Lo que se debe Hacer.

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La única vela que había sobre la mesa de la parte trasera de la taberna emitía una luz demasiado débil como para penetrar en la capucha de una mujer que se sentaba allí, sola, mirando las hojas que giraban en su humeante taza de té. Toda su vida había evitado las bandas errantes de gente cuyas ancianas, con los brazos cubiertos de brazaletes, leen el futuro de ingenuos clientes en las hojas de té.

A pesar de su rigurosa educación, Julia habría pagado bien, en ese momento, por tales servicios.

Todas las cabezas se giraron cuando Catherine entró. El uniforme rojo y blanco había desaparecido, pero la capucha y la capa oscuras que vestía transmitían la perturbadora sensación de que un depredador había entrado en la sala. Esa sensación no desapareció a pesar de la sonrisa que ofreció Catherine a Julia mientras se acercaba a la mesa en la que esta se encontraba, deshaciéndose de su capa para mostrar un vestido entallado acorde al estilo local.

Las palabras del joven tabernero salieron de su boca temblando como piedras que bajan una colina:—Buen.. buenos dí... cómo pue... querría algo de... qué pued...

Catherine fijó la mirada en el chico, dejándole tartamudear hasta que terminó la frase.—Vino —dijo, mientras se dibujaba una sonrisa en su boca.

—Claro... ¿y usted, señora? ¿Puedo traerle más té? Eh, ¿no es usted Jul...

Catherine se acercó, colocando la punta de los dedos en la barbilla del joven y girando sus ojos hacia ella.—Vino tinto —murmuró.

Julia soltó un suspiro inesperado mientras el joven tabernero se marchaba.—Oh, buen numerito, Cath. Por favor, hagamos que todos los aquí presentes se acuerden de nosotras tanto como sea posible.

Catherine se burló, fingiendo estar herida.—Eres tan desagradable... Estoy muy orgullosa de mi actuación. Y mira... ¡tachán! —Guiñó un ojo mientras abría los brazos.

Julia se rió, pero el sonido fue quebradizo, como si estuviera luchando para que no se convirtiera en un sollozo.—Tu actuación ha sido tan sutil como un tigre con sombrero.

Ninguna de las dos habló mientras servían el vino. Una vez hecho, Catherine se inclinó hacia delante.—Quiere a los gemelos, Lia, y a ti viva para ir a la guerra antes de que puedas ganarla.

Julia levantó su barbilla.—Gythia me ayudará.

Catherine sacudió la cabeza.—Quizá. Algún día, si el tiempo fuera favorable. Pero la Guardia de las Tormentas está aquí hoy. No pude avisar, tenía a Vyn encima de mí todo el rato. Ahora vigila a tu familia. —Catherine agarró la temblorosa mano de Julia—. Esta misión tendrá lugar está noche. Los gemelos se vienen conmigo de vuelta a Mont Lille.

Julia soltó su mano y miró a una esquina de la taberna, cubierta de telarañas.—No.

Catherine irguió la espalda.—Sabes que habría sido de otra manera si hubiera podido. Pero no hay ninguna alternativa. Te doy mi palabra, Lia, les protegeré.

—¡No! —insistió Julia—. Mi hermana convertiría a Celeste en una tirana y no podrías detenerla.

Catherine abrió las encallecidas palmas de las manos.—¿Entonces? ¿Qué propones? Ardan y tú no podríais derrotar a la Guardia de las Tormentas esta noche, ni siquiera con mi ayuda. Aquellos que no rodean tu granja han hecho barricadas en cada camino que sale de Pompium. Cuando hayamos terminado nuestra misión, desapareceremos. Lia, tu única posibilidad es confiar en mí.

—¿Como hizo mi hermana?

Catherine entrecerró los ojos.—Tú y yo hemos sido amigas desde que éramos niñas.

—Las tres éramos amigas cuando éramos niñas. —De nuevo, un largo silencio las envolvió. Pasados unos instantes, Julia suspiró—. Avisaré a Ardan de que la Guardia de las Tormentas puede estar cerca. Los niños seguirán con su rutina, como de costumbre. Nada parecerá raro desde fuera. Ayudaré a Ardan a escapar con los gemelos cuando ataques.

—No podrás escapar de la Guardia de las Tormentas.

—Hay una manera. Un mago alcanza su máximo poder cuando muere. Cuando me quites la vida, le pasaré mi bendición a él. Él lo conseguirá.

Catherine agarró su vaso de vino. Su voz estaba fría como el hielo.—No lo haré.

—Haz que sea un espectáculo. Crea una distracción.

Los ojos de Catherine se humedecieron y apretó los dientes.—No puedo.

—Y después, corre. No hay nada más para ti en Mont Lille. La Guardia de las Tormentas perseguirá a Ardan; debes escapar y quedarte con nuestros amigos en Gythia.

El vaso que tenía en las manos explotó y una lluvia de esquirlas cayó sobre la superficie de la mesa. Se hizo el silencio en la taberna a la vez que todas las cabezas se giraban hacia Catherine, mientras la sangre brillaba al colarse entre los dedos de su puño cerrado.—Ni tú ni tu hermana habéis considerado jamás el peso de vuestras demandas. —Catherine se quedó estupefacta y parpadeaba con los ojos llenos de lágrimas.

Julia tragó a pesar del nudo que tenía en la garganta. Cogió las manos llenas de sangre de Catherine con toda la paciencia que había adquirido como madre.—Me ha conmovido tu devoción, pero yo no soy una persona. Soy un imperio. —Quitó los cristales de las palmas de Catherine, su voz era un susurro agradable—. Si le entregas mis hijos a mi hermana, convertirá a mi hija en un monstruo, pondrá a mi hijo en la primera fila de su ejército y ganará territorio en la boca de Gythia.Sangre y vino se derramaban en el suelo mientras Julia sostenía las manos de Catherine. De repente, empezó a emitir una luz verde. El poder curativo de Julia aprovechaba la fuerza del halcyon y las heridas se cerraban.—Nunca te sientas culpable por lo que se debe hacer. Y... y... —Julia titubeó y se detuvo.

—Lo haré rápido —dijo suavemente Catherine.

Los hombros de Julia se relajaron. Soltó las manos curadas de Catherine. Se levantaron de la mesa y se quedaron de pie, manteniendo la distancia entre las dos.

Catherine sonrió y tocó la mejilla de Julia con la mano.

—Eh, Lia —susurró.

—Eh, Cath —susurró Julia, con una carcajada y un sollozo atrapados en su garganta.

Catherine irguió la espalda, pestañeó con fuerza y apartó la mano de Julia. Inclinó la cabeza hacia Julia mientras cogía su capa y luego pasó por encima de su propia sangre, atravesó la taberna ante las miradas de los demás clientes y salió por la puerta hasta perderse en la noche.

Continuará...

Catherine LoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora