Una vez...

5.7K 232 20
                                    

Letter-Yiruma

Existen personas que nacen con habilidades extraordinarias. Hay muchas otras que todavía no las han descubierto.Y otras tantas que no las aprovechan aun conociendo de su existencia.

Existe un caso en particular. Los excepcionales. Desarrollan con gran medida y perfección la habilidad que le fue otorgada. Sin embargo muchos no han de ser reconocidos. El talento brindado se esconde en el interior de cada uno. No hay persona que no le sea dado. Pero si persona que duda de su veracidad.

Tras el cristal resplandeciente en rayos de luz, un ventanal se alza iluminando el contorno oscuro del curvilíneo piano. Un chico de escasos veinte años con dedos alargados y finos fluye libremente resaltando sonidos que son trasformados en melodías dulce al oído pero con un matiz de tristeza en cada partitura.

La interrupción precipitada de una mirada fija y entrometida. El sonido melodioso hizo cesar. El chico de extremidades ágiles desvía su vista perdiendo su concentración. Al otro lado del cristal un chico de ojos oscuros lo mira atento brotando en sus labios un tímido avisto de sonrisa. Lo que hizo surgir dentro de él un destello de colores apagados e inundados.

La sensación aplastante lo sobrecoge. Pierde contacto con los ojos de sonrisa. Y el sentimiento aplastante desaparece. El sonido del piano se vuelve a escuchar. Pero la distracción en el ventanal no desaparece. No siente la necesidad de desviar la mirada esta vez.

«Willy...» dijo una vez esa voz rasposa con sus ojos oscuros y tenue sonrisa. 

«Sam...» respondió de manera monótona el chico de manos hábiles y fría presencia.

El suave resonar de las cuerdas hacen eco. Su resonancia hace vibrar a quien escucha. Traslada el arte plasmado apto para los oídos. Con sonrisas incompletas, los mismos ojos oscuros encuentra fascinante la manera en la que se desenvuelve el pianista en la sombra de su habitación lo mira desde el ancho ventanal.

Esta vez la dulce melodía se convirtió en sonoros lamentos (The Last Paradise-Yiruma) de un chico silencioso y solitario. De sus ojos rasgados y agotados brota el llanto. El cielo comparte la agonía abrumadora en pequeñas gotas resbalosas que salpica el cristal de sus ojos.

El cielo luminoso de colores azules como profundos remolinos de viento. Pierde luminiscencia oscureciendo hasta la estrella más lejana. Pierde el contraste entre el cielo y la tierra. Se pierde la vida entre la muerte. El chico de manos ágiles de pianista se pierde entre ambos mundos, mirando unos ojos oscuros y sonrisa apagada.

La eternidad se desvanece y joder que el chico habría deseando mantener eterno el sonido constante y calmado que se desborda entre sus dedos. Pero aun no existe retroceso para la muerte y él ya está malditamente perdiendo la batalla.

« ¿Qué pasa cuando morimos? » pregunto una vez dejándose llevar lentamente por los acordes que retumban en su corazón de pianista (Heart-Yiruma). Dejando el momento en el aire del que con ojos oscuros lo escruta.

« ¿Tu qué crees? » susurro embriagándose del corazón palpitante que resuena en su interior. No había desconcierto en sus ojos oscuros por los pensamientos ajenos.

El alma vibrante pierde envergadura. La sonrisa inexistente lo deja en desconcierto. « Creo que nos difuminamos, como los colores... » Aclaro dirigiendo su mirada hacia el contraste de tonos que se desenvuelven entre el atardecer y la oscuridad. «...quizás del más oscuro hasta el más claro y trasparente, como el mar sin tormenta...sin nada más que calma... » «...o al contrario nos convertimos de calma a tempestad.»

«Sin duda somos la tempestad...» suspiro absorto detallando los ágiles movimientos del pianista.

Sabe lo que es sentir, pero se perdió en el vivir. Sus manos tocan sobre su pecho el latente corazón exhausto. Sonriente pierde de apoco risas que lo retuerce. Junto a las desesperantes carcajadas que resuenan en conjunto de dos almas perdidas. Amigos de la vida. Ingrata y delirante vida.

Ajenos al resto, las sonrisas apagadas se encienden como fuegos artificiales en los rascacielos. La luz de velas ilumina estancias y ocasiones sin nombre. Amigos de la vida. Desventura multicolor. Oscura mirada y alma traslucida. Recuerdos imborrables teñidos de cálidos momentos.

«Sam...» la oscuridad brilla atenta en sus ojos al escuchar al pianista deslizarse hasta su lado. «Gracias. » murmura en suspiro que el aire disipa desde lo alto de una azotea. La tenue sonrisa se acentúa en el rostro de hosca mirada. Limitándose a asentir y enredando sus brazos en torno del multicolor desastre que ambos estaban causando.

Beso delicado posando en su frente. Sus dedos se deslizan hasta el mentón inclinándolo ligeramente atrayendo la mirada reservada a la ajena y ensombrecida. Entregándole el inesperado apoyo que envidiaba. Sin una gota de lastima. Sus dedos borran el rastro de lágrimas.

«Alguna vez has sentido que tu cuerpo se muere poco a poco...» comento alguna vez con ojos cerrados. Apoyado en su regazo.

«Pero aun estas vivo...» respondió indiferente. Mordiéndose descuidado el labio.

A la gente le gusta hablar de historia tristes. Un tumor en el cerebro o quizás cáncer. Rumores que Samuel no pudo evitar dejar de escuchar. Guillermo no habla sobre eso. Samuel tampoco le pregunta. No es por amabilidad. Solo es una de las razones por la cual, cuando él le habla acerca de la muerte no responde lo que él quiere escuchar. Eso es porque finge no saber.

Un beso se escurre por sus labios evaporándose silenciosamente en la boca ajena. Un roce amargo y doloroso. Bañado en gotas agridulces. Y caricias insensatas. Desatadas desde las profundidades de un alma en pena. Dentro la oscuridad contenciosa, dirime realidades. Suspiros profanos sobre la piel ardiente del amante inerte. Lágrimas temerosas e insensibles plagados de confusos sentimientos.

«Quisiera que siempre pensaras en mi...» Soltó al viento que tropezaba sobre su rostro. Una vez en la misma azotea, aun cuando el cielo se erguía en tenue oscuridad. El chico de mirada resplandeciente esta vez, lo miraba fijamente. Contemplando. Asimilando. Amando.

«Siempre» logro liberar en suspiro de su inquietante voz. Pero tan cálida y suave al oído del pianista. Compartieron un efímero y fugaz beso. Sencillo y abrumador. Como todo lo que Guillermo le causaba.

Una vez más escucho el resonar del piano. Libre y fantástica. (Letter-Yiruma) Como la primera vez que la dulce melodía lo embriagaba en el azul y empañado reflejo de la noche a través del cristal. Nunca olvidara. La primera sonrisa que le regalo. Ni el alboroto en su interior.

Él sabía no obstante, lo que pronto ocurriría. No era el final de la historia que jamás fue contada. Que él nunca supo. Que él nunca quiso saber. Lo afortunado que la vida fue con su ser. Se guardo oculto dentro del resonar melodioso del excepcional pianista. Sentimientos trasmitidos en la sombra oscura de una sonrisa y unos ojos ilusionados de un chico que siempre pensara en él...

La historia no termina...para la vida eterna en la melodía.

Esta vez Guillermo fue internado.

El día silencioso parecía triste sin el sonido del piano al ser tocado.

El tumor afectaba la parte del cerebro responsable de la memoria. No amenazaba su vida. Guillermo lo sabía. Pero tendría serios efectos en sus recuerdos. Sin saber el paradero de sus memorias. El chico de la oscura mirada dirige su vista hacia las letras de temblorosa caligrafía. Y sus ojos que permanecían brillantes se desvanecen.

Una vez lo vio. Pero nunca lo escucho.Una vez lo escucho. Pero no locontemplo al tocar a través del ventanal desde su habitación. Una vez más lo escucho tocar a un ritmoespecialmente conocido. Pero esta vez el chico de mirada de sonrisa contemplola destreza en la que se desarrollaba el pianista. Una vez sus miradas se intercambiaron. Pero esta vez nunca más sesepararon. Hay amores que duran parasiempre aunque terminen...

Una vez... | One-shot | WigettaWhere stories live. Discover now