Despertar

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A Rosetta le gusta remolonear en la cama antes de levantarse, disfrutar de ese calorcito acumulado durante la noche bajo las sábanas. Aprovecharlo para tocarse los muslos con las manos bien calentitas. Es el único momento del día en el que tiene las manos así de calientes y lo aprovecha para pasar de sus muslos a su pubis y juguetear con su pelo. No está segura cuanto tiempo lleva haciéndolo, pero siente como si siempre hubiera estado ahí. Como uno de esos movimientos reflejos que hacen los niños cuando se agarran o se chupan el pulgar.

Hoy se ha levantado sin ganas de dirigirse la palabra. Todavía está enfadada consigo misma tras su torpe respuesta a Marco hace tres días. Tres días en los que no ha sabido nada de él y eso la atormenta, porque en su cabeza todos los escenarios posibles tienen a Marco sin pantalones, rodeado por una marea de mujeres deseosas de su morena piel.

La relación de Rosetta y Marco se podría definir como no existente. Trabajan juntos, se dan los buenos días, se despiden al irse a casa y eso es todo. En el observatorio astronómico no hay mucha gente a la que se le de bien la gente. Rosetta no es una de ellas, a ella se le da mal socializar. De hecho, cuando alguien la escucha, le gusta decir que ella odia a la gente. Bueno, no es la mejor estrategia cuando estás conociendo gente, pero eso a ella no le importa, porque es lo que siente. A ella lo que le gusta son las estrellas. Otros planetas.

Rosetta trabaja como científica en el Observatorio Astronómico de Palma de Mallorca. Su trabajo es observar y estudiar todo aquello que esté a una vida de distancia. Los últimos seis meses se los ha pasado tomando notas de una galaxia a 112 años luz de la tierra. Sus compañeros y sus jefes respetan su trabajo. Es concienzuda y rara vez se le escapa algo. Para ella el espacio es una zona en la que se siente segura, porque en el espacio no hay problemas, no hay malentendidos con otras personas, no hay caos. El espacio es un lugar tranquilo porque no hay sentimientos.

Se prepara una taza de café con esa idea en la cabeza. Piensa si será ese el motivo por el que desde muy pequeña no se ha sentido conectada con nada en su planeta y por eso está buscando fuera continuamente. Ya de adolescente Rosetta empezó a viajar al extranjero en sus vacaciones de verano con la excusa de mejorar los idiomas que estaba estudiando, pero el motivo que de verdad la empujaba era la busqueda de algo que la hiciera sentir en casa, que le diera paz. Muy pronto perdió la sensación pertenecer a un lugar y hasta el día de hoy, no la ha recuperado.

28 años desde que apareció en la Tierra, 17 desde que supo que algo no andaba bien. Con el tiempo se acostumbró a vivir con esa sensación. Nunca se atrevió a contárselo a nadie. Pensaba que sería muy violento decirle a sus padres o a sus amigos que no se sentía conectada a ellos, que le faltaba algo que le hacía sentirse triste la mayor parte del tiempo. Ella les quería, podría haberse enfrentado a un Kraken por ellos si hubiera hecho falta, pero ese vacio no se hubiera ido y, seguramente, el Kraken le hubiera creado alguno hueco nuevo.

Mira el reloj y, como siempre, se le está haciendo tarde cuando se ha levantado con tiempo más que de sobra para ir a trabajar, pero ella es así. Hace poco leyó en el Facebook de una amiga que la gente que llegaba tarde era optimista y que lo eran porque confiaban mucho en sus posibilidades de llegar puntual a un sitio aún saliendo con el tiempo justo e, incluso, cuando era técnicamente imposible que llegaran a tiempo. Esto le hizo recordar que quería borrar su cuenta porque estaba harta de leer gilipolleces de gente con la que casi no hablaba.

Sus motivos eran mucho más mundanos. La mayor cualidad de Rosetta es su imaginación y esto hacía que siempre llegara tarde a casi todos sitios. Ella no necesitaba ver películas para poder ponerse en la piel de otra persona o imaginarse mundos de fantasía. Eso y su facilidad para hilar un tema con otro, hacía que sus momentos de debate interno se tornaran en historias con vida propia. Era como si tuviese acceso a una gran selección de recuerdos de otras vidas, en otros mundos. Esto sumado a su experiencia vital en la tierra, le daba como resultado a un Marco rodeado de chicas con las que no podía competir y que ese era el motivo por el cual Marco no le hacía ni un poquito de caso.

- La vida es una puta mierda - Pensó mientras cerraba la puerta de su casa.

RosettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora