Don't

439 57 99
                                    

Uno.

La primera vez fue la más compleja. A Eduardo se le salía el corazón del pecho y le sudaban las manos.

Quizá era algo muy extraño, ellos, ambos hombres, sentados en una cama de la habitación de uno de ellos, viendo Los Soprano mientras comían la pizza que fueron a buscar horas antes.

Bueno, eso no era lo extraño de la situación. Lo extraño era que a Eduardo le gustaba estar así. Le gustaba estar ahí (y no por Los Soprano, exactamente). Le gustaba estar con él, juntos en un espacio reprimido y pequeño como lo era la cama. Cerca, tan cerca.

Le gustaba él.

Dos.

Ya luego de eso se le hizo complejo mirarlo a la cara.

No era sano, se decía. Él tenía pareja, eran felices juntos y se querían.

No importaba cuanto le gustara, él no podía intervenir.

No debía intervenir.

Tres.

Hubo un día en que simplemente lo miró. Lo miró por horas y segundos y fracciones de años luz, por el simple hecho de querer mirarlo.

Él había volteado justo con Eduardo mirándolo. Eduardo bajó la vista en ese mismo instante. Él sonrió.

—¿Qué pasa bebé?

Eduardo quiso golpearlo por decir eso justo cuando aún estaban en clase. Y porque era un apodo tan empalagoso que le dolía fuera de broma.

Negó con la cabeza.

—Nada. Tengo sueño. No dormí bien anoche.—mintió.

Eduardo vio por el rabillo del ojo como el chico asentía.

Se quedó mirando al suelo por un rato más hasta que volvió a mirar al chico.

Ya no le gustaba, ahora lo quería.

Y se asustó.

Cuatro.

Habían ido de fiesta todos juntos junto con otros amigos.

Estaban ahí, hablando, mientras otros chicos bailaban y bebían cerveza.

Eduardo tomó un sorbo de la suya mientras miraba al Maxi.

Estaba discutiendo con su pareja. Eduardo no se hacía una idea del porque, cuando la chica siempre se mostró tan dulce y buena.

Bebió otro sorbo de cerveza y desvío la vista, volviendo a concentrarse en la conversación.

Solo pudo pensar, durante toda la noche, que si el Maxi estuviera con él, nunca lo haría molestarse así.

Cinco.

Estaba solo en su casa mientras veía la tele en la sala. Había terminado de estudiar hace una media hora, y ahora solo vagaba en su casa.

No tenía idea de lo que veía, quizá era el Nat Geo, quizá el History o hasta E!, ese horrible canal basura que su madre adoraba.

No tenía ni la más mínima idea de lo que la pantalla transmitía, quizá porque estaba muy ocupado pensando en él y cuanto lo quería.

Estaba acabado. Nunca podría decirle que lo quería, eso acabaría con todo. Tampoco podía abrazarlo o insinuar algo.

Sólo le quedaba esperar.

Seis.

Un día la espera lo iba a matar, lo sabía, lo tenía muy claro.

Lo que no sabía era que moriría tan pronto.

Maximiliano y su pareja estaban por cumplir cuatro años, y todos querían hacer una fiesta explosiva para ambos.

Eduardo solo sonrió al oír eso.

Siete.

Recibió una llamada a las tres de la tarde.

Era Maximiliano, casi desesperado, dolido. Eduardo pensó que sollozaba.

Le besó la frente a su madre y salió corriendo a la casa de él, donde su hermana menor le abrió y le indicó que estaba en su pieza.

Ahí estaba él, quieto, con la vista baja, quizá temblaba, o quizá era Eduardo quien temblaba, con los ojos aguados y el corazón en mano.

No quería verlo sufrir.

Ocho.

Su pareja había terminado con él. Lo había dejado por otro hace tres días. Nadie sabía sobre eso. Su familia pensaba que simplemente se acabó el amor y ambos decidieron terminar.

Maximiliano sufría. Eduardo sufría.

Y se dio cuenta que la espera no era lo único capaz de matarlo. Que el dolor del otro lo podía herir aún más que el tiempo.

Que él lo mataba.

¿Cuán suicida era para quedarse a su lado, abrazándolo e intentando consolarlo, aún cuando se quemaba por dentro, se moría?

Nueve

Con un Maximiliano herido y él roto por dentro, Eduardo entendió que habían más cosas que lo podían matar además de la espera.

Así que tenía una lista con todas las cosas que, hasta ahora, podían matarlo.

La espera.

Él.

Y no se le ocurría nada más aparte de eso que estuviera fuera de lo normal.

Quizá...

El sufrimiento.

El (des)amor.

Diez.

Todos estaban contentos.

Al paso de unos meses, Maximiliano consiguió una nueva pareja, Andrea. Preciosos pares de artistas.

Eduardo estaba feliz. Bueno, feliz no, pero estaba tranquilo. Parecía feliz junto a ella.

Sus sentimientos poco servían. Poco ayudaban. Estaba muerto. La espera, él y el desamor ya lo mataron.

Lo irónico era que no le importaba estar muerto mientras él estuviera bien.

Quizá ya era hora de avanzar.

+ 1

Su primer día de segundo año de Universidad fue, bien, raro.

Se hizo complejo todo de alguna manera. Extrañaba las vacaciones.

Pero ahí estaba.

Necesitaba un nuevo comienzo.

Ese era su nuevo comienzo.

Quien sabe, quizá podría hasta revivir.

....

Si llegaron hasta aquí, quiero decir que gracias por leer c: este es de los pocos proyectos personales que me llenaron (aunque no sea la gran cosa, significa mucho para mi).

Así que gracias por estar aquí, pequeño saltamontes.

Loh leemoh<3

Don'tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora