Prólogo.

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Es increíble como una persona te cambia el mundo en cuestión de segundos, jamás fui de las mujeres que le sonríen a la pantalla del celular cuando alguien les manda un mensaje, o de las que se arreglan solo para que cierto hombre las mire. Hasta que lo conocí a él. A mis cortos 16 años descubrí lo que es estar enamorada. Junto a él lo tenía todo, me hacía reír desde la mínima insignificancia, estar junto a él se sentía como (y  perdonen lo cursi) ver un atardecer en la playa con una cerveza bien fría, los días eran más largos, mi humor era siempre el mejor, y mis labios jamás dejaban de sonreír.

Estar con él era viajar a un lugar que era solo nuestro, con nuestras bromas internas y largas conversaciones bajo la luna en la playa, quedarse hasta que amanezca con el celular en el oído diciendo cosas sin sentido. Y la sensación de hacer esas cosas era la mejor jamás experimentada.

Pero como todo en esta vida, nuestro amor fue algo efímero. Los días pasaron muchísimo más rápido de lo esperado, y cuando me quise dar cuenta, era nuestra última noche juntos, la última caminata por la orilla del lago bajo las estrellas, la última película que veríamos acurrucados en el sofá tapados en comida.

Recuerdo el día que te fui a despedir, era un día soleado y caluroso de verano, pero ante mis ojos era un día grís, apagado y triste. No pude evitar derramar lágrimas al verte con la mochila en mano subiendo al auto. Prometimos seguir hablando, y vernos lo mas pronto posible. Pero eran solo palabras, y como todo, se las llevo el viento.

No sé si nos volveremos a ver, si nuestros caminos se cruzaran por segunda vez, pero puedo decirte con toda seguridad, que no hay nada en el mundo que quisiera más que eso.

Come Back.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora