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—Así que fue culpa tuya todo el alboroto de anoche —Mara me mira casi con respeto—. Saúl estaba desquiciado y ahora sé por qué. Ha perdido El Libro. Bueno, lo tiene más que merecido después de lo que le ha hecho a Andy.

Esa mañana, Saúl había estado de todos los humores menos calmado. Había reunido a los chicos mayores más fuertes para que le ayudaran a registrar el campamento y el terreno alrededor de la mansión (sus compinches, como Colin siempre los llamaba). Los chicos musculosos que no tenían ni la fuerza ni la inteligencia necesarias para alcanzar el poder ellos mismos y seguían a ciegas al líder que les daría un sentido en la vida.

Me había topado con Mara de camino a la cocina y ahora estábamos sentadas debajo de un viejo roble delante de la casa, desayunando y hablando entre susurros. Ya le había puesto al día en un montón de cosas (mi descubrimiento del hombre cautivo en la bodega de la mansión, El Libro, la carta de mi abuela...), pero aún no le había hablado sobre lo más importante. Ni a ella ni a nadie, en realidad.

—Tengo que decirte algo gordo —siseé, mirando preocupada alrededor antes de decir una palabra—. Verás, no escondí El Libro en el Muro. Me tropecé con un Loco en el bosque. Tenía nuestra edad y se lo llevó. Me prometió que lo mantendría a salvo por mí. Ahora lo tiene en su aldea, donde Saúl jamás podrá encontrarlo.

Mara casi se atraganta con su sandwich de pescado ahumado, mirándome fijamente con los ojos como platos.

—¿Tú qué? ¿En serio? ¿Cómo era? ¿Daba miedo?

—Bueno... mmmmm...—empecé, sopesando su pregunta con la mirada al frente. Tenía que concentrarme para recordar su cara y determinar si mi mejor amiga la consideraría una cara terrorífica. Sé que yo no lo hago. Sus ojos marrones parecían amistosos con esa extraña luz que llevaba consigo y tenía un hoyuelo en la mejilla que aparecía cada vez que sonreía. Su pelo era rubio claro. Nadie a nuestro lado del Muro tiene el pelo tan claro. Definitivamente era guapo, un poco arrogante para mi gusto.

—Ahem —Mara tose, mirando a los lados con una gran sonrisa en la cara—. ¿Vas a responder a mi pregunta o vas a quedarte ahí todo el día fantaseando Locamente?

—No estaba haciendo eso —protesto—. Sólo estaba pensando.

—Sí, claro. ¿Con esos ojitos soñadores? No lo creo, señorita —Mara me pincha con el dedo en las costillas—. Así que, ¿lo vas a compartir conmigo? ¿Puedo verlo?

No puedo reprimir una sonrisa.

—Claro que puedes. Él es muy diferente a los chicos de aquí —antes de que me vuelva a pillar ensimismada, me pongo en pie de un salto—. —De hecho, puede que sea una buena idea que vayamos juntas. Cogeremos unas cestas de la cocina y le diremos a todo el mundo que hoy nos toca recoger raíces y plantas. Lo que, de hecho, vamos a hacer. No nos reuniremos con Walt hasta mediodía.

—Walt —repite Mara después de mí—. Suena bien.

¿Su nombre o mi plan? No me molesto en preguntar, sino que me dirijo a la cocina para coger dos grandes cestas del armario.

Cuando vuelvo a salir, Ben y Saúl están mirando a Mara, a unos metros de ellos. Mi mejor amiga les da la espalda, serena, terminándose los últimos bocados de su sandwich. Chica lista. De esa manera no pueden ver cómo le tiemblan las manos.

—Ahí estás —exclama aliviada cuando me ve acercándome, poniéndose en pie rápidamente.

—¿Adónde creéis que vais vosotras? —inquiere Saúl bruscamente, sus ojos marrón oscuro clavándose en los míos bajo su flequillo grasiento.

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⏰ Última actualización: Jan 31, 2016 ⏰

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