Lecciones de Vida

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A lo largo de la vida estamos destinados a aprender numerosas lecciones, todas y cada una de ellas valiosas según la situación que estemos viviendo, Oh Sehun entendió eso desde que era muy pequeño, la primera lección que la vida le enseñó es que no aplica su justicia para todos los seres humanos, esa lección la aprendió a los siete años. Sus abuelos murieron juntos, ambos tomados de la mano, ambos sonriendo, sus padres se divorciaron a la siguiente semana. Lección número dos derivada de la lección número uno: El "felices para siempre" si existe, pero no todas las personas lo consiguen.

Una lección muy importante que Sehun aprende en la vida, es que existen las segundas oportunidades, lo supo en el momento en que su amigo Baek se hizo novio de ese chico de orejas gigantes, la restricción de esa lección es que las segundas oportunidades parecen no aplicar cuando te llamas Oh Sehun, aunque últimamente cree que solamente se tardan más en llegar, porque eso fue lo que sintió cuando entregó a esa pequeña bebé al chico de hoyuelos en las mejillas, y eso es en lo que tiene fe ahora que ha chocado con el mismo chico en el pasillo del hospital. Lección número 38: La vida se toma su tiempo.

Pero para poder hablar de presentes, necesitamos hablar de pasados, el pasado de Oh Sehun no es el más dulce que exista pero al igual que cualquier otro merece ser contado. Sehun es el hijo menor de una familia normal, común y corriente, tenía un tonto hermano mayor que le robaba las golosinas cuando eran niños, un padre que trabajaba demasiadas horas y una madre distraída, Sehun antes era un niño risueño y encantador, pero la sonrisa se desvaneció luego del divorcio de sus padres, no es que le doliera en realidad porque su padre nunca estaba en casa de todas formas, pero a su madre si parecía haberle dolido mucho, se mudaron de casa y la mujer cuando no trabajaba se la pasaba acostada en cama lo suficientemente dopada con antidepresivos como para querer prestarle atención a sus hijos, el hermano de Sehun podía ya valerse por si mismo, pero Sehun no, él aun necesitaba mimos y abrazos y palmadas en la cabeza para felicitarlo por haberse terminado todos los vegetales de su plato del almuerzo y si en casa no conseguía ese afecto lo haría fuera de ella.

Para suerte del menor de los Oh, no fue muy lejos de casa que encontró esas muestras de cariño por las que estaba hambriento, de hecho fue apenas a dos puertas luego de la suya. Una mañana de domingo en que su hermano mayor no le dejaba ver caricaturas en la televisión y su mamá parecía querer dormir hasta pasada la hora del almuerzo, Sehun se puso su abrigo y salió al pasillo que unía a todos los departamentos del piso, estaba aburrido en niveles descomunales, era solo un niño de siete años sin nada para hacer una mañana helada de domingo, pero de repente hubo algo que cambió.

-¡Suena a que se ha fracturado el brazo! Tendremos que ponerle un yeso

-una voz aguda y suave atravesó los oídos de Sehun haciéndole caminar un poco más y dar la vuelta por la esquina del pasillo, se asomó con cuidado y vio en el suelo a un niño de cabello negro, hablaba un coreano muy gracioso y de repente se le escapaban palabras en un idioma que no comprendía, el chico tenía un montón de peluches por el suelo, todos vendados con papel de baño, uno que otro con un parche en el ojo, otro tenía una bandita en la frente, Sehun quiso ver el rostro del niño pero éste estaba cubierto por un cubrebocas blanco, tenía puesto un estetoscopio y fingía escuchar el corazón de un oso de peluche, aunque alguien debía decirle con urgencia que el corazón no se encontraba en el hombro, Sehun sonrió divertido por la escena

-¡santo cielo! ¡Suena terrible, tendremos que quitarle el brazo completo!

El grito inesperado del niño hizo saltar a Sehun y aquel movimiento fue lo único que hizo falta para que el otro chico descubriera el escondite del niño sin sonrisa

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⏰ Última actualización: Jan 26, 2016 ⏰

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