Simple curiosidad.

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─Y la muy zorra va y me dice que no. Que es ir muy rápido. Será calienta braguetas...

El receptor se limitó a reír ante el enfado de su amigo. Los ojos verdes zigzaguearon hacia la sonrisa de Mashiro, el cual le devolvió la mirada desde una posición más baja.

─No te rías, te hablo bien en serio. Me dejó ahí con todas las ganas.

─Siempre acabas quejándote de todas.

─¿Y tú qué? Con esa... ¿cómo se llamaba? La rubia.

─Mm... ¿Aika? Bah.

Mashiro encogió sus hombros semi─morenos y metió las manos en los bolsillos.

─¿Cómo que «bah»? ¿No hicisteis nada?

─Nada de nada. No era mi tipo.

─¿Tipo? ¿¡TIPO!? ¿Pero tú veías sus grandes...? - Ayame gesticuló de forma exagerada la zona de su pecho haciendo grandes óvalos.

Mashiro rió antes de responder.

─Era lo único que tenía grande.

─¿Y qué más quieres?

─No voy a follarme a nadie con la que no pueda tener una conversación mínimamente interesante.

─Eres imbécil. Esa sí se te lanzaba al cuello. Seguro que no te hubiera dejado a medias como la mía. Arg. Menudo chasco.

Los dos jóvenes andaban paulatinamente, sin prisas, sin descansos, hacia un rumbo al que ambos conocían muy bien: la casa de Ayame. Volvían de su instituto, dónde cursaban segundo de preparatoria. Ambos en sus dieciséis primaveras, no tenían nada que hacer más que berrear sobre chicas y más chicas, sobre videojuegos o cualquier cosa poco importante.

Ayame era un joven más bien tirando a la edad del pavo. Sólo tenía ojos para las chicas y sus perfectos y voluptuosos cuerpos -o las que los tenían─. Los videojuegos eran su rutina diaria cuando no perdía el tiempo con una o con su amigo de toda la vida. Era alto, delgado y se le daban bien los deportes, aunque no le gustaran demasiado. Era un chico que prefería vivir la vida al momento que perderla para un posible futuro. Ojos verdes, piel pálida y cabello castaño con modernas mechas claras lo hacían un tipo muy atractivo a pesar de ser considerado por muchas como un mujeriego pervertido que prefiere una noche a una relación seria. Aunque, en el fondo, era muy romántico, cosa que ocultaba con todo su ser, le parecía demasiado femenino.

Mashiro, al contrario, era el amigo del guapo, el empollón, el serio... No es que fuera menos atractivo físicamente: piel semioscura y cabello negro como el azabache lo hacían alguien muy peculiar; sin embargo, su mirada ambarina y analizadora asustaba a las chicas lo suficiente como para evitar intentar hacerle una mínima picardía. No es que fuera más serio que su amigo, simplemente le habían inculcado otra teoría de la vida: prefería tener un futuro estable antes que vivir el día a día sin importar que pasaría a la mañana siguiente. Prefería ser precavido, aunque guardaba sorpresas algo inesperadas en un tipo como él, como hacer surf: su gran pasión.

─Pues me he quedado atascado ahí.

─¿Y por eso me invitas a tu casa? ¿Para qué te desatasque?

─Bueno, tú eres mucho más listo que yo, así que quizá puedas ver algo que yo no veo.

Mashiro suspiró, enarcando una ceja.

Ayame sacó las llaves de su casa frente a la puerta, sin dejar de hablar del juego que se estaba pasando en ese momento.

─Pues eso, he intentado mil cosas, pero nada - abrió la puerta y dejó pasar a su amigo─. ¡Ya estoy aquí! - vociferó.

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⏰ Última actualización: Mar 04, 2018 ⏰

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