Capítulo único

936 18 1
                                    

Era de noche. Las 23:30 aproximadamente.
Las calles de la ciudad se encontraban abarrotadas de gente y se podía percibir un dulce aroma a algodón de azúcar. Al parecer el festival de fin de año había empezado.
Así que, como todavía no habían llegado mis amigos decidí ir a comprarme un poco de aquel algodón que tanto me gustaba. Al tenerlo en mano me lo fui comiendo poco a poco para poderlo saborear mejor y, para pasar el rato, di una vuelta por los alrededores para ver como era el festival. Realmente me emocionaban los festivales, estaban llenos de alegría, diversión y sobretodo comida. Me encantaba.
De repente oí a alguien llamarme. Con la mirada busqué quién era pero había mucha gente y no pude saber.
A los pocos segundos volví a oírlo y al fin pude ver que eran mis amigos. Y ahí me di cuenta. Se me había olvidado que los tenía que esperar.
-Idiota, estábamos preocupados.- me replicó Sara. Al instante bajé la cabeza y me sentí mal por haberlos preocupado.
-Lo siento- me disculpé.
-Bueno, no pasa nada- dijo Nil mientras me daba unos pequeños golpecitos en la espalda- Como ya está solucionado, ¿por qué no damos una vuelta?- sugirió después a lo que a todos nos pareció bien.
Fuimos de tienda en tienda, observando mientras conversábamos sobre como de rápido había pasado el año.
Hacia las 23:45 decidimos ir a un pequeño mirador que se encontraba no muy lejos de ahí para poder disfrutar de los fuegos artificiales que empezaban a las 24:00.
Cuando llegamos faltaban 5 minutos para la hora, por lo que nos acomodamos y esperamos impacientes a que comenzara. A los 10 segundos de que fueran las 24:00 empezamos a hacer la cuenta atrás.

10
9
8
7
6
5
4
3
2
1

Un leve estruendo se oyó a lo lejos y una luz brillante se abrió en el cielo. Fue precioso.
De repente la brisa que soplaba paró en seco y un escalofrío recorrió mi columna. Los pelos se me pusieron de punta y tuve un mal presentimiento.

Una gran bandada de pájaros salió de entre los árboles sorprendiéndonos tanto a mis amigos como a mí y seguidamente un grito agudo y espeluznante se oyó haciendo que al instantante nos tapáramos fuertemente los oídos.
A los pocos segundos este paró y, sin tener tiempo a pensar en alguna razón lógica a lo que estaba sucediendo, oímos otros gritos pero estos provenían de la ciudad.
Bajamos corriendo para ver que sucedía y al llegar nuestros ojos no hicieron creces de lo que estaban viendo.
Las calles estaban cubiertas de sangre y se podían divisar cuerpos desmembrados por todas partes como si les hubieran arrancado las extremidades sin piedad. Tripas, órganos, brazos, piernas, tirados como basura.
¿Quién había podido hacer tal masacre en tan poco tiempo? Era demasiado irreal...
Las ganas de vomitar empezaron a ser insoportables y cuanto más observaba mis alrededores más incrementaba mi asquedad.
Horror, miedo, asco, es lo único que podía sentir en aquel momento.
Aquello era un infierno.

Todavía me encontraba de piedra sin saber como reaccionar y aguantando las ganas de vomitar, cosa que algunos amigos mios no pudieron soportar cuando de lo alto de un edificio la cabeza de una niña, llena de aparentemente mordiscos, cayó como si hubiera sido arrojada.
Su rostro era irreconocible.
Todos dirigimos la mirada a lo alto de aquel edificio y, mientras divisábamos una sombra a la cual se le podían distingir unos grandes dientes puntiagudos cubiertos de la sangre de aquellas personas a las cuales había asesinado y devorado, el horror de apoderó completamente de nosotros.
Algunos intentaron huir, otros su cuerpo no les respondía. Digo intentaron porque al mismo tiempo en que empezaron a correr aquella bestia se les arrojó al cuello mordiéndolo con tal fuerza que se escuchó el romper de éste. Después de aquello volvió a emitir aquel sonido estridente que habíamos oído minutos antes como si nos diera un aviso y dió un gran salto para quedar enfrente de los que quedábamos.
Un ser de más de dos metros, escamoso y de piel de color carbón, de grandes ojos inyectados en sangre, con unos dientes como sierras y unas garras como cuchillas fue la bestia que se nos había mostrado y la que había matado todo ser viviente de aquella ciudad y los siguientes... éramos nosotros.
No había escapatoría. Estabámos condenados.
A los pocos segundos de pensar en eso mi vista empezó a ponerse borrosa y poco a poco fui perdiendo el conocimiento hasta que caí al suelo inconsciente.
Lo último que recuerdo es escuchar los gritos de mis amigos al ser asesinados y devorados por esa bestia y después un silencio inquietante que me rodeó por completo.
Luego de aquello me desperté en un hospital con pequeñas contusiones en las extremidades y en la cabeza.
Me sentía confusa y no recordaba nada de lo que había pasado. No obstante, poco a poco los recuerdos fueron apareciendo en mi mente y cuando volvieron por completo lo único que pude hace fue gritar y sollozar descontroladamente.
No tenía familia ni amigos. No tenía a nadie en quien confiar.
Esa horrible experiencia marcó mi vida para siempre y no volví a ser la misma de antes. Pero había algo que me desconcertaba. ¿Por qué no me mató?

Una noche inolvidable (One-shot +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora