21 de diciembre

170 22 17
                                    

21 de diciembre; un día alegre y emotivo, pero triste y doloroso al mismo tiempo.

Me levanté algo cansado puesto que no había dormido bien. Me vestí y desayuné. Cogí las llaves de casa y salí de ella con mi perro Kookie.

Hola, mi nombre es Min Yoongi. Tengo sesenta y cinco años y estoy enamorado. Sí, estoy enamorado de la misma persona que hace cincuenta años. Lo conocí cuando tan solo tenia quince. Caí rendido a sus pies por esa sonrisa tan perfecta y esos ojos magníficos que siempre que me miraban, hacían que donde fuese; en la calle, en casa, en el instituto... todo lo que se encontrara a mi alrededor desapareciese y solo estuviéramos ahí nosotros dos. Solo él y yo. Solo su alegría envolviendo cada estancia por la que pasaba, y yo, con esa cara de tonto enamorado que se me hacia con sólo mirarlo. A él, solo a él y siempre a él...

Caminaba por la ciudad de Seúl. Por las calles ya se podía oler a Navidad. Las casas estaban adornadas. Las tiendas, con estantes también adornados, estaban abarrotadas de gente que compraba. Había niños con sus madres. Había también grupos de jóvenes riendo. Gente que solo iba pendiente de sus móviles y aparatos electrónicos. También podía observar a personas mayores, sentadas en bancos. Había personas paseando a sus mascotas.
Pude observar, que todas esas personas, estaban felices.

Decidí coger un camino por el cual siempre íbamos nosotros dos. En ese camino, que cruzábamos todos los días para ir al instituto, había descubierto cosas que nunca pensé que averiguaría de él. Aprobechábamos esos minutos de caminata, para contarnos nuestro día a día,  las cosas que nos preocupaban; o simplemente estupideces y locuras que habíamos hecho a lo largo de nuestras vidas. Ese fue el camino que recorrimos, para llegar a conocernos intensa y profundamente....

Kookie empezó a correr para llegar a una explanada. Ese sitio asqueroso, vacío y lleno de porquería; había sido tiempo atrás, un magnífico jardín con millones de flores preciosas. En ese jardín, nos tumbábamos todas las tardes a la salida del colegio. Hablábamos de cosas sin sentido y jugábamos. Solíamos jugar con el balón. Reíamos y bailábamos. Él me mostraba lo que hacía con su cuerpo, cosas que habría considerado imposibles de hacer. Bailaba como nadie, y cantaba... dios, como cantaba. La primera vez que lo hizo quedé maravillado de su preciosa y angelical voz. Su voz, sus movimientos, su sonrisa, su perfecta forma de ser. Él era perfecto, y lo mejor de todo,es, que era mío...

Estuve un rato jugando con mi querido perro Kookie con el balón; tal y como hacía con mi mejor amigo, mi compañero de clases y bromas, con mi novio y el amor de mi vida...

Seguimos hasta llegar a una especie de escuela derrumbada. Ya no quedaba nada de ese sitio al que íbamos juntos todos los lunes y miércoles después de clases a las cinco de la tarde. En esa escuela de música fue dónde nos conocimos. Allí empezamos nuestra gran amistad, cantando. Él cantaba y yo rapeaba. Él cantaba y yo lo observaba. Él cantaba y yo, me enamoraba...

A lo lejos de la calle vacía,  había una fuente que, aunque parezca mentira estaba en perfecto estado. Recuerdo como si fuera ayer lo que ocurrió en esa fuente: Salíamos de clase de canto y decidimos ir a dar un paseo antes de marcharnos a casa. La calle estaba llena de alumnos del conservatorio que acababan de terminar las clases, al igual que nosotros. No se con qué, tropecé y caí al suelo de la peor manera posible. Me manché toda la ropa y todos empezaron  a reírse de mi. Me sentí muy avergonzado, pero no de que toda esa gente me hubiera visto, sino de que él lo hubiera hecho. Sin embargo, hizo todo lo contrario a lo que tenía en mente; me levantó y me dedicó una de esas dulces sonrisas que me derretían. Una sonrisa que decía "tranquilo, aquí estoy yo y nunca te dejaré.". Me cogió de la mano, ante la mirada atónita de todo el mundo y me llevó a la fuente para limpiarme la cara y lo que pudo de mi ropa. Yo no podía dejar de mirarlo, era demasiado bueno para ser verdad. Me acompañó a mi casa y se despidió de mi con un corto beso en la mejilla y me dijo "nos vemos mañana mi azuquitar". Ese día comprendí que era lo mejor que me había pasado en la vida, y que por mucho que me cayera, él estaría siempre ahí para levantarme...

Kookie bebió un poco de agua y nos marchamos. Seguimos caminando mientras yo le lanzaba la pelota. Minutos más tarde llegamos a nuestro destino, donde él, mi amado, se encontraba. Kookie empezó a correr hacia él y yo le seguí al ritmo que mis piernas desgastadas me lo permitían. Al llegar allí una lágrima recorrió mi mejilla y cayó sobre él; bueno, donde se encontraba ahora mismo mi amor, mi compañero, mi vida, la única persona a la que amé, amo y amaré por siempre y para siempre. Kookie parecía tan triste como yo, incluso juraría que lágrimas salían de sus ojos mientras aullidos de dolor lo hacían de su hocico.

Park jimin, eres lo mejor que me ha pasado. Desde que ya no estas, ya no vivo; poque eres mi vida. Contigo, he aprendido cosas que nunca pensé que aprendería. He aprendido a reír, a jugar, e incluso me has enseñado a bailar. Me has enseñado que aunque te caigas cientos de veces siempre va a haber alguien ahí para levantarte, limpiarte y curarte las heridas. Tu eres ese alguien. Se que eres el mejor regalo que la vida me ha podido dar y que aunque ya no estas aquí, con kookie y conmigo, siempre estaremos juntos. Siempre me repito esto y creo que es lo que me da fuerzas para seguir en este mundo.
Siento haber sido tan cobarde, debería haberme ido contigo, pero tengo miedo de dejar a kookie solo y sin familia. De todas formas, seguro que dentro de poco nos reencontraremos y seguiremos con nuestra humilde e increíble historia de amor. También siento no haber estado a tu altura, porque como tú no hay nadie. Pero que sepas que te amo Chim Chim, y eso no cambiará nunca. Nada ni nadie nos podrá separar. Siempre juntos amor mío, siempre.

21 de diciembre; cincuenta años juntos, dos desde tu muerte.

21 De DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora