Él había sido quién llenó su corazón de esperanza, deseos furtivos, y fantasías de un mundo nuevo y mejor en el qué sus sueños se viesen reflejados en cada arrollo, en cada lágrima y en cada una de las gemas que yacían enterradas a lo largo y ancho de los mares grises de aquél universo paralelo, cuyas imponentes olas en días de tormenta transportaban las lágrimas de plata de una princesa que deseaba volver a casa, mientras sus dedos se teñían de rojo por el hechizo de una rueca tallada en madera de cerezo hacía mucho tiempo atrás.
Ella se escabullía por las noches entre la frondosa vegetación de un jardín secreto, con la esperanza de encontrar a su amado de pie frente a un rosal de rosas rojas que pasaban a ser negras con la llegada de la noche. Su figura se desdibujaba al cabo de unos segundos, entre las sombras y la oscuridad que los árboles le otorgaban, se concebía la visión de una sílfide engullendo de entre el subsuelo para elevarse en busca de brisa nocturna. Los árboles, con las raíces en estado de reposo bajo el suelo oscuro y húmedo lucían cómo escultas inertes que ansiaban la llegada de la noche para contemplar a la heredera de un reino sin salvación. Envuelta en encaje y lino blanco, caminaba descalza entre maleza y vegetación con los nervios a flor de piel, elevando las palmas de sus manos al cielo, implorándole a la luna que sus huídas nocturnas siguiesen siéndo un secreto entre ella y el muchacho que le había prometido amor infinito frente a la sombra de un rosal que se elevaba imponente por encima de sus cabezas, cubriendo parcialmente la luz de la luna, alargándo las sombras, y convirtiéndolas en un retrato de acuarela plasmado sobre el suelo frío que fué testigo de las sonrisas que se formaron en los rostros de las curiosas y enamoradizas estrellas.
«Él no puede ser real.» Se había repetido a sí misma en la impenetrabilidad de sus aposentos una y otra vez, a tal grado que en algún intervalo de tiempo, se obligó a dejar de verlo en su mente por qué la demencia yacía oculta, esperándo pacientemente para arrebatarle el último aliento de cordura. Él emanaba cálidez, el tipo de cálidez que conceden los rayos del sol que se filtran sin ningún pudor a través de las persianas en un día de agosto, trayéndo consigo el primer vestigio de un nuevo día, y con este, múltiples oportunidades para buscar sentimientos que huyeron despavoridos en otras épocas. Sus ojos. Marrones, oscuros, cómo cerraduras de plata que habían sufrido los estragos del tiempo, pero seguían conservando aquél brillo bajo esa capa de oxidación. Ella no era capaz de describir con palabras que era lo que los ojos de él le transmitían cuándo la miraba fijamente. Podía ver en sus ellos la pasión de un poeta enamorado que no hace nada más que escribir para intentar liberarse de las ataduras de un amor no correspondido. Sus ojos incrementaban las sensaciones que ella sentía cuándo aparecía dentro de su campo de visión, de modo que sus sentidos cobraban fuerza y convicción, intensificándolos, volviéndolos objetos de devoción hacia él. Su aura involucraba un sin número de colores cálidos que se dispersaban desde tonos ocres, hasta rojos apagados, mostrándose todos juntos en un mosaico infinito que transmitía la serenidad y la calma de un hogar acogedor.
Una extraña y reconfortante familiaridad la embargaban cuándo estaba próxima a él, cómo si hubiesen estado predestinados a pertenecerse el uno al otro desde el instante en el que conocieron la luz. Cuándo sus miradas se interceptaban, significaba para ella un viaje entre rayos solares que transportaban entre sus órbitas de luz, partículas de polvo que bajaban a la tierra cómo mensajeros de otro planeta que cumplen con su ardua misión diaria de estudiar el comportamiento y la mediocridad humana para al final del día, ascender al cielo, y entregarles a sus superiores la información adquirida.
Después se veía a sí misma bajo un cielo escarlata, entre vegetación negra y espesa, y una triste melodía llegaba hasta sus oídos, remontando plegarias de auxilio entre sus versos.
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Tears and Stars.
FantasyUn mundo hecho de cuarzo y mármol oculto entre basta vegetación negra, con un corazón latiente que pierde fuerza. Una princesa que espera ser encontrada, mientras alimenta con sus lágrimas de plata los océanos de los que beben sus esperanzados súbdi...