Atonement [Supernatural Mini-fanfiction]

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El viento agitaba débilmente las ramas secas de los árboles con una brisa dulce, y la noche se cernía sobre Lawrence, Kansas. La vieja casa de los Winchester, ese lugar donde la oscuridad destrozó a la familia que llevaba años protegiendo el mundo y salvando vidas, volvía a ser el caramelo jugoso que atraía al mal como moscas. El antiguo hogar de Sam y Dean estaba siendo acechado una vez más.

Las pisadas sonaban huecas y silenciosas conforme subían las escaleras de madera y andaban con pies pálidos y desnudos por la suave moqueta del pasillo del piso de arriba. La puerta de la habitación de Ritchie chirrió levemente, permitiendo que el pequeño siguiera durmiendo y soñando. Una figura delgada y esbelta, con pelo castaño rizado y unos ojos negros como el abismo más oscuro se precipitó con delicadeza a introducirse en la cama del niño y, haciéndose hueco, lo abrazó por detrás. Este no pudo evitar dar un pequeño respingo y aspirar un suspiro de pánico por el tacto congelado pero a la vez ardiente de esa sombra.

—Ritch… —murmuró sensualmente la mujer. Siseó para que el pequeño no le respondiera—No te asustes… Soy yo. Sabes lo que tienes que hacer, ¿verdad?

El niño, sin poder controlarse, inclinó la cabeza y la levantó muy despacio, asintiendo a lo que le preguntaba la mujer, que no paraba de frotarle los brazos y la espalda con lentitud de manera escalofriante, aunque su propósito fuera, irónicamente, hacerle sentir seguro y a salvo. Ritchie tenía ya diez años. Era bastante consciente de lo que había en la oscuridad, y esa figura era un monstruo, uno de los más aterradores y manipuladores. A pesar de sus conocimientos, que era escasos pero suficientes, algo dentro de él salió a la luz, inocente. Esa parte aniñada de su ser era obediente y estúpida, incrédula, y se dejaba manejar como una marioneta.

El demonio de ojos negros y voz sensual alargó un brazo hasta que Ritchie pudo ver delante de él un cuchillo. El niño notó los dedos finos de la mujer acariciándole el pelo de detrás de la oreja, y la endemoniada acercó sus labios a ella, susurrándole:

—Cógelo… Venga… Cógelo…

Rich se repetía en su cabeza que no lo cogiera, pero al final agarró con fuerza el mango del cuchillo, una hoja fina y reluciente que haría rápido el trabajo que le encomendó el demonio noches atrás y que no pudo negarse a rechazar. No quería hacerlo, pero ese ser oscuro tenía un poder inmenso de control sobre él que no le permitió decirle que no.

—Adelante… Será rápido, rápido y silencioso. Tú puedes hacerlo… Confío en ti. ¿Tú confías en mí?

—S… S-sí —respondió Ritchie con voz temblorosa.

El demonio se desvaneció de repente, como si todo hubiera sido un sueño, y Ritch respiró tranquilo, recorriéndole un sudor frío por la frente por el momento tan intenso que había vivido por culpa de su fantasiosa imaginación de infante. Pero al apretar los dedos de la mano que no estaba debajo de la almohada sujetando su cabeza, pudo notar que rodeaban algo duro: el mango del cuchillo. No había sido un sueño, y desde que sintió hacía un par de segundos que era el único que estaba tumbado en su cama, sabía perfectamente que todo aquello había ocurrido, pero mentirse con algo bonito e inocente era mejor que aceptar la cruda realidad.

Entre escasas y angustiosas lágrimas que sólo eran el principio de lo que más tarde sería un valle acuoso de las mismas, se levantó de la cama, sujetando con firmeza el cuchillo, y salió de su cuarto para ir al de su madre. Cuando cruzó el umbral de la puerta, se paró en seco. No quería hacerlo, y tenía una fuerza ajena a él que le impulsaría a hacerlo y le daría el valor que requería tal acto horrible. Todo estaba tan silencioso que podía oír sus pequeños e inaudibles gemidos en la agobiante oscuridad.

—Un pasito más, Ritch… —susurró en su mente la mujer—. Sólo un paso más y habrás cumplido.

Estaba a pocos centímetros de su querida madre, acostada en su gran cama con una sonrisa de placer adormilado. Su pelo rubio y resplandeciente le tapaba un poco la cara, pero Ritchie podía ver su gesto amable, relajado. Empezó a llorar aún más, en silencio, y alzó por encima de su cabeza el cuchillo.

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