Capítulo 2: Primer día

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- Michael, no me hagas ir con una jarra de agua helada como la última vez. - dijo amenazante, mi madre.

- ¿Por qué la agresión?. - contesté riendo. Esa ya se había hecho una tradición el primer día de clases, ya que tenía complejo de oso en invierno, según ella. Me entendería si le dijera que me dormí a las 3:00 a.m. por andar con el móvil, pero eso sería un suicidio. Escuché pasos, ¡Diablos! Era mi madre. Gracias a Dios que dejé la puerta con seguro. Abre la puerta. - dijo ella vociferando.

Perdido en un universo paralelo, dejé de contemplar mi zapato , y comencé a vestirme mientras le inventaba la excusa a mi madre de que la cerradura estaba fallando mientras hacía sonidos extraños para que suene más real. Vaya que fue efectivo.

- ¿Qué pasó mamá? - dije aliviado al abrir la puerta.

- Supuse que seguías acostado. - contestó sosteniendo una jarra con hielo rehusándose a creer que no me la podría lanzar hoy.

- La suposición es el origen del fracaso, madre. - dije con una sonrisa burlona dirigiéndome rápidamente hacia el comedor. Amaba decirle esa frase, me sentía realizado. Lo sé, estoy chiflado.
Amaba ir temprano el primer día de clases. Después de un par de meses, los cuáles los sentí como un par de años, por fin volvía. Risas, juegos, travesuras, la escuela es definitivamente lo mejor. Después de estudiar tanto tiempo ahí, se podría decir que tenia mi lugar, siempre estuve en los primeros puestos, destacaba en deportes y el grupo de amigos al que yo frecuentaba era de los más populares.

Me senté alrededor de la mesa sorprendido al encontrar un plato con 5 piezas de pollo. Oh sí! Sus deliciosos nuggets. Era obvio que eran de mi padre. Se supone que todos son iguales y tienen los mismos ingredientes pero esos eran de otro planeta.
Al terminar de comer, tomé mi mochila, y despidiéndome de mis padres con una amplia sonrisa me dirigí al paradero del autobús.

Pensaba que me depararía este nuevo año escolar, no lo sabía y eso era lo más emocionante. De pronto, ya esperando el autobús, mis pensamientos se disiparon al ver ese rostro pecoso sonriente que caminaba en mi dirección. Debe ser nueva, pensé, seguro se acaba de mudar. Me quedé paralizado. Su hermosura me intimidaba sin siquiera mirarme. Se colocó detrás de mí. Crucé los brazos. Luce muy serio. - pensé. Puse mis manos en mi bolsillo, pero, ¿Y si piensa que lo hago solo por moda? - me pregunté. Reía en mi mente, no podía comprender que era esto que sentía.
Hasta que el autobús llegó y salvó mi "reputación", cuando de pronto pensé:

-¿Y si pensó que soy inseguro por mover tantos mis brazos? Seguro piensa que soy raro. - pensaba al suspirar sin considerar que ella aún no tenía idea de mi existencia.
Nunca me había puesto tan nervioso al ver a una chica. Siempre he sido tranquilo y ninguna me había provocado tal cosa, debe ser la adrenalina por el primer día, mis hormonas andan locas, si eso es.

La escuela había cambiado mucho desde el año pasado. La habían pintado de azul y gris, ¡Genial! Ahora parecía un reformatorio, aunque no se veía mal. Dirigiéndome rumbo al salón de clase, escuché: ¡Hey, Mike!
Era Matt, mi mejor amigo, lo conocía desde que teníamos siete años, una amistad irreemplazable y una de las mejores que había tenido, eramos como pulga en panza de perro callejero. A veces yo era la pulga y él, el perro o viceversa.

- No sabes cuánto te extrañamos cuando estuviste en Miami de vacaciones, no se puede tirar globos de agua y pintura a las parejas por San Valentín o lanzar pasteles desde lo alto de un edificio abandonado a la gente que pasaba por ahí sin ti. También es divertido hacerlas solo con Sean, Peter, Ellie y Sam pero contigo es otra cosa hermano. Te echamos de menos. - dijo Matt con una voz algo nostálgica.

- ¿Y crees que yo no, idiota? .- respondí con una sonrisa evitando ponerme sentimental. Ya vamos a clase que llegaremos tarde.

Odiaba ser tan sentimental, lo era cuando tenía que serlo, pero ellos me conocían y sabían que amaba a ese grupo de la infancia, aunque no lo había dicho nunca de esa manera, eran como los hermanos que nunca tuve. Sé que dicen que no se debe confiar en el ser humano al cien por ciento, porque los humanos son traicioneros y débiles por naturaleza, pero no me importaba si era con ellos o mi familia. Sabia que los tendría siempre a mi lado.

Sin titulo por ahoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora