El Hoplita

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Desorientado y aturdido, Muriel se levantó del terreno arenoso. Tenía toda la cara llena de arena, y se le había metido por las mangas y los pantalones. Escupió un par de veces para expulsar toda la que tenía en la boca.

Se sentía aun mareado, pero al menos recordaba lo que había sucedido, no perdió la memoria. Había tenido suerte, pues una caída desde esa altura, la conmoción cerebral con su respectiva pérdida de memoria a corto plazo, estaba asegurada.

La mitad de la nave Prometeo se encontraba esparcida a lo largo de un par de kilómetros. El resto de la nave, Muriel no tenía ni idea qué había sido de ella. No le preocupaba la nave en sí, ni la razón del viaje, sino sus tripulantes. Eran tres, Anador y Soliman estaban, para Muriel, desaparecidos.

No sabía qué hacer, se limitó a deambular entre los restos para ver si podía encontrar algo de utilidad, y si podía esperar alguna ayuda a la sombra de algún trozo de Prometeo.

Prometeo había sido la única nave que poseía su empresa en la que había sido contratado apenas medio mes, "Grecia". Aquella palabra carecía de sentido, ni para Soliman, pero sí para Anador quien la había creado y que no soltaba prenda sobre lo que significaba.

La nave Prometeo era una nave comercial de una forma parecida a un navío común de agua pero que surcaba el espacio. Más tarde se enteró, que esos navíos surcaban las aguas en la época platoniana, en nuestro planeta de origen, aquella incógnita.... Todo lo que se pudiera parecer a aquella época se copiaba, pues así se acercaban más a aquel estado perfecto y armónico que predijo su dios Platón. Era un navío muy común de agua, pero no llevaba mástil con la gran vela característica, ni navegaba por el agua. Llevaba un "mástil" corto de acero y en él se asentaba una gran placa solar, Además en la "cubierta" estaba cubierto de planchas de placas solares. En proa se encontraba una gran figura de la diosa atenea. Y la popa, donde se encontraba el timón, Se encontraba una caseta metálica donde se situaba el almacén o las armas que portara la nave, en nuestro caso, lo primero.

Se encontraba no a más de 15 kilómetros de la ciudad más cercana, en el horizonte se podía ver con total claridad. El problema era que el continente en el que se encontraba era casi totalmente desértico, y por ende, la distancia que los separaba aún no había sido terraformada. Podía andar y llegar antes de que fuera aun la hora de comer, pero su accidente no habría pasado desapercibido, y seguramente, algún tipo de rescate estaría en camino y no tardaría en llegar.

No pasó más de 20 minutos cuando un vehículo militar paró en seco a unos metros de él. Después bajaron tres soldados.

Muriel era historiador. Era uno de los únicos de su promoción que había elegido la especialidad de Historia Antigua. Abarcaba el periodo anterior a la fundación de la Repúblika. La mayoría escogía historia vegetal, para recolectar especies prehistóricas e intentar revivirlas genéticamente. La historia de la Repúblika también era de interés general, sobre todo para los políticos. Pero la Historia Antigua, aparte de conocer las diferentes facetas de una civilización llamada "Platoniana", lo demás, carecía de importancia para todo el mundo, excepto para Muriel.

Recapitulando, ver a esos soldados con unas armaduras y armas típicas de los Hoplitas fue un auténtico éxtasis para un historiador, algo que ni en sus mejores sueños y ambiciones podría imaginar.

El sol, en su cenit, les daba de lleno en sus doradas armaduras y bañaban toda la figura de aquellos soldados... ¡Por Zeus! ¡Parecían héroes sacado de la propia Ilíada! Gracias al conocimiento que Muriel tenía sobre la Historia Antigua, podía reconocer con exactitud y asombro, cada parte de su armamento. Sabía a ciencia cierta que un ciudadano normal no podría, ni por asomo, tener una idea de la composición del ejercito de su nación, puesto que la relación con los Oqu'orianos era poco menos que una declaración abierta de guerra, por ello se mantenía en secreto.

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