Prólogo.

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Hay muchas cosas de la vida que no entiendo, inclusive la vida en sí, y una de esas cosas es por qué a veces los adultos rompen aquellas promesas que se supone que deben ser para siempre.

Aún recuerdo cuando era una pequeña bastarda de cuatro años y medio contemplando el matrimonio de sus padres en primera fila. Yo misma les entregué los anillos, uno llevaba un pequeño sol y el otro una pequeña luna, que encajaban a la perfección si los juntabas. En sus votos matrimoniales, ambos juraron: "juntos hasta que el sol y la luna dejen de brillar". Sonaba tan sincero en ese entonces.

Pero luego todo cambió; también mi perspectiva de que las promesas son para siempre. Y sucedió aquella noche...

Eran como las 02:15 am, y yo venía llegando a mi casa con Kayla, mi mejor amiga, de una fiesta de la preparatoria. Estábamos ebrias, y yo no traía mis gafas, así que estaba ebria y además veía borroso. Pero mi grado de alcoholismo no era tan alto como para percatarme de que había un auto desconocido estacionado justo al frente de mi casa, y mi vista era lo suficientemente buena para lograr ver que adentro habían dos personas besándose, para lograr ver que una de esas personas era mi madre, y para lograr ver que el otro tipo no era en absoluto mi padre. Así es, vi a mi madre siendo infiel.

Entonces mi forma de ver la vida cambió un poco, tal vez el amor no es para siempre, pero las promesas deberían serlo; ella misma me lo enseñó cuando era pequeña. Y en esa situación la vi contradiciendo todo lo dicho y lo prometido hace trece años, contradiciéndose a sí misma, qué ironía.

Por otro lado, yo llevaba mi plan de vida algo resuelto. Terminaría mi último año de preparatoria, y en las vacaciones me iría a Londres para cumplir mi gran sueño de entonces: publicar mi primer libro. Si se preguntan, "¿Por qué en Londres?", tengo una cierta fascinación por los ingleses, además, mi objetivo es la editorial donde se publicaron los libros de Harry Potter. Sé que suena un poco fantástico y tal vez no acepten a una chica ingenua como yo pero, la esperanza es lo último que se pierde.

Cuando vi a mamá con ese tipo, no aguantaba pensar que ella andaba por ahí con otro y mi padre no tenía ni idea. Así que muchas veces le pedí, o en realidad, le exigí que le contara todo; y ahí salía ella con su sermón de que "las personas cambian". Bien, ¿no le iba a decir la verdad a mi papá? Pues yo me iría de la casa, disfrutaría no mirarle la cara por un tiempo.

Y esa fue mi decisión: pospuse mi viaje a Londres.

El último mes en la preparatoria no era importante, porque después de los exámenes finales todo el mundo enloquecía con el tema de las universidades y el baile de graduación, era siempre lo mismo. Así que fue justo este mes en el que decidí viajar, mi madre y mis escasos amigos ya sabían el por qué, y la excusa para mi padre era mi optimista expresión de "cuanto antes, mejor".

Entonces aquí estoy, en el aereopuerto, y lo único que pasa por mi mente es cómo será mi vida estos meses en otro continente.

¿Qué es lo malo que podría pasar?

Entre mi vida y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora