Los ojos de un gato.

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Maúllo. Maúllo de nuevo. Maúllo por tercera vez y me rasco la oreja con mi peluda pata. Me estiro, levantando mi trasero del pavimento y ando un rato. Ando yendo al único lugar donde me dan de comer porque tengo hambre. Ha oscurecido y apenas vería nada si no fuera porque mi vista gatuna me permite ver en la oscuridad. Ando un buen rato hasta llegar a una pequeña plataforma donde salto elegantemente para volver a dar un bote con mis patas traseras y llegar a lo alto del muro que separa la calle del terreno de la casa de Frederick. Busco alguna rendija luminosa que dé acceso a su casa mientras ando por el borde del muro, con cierta agilidad y coquetearía. Encuentro una ventana abierta, donde se puede ver el interior.

Únicamente parece que estén iluminados por la luz de una mísera bombilla y encuentro a Frederick en el interior, hablando con alguien. Es él. Nolan creo que se llama. No estoy seguro. El caso es que ese humano ha estado visitando mucho a Fred los últimos días. Es simpático. Cuando me ve, sonríe, me llama y, si voy, me acaricia las orejas y la barriga si me tumbo en el suelo.

Me preparo para saltar tanteando el suelo con mis cuatro patas y caigo en el suelo en una caída perfecta e impecable. Me sacudo y tanteo la hierba antes de llegar a la ventana, la cual alcanzo sin apenas esfuerzo. Me asomo un poco más para verlos a ambos, besándose, empotrados contra una pared, como si fueran a fundirse con ella. Se mordieron y se manosearon hasta hartarse, pero sin acabar de quitarse la ropa. Nolan se muestra algo reacio para ir más allá, creo que está molesto por algo, ya que se niega a los caprichos de Fred.

Entonces, maúllo.

Y ambos me miran. Nolan con cierta sorpresa en sus ojos y Fred con un instinto asesino que casi puedo oler con mi desarrollado olfato gatuno. Pero no me da miedo, Fred nunca me haría daño. Es solo que les he interrumpido, pero es que tengo mucha hambre.

A Nolan, de todas maneras, le hago un favor, porque ante la distracción de Fred al mirarme, consigue escabullirse de su agarre y se coloca la camisa ahora arrugada. Maúllo otra vez y muevo la cola a ambos lados. Me dispongo a entrar dentro y, de un salto, ya me encuentro en el suelo de la casa, tapizado en un bonito color verde, blando y cálido. Hace que me entren ganas de clavar mis uñas y afilármelas en él pero no puedo hacerlo, a Fred le cabrea que lo haga. Me acerco a los pies de Frederick y, en un suave ronroneo, me restriego por sus tobillos. Maúllo de nuevo. Quiero comer.

– Miau, miau – me imita Fred con cierta molestia. Está de mal humor porque Nolan no le quiere hoy – Ya te doy de comer, maldito gato.

Sigo sus pasos a la cocina y le miro con impaciencia. Nolan me sigue y, cuando me siento esperando mi comida, me acaricia entre las orejas, haciendo que mi cabeza siga el movimiento de sus dedos. Que me rasque es tan placentero... hace que ronronee.

– ¿Porqué lo cuidas?

– Qué sé yo. Porque viene.

– Viene porque le das de comer.

– No me molesta darle de comer.

– Quien fuera gato...

Maúllo para decirle a Nolan que ser gato no es gran cosa. A mí me gustaría ser humano y hacer las cosas que hacen Nolan y Frederick. Pero Nolan sonríe con cierto encanto y acaricia mi lomo. No me entiende.

Frederick suelta un suspiro y deja un plato con las sobras de la comida de hoy en el suelo, a mi alcance. Me abalanzo sobre la comida y comienzo a comer. Es delicioso.

– ¿Está bueno, Jerk?

– ¿Jerk?

¿Jerk? ¿Se refiere a mí? Nolan me acaricia un poco más mientras como.

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