Capítulo 1: Desolación

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Sentando en mi cama estaba yo, contemplando la silente e imperturbable soga que tenían sujetada mis huesudas manos, era lógico, ya que hace mucho que no comía. Me sentía como una gacela rodeada de 20 leones hambrientos, sin salida, sin salvación, sin nada que perder porque mi destino ya estaba atado a la muerte.
Después de tanto dolor, tanto sufrimiento, mi corazón ya no tenía forma, había sido tan maltratado que solo podía compararse con la muerte de Jesús en el calvario, si es que la tuvo, como dicen muchos. Quizá algún día si creí en él, pero ya nada era seguro, la vida es un campo minado, no sabes cuando darás un mal paso y saldrás disparado hacia un nuevo sendero, no sabes si ese camino te llevará al fracaso o a la prosperidad.
Después de tanto solo llegué a una conclusión: Nacimos para morir, después de sufrir. Cruel pero cierto.
Escribí la última página de mi diario electrónico, decía:

Querido diario:
Ya no me quedan fuerzas, no puedo seguir con esto. Lo intenté, intenté vivir en este infierno disfrazado de paraíso, intenté sacar miel dentro de un panal repleto de abejas. No sé que hice mal, no sé si me merezco esto, no sé si todo lo que pasó fue real o si solo estoy soñando, ya quisiera que solo fuese eso: Un sueño.
Mi último deseo es descansar sin sentir estos mil cuchillos que atraviesan lo que queda de mi corazón, y esta es la única posible opción que me llevará a ese único deseo.

Escribiendo aquellas últimas palabras trataba de recordar la última vez que tuve esa sonrisa de mejilla a mejilla, esa sonrisa que te hace sentir que todo irá por buen camino, que te hace caminar confiado aunque no veas ninguna esperanza. Solo recordé que ella fue la última en provocarla en mí. Seguía pensando cuando a la vez llevaba la soga a mi cuello listo para cumplir mi último deseo convencido de que era lo mejor ...

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