retretes?

-Daphnée, ya esta decidido.-Dijo Tom mientras posaba una mano en mi hombro.- además seguro que te gusta más que limpiar retretes.

Sonreí, Tom siempre relajaba las situaciones más estresantes.

-Y te quedarás sin salir tres meses.

Añadió el director.

-¡Eso sí que no!

-No hay más que hablar, si el doctor Lam dice que te esfuerzas tal vez cambie de idea.

Asiento, cuando el director dice algo se debe cumplir si o sí.

Tom y yo salimos del despacho sin decir una palabra y nos fuimos al la habitación intentando ni despertar a nadie.

-Debes dejar de escaparte, solo te trae problemas.

-No puedo, odio tener que estar aquí siempre, quiero ver mundo, conocer gente nueva, aprender nuevas culturas...

-Pero al final no consigues nada.

-Si... Pero esta vez e llegado hasta el bosque artificial.

-¿Hasta el bosque?¿Como fuiste tan rápido?

-¿Olvidas porque estoy aquí?

Tom sonríe, y su sonrisa hace que olvide el dolor de vivir encerrada. No podía negarnos, el era la única persona que me gustaba de todo el mundo.

Cuando llegamos a mi habitación Tom me abrazo y me dijo

- Si te llega a pasar algo no me lo perdonaría, mañana ve a la enfermería a que te cure el brazo.

-No hace falta.

Le enseñó el brazo y no hay rastro de herida alguna, ni siquiera una cicatriz.

-¿Como...?

-¿Recuerdas porqué estoy aquí?

El sonríe y me da una palmadita en la cabeza.

-Que descanses.

-Igualmente.

Mientras se va alejando siento un pinchazo en el pecho, aveces desearía que no fuera tan amable y guapo.

Decido dormir y entro en mi cuarto. La habitación constaba solo de una cama y una nevera donde cada mañana aparecía comida en polvo. Vaya vida, pero no me quejo, podría ser peor.

Me meto en la cama y dejo que mis párpados se vayan cerrando poco a poco hasta caer en un profundo sueño.

True FutureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora