Parte 3

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Elena, el maletín está en el tercer cajón del armario. Tengo que llevármelo. Es muy importante.
Elena se alejó de la puerta, al borde del llanto. El timbre no volvió a sonar. ¿Quién era aquel muchacho? ¿Y si era algún lunático que se había fijado en ella? Si era así, quizá no se conformara con llamar a su timbre por las noches repitiendo aquella historia sin sentido del maletín olvidado. ¿Qué haría si él la abordaba en plena calle?
A la siguiente noche, el incidente se repitió. De forma idéntica a las dos veces anteriores.
Hola Elena. Soy Víctor. Vengo a buscar el maletín que dejé aquí olvidado.
Elena esta vez no le respondió. Estaba ya convencida de que aquel muchacho que decía llamarse Víctor podría suponer un peligro para ella. Pero dudaba que pudiera convencer a la policía de ello. Al fin y al cabo, no era ningún delito llamar a un timbre. En cuanto fue de día, decidió que tenía que hablar con la persona con quien ella sabía que podía contar siempre. Cogió el teléfono móvil y marcó:
¿Sí?
Marta... soy Elena.
¡Elena! ¡Qu... la alegría inicial de la voz de Marta se apagó cuando advirtió que su amiga estaba llorando. ¡Eli,,cielo! ¿Qué te pasa?
Marta, necesito que vengas. Quiero que vengas y duermas aquí, aunque sólo sea una noche o dos. Mientras busco aquí una compañera de piso. ¡No quiero estar sola aquí ni una noche más!
Elena, ¿por qué dices eso? ¿qué ha ocurrido?
Por toda respuesta, Elena sollozó con más fuerza.
Elena, por favor, cálmate. Te prometo que iré a verte allí, como hice antes de Navidades. Y me quedaré a dormir contigo si quieres. Pero sabes que no puedo ir a Granada antes del viernes. ¡Joder, Elena! ¿Qué es lo que pasa?
Te lo contaré cuando estés aquí. Ven, por favor.
El viernes por la tarde estaré allí. Te prometo que iré... ¿Estarás bien hasta entonces?
Sí. Pero por favor, quiero que vengas.

Continúa

El ExtrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora