Capítulo 1- El accidente

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La tormenta que se cernía alrededor suyo sería recordada como de las peores que se habían visto en aquella ciudad del reino de Fiore. Como otras tantas que se habían desatado en aquella localidad donde era común que algún que otro tornado se hiciera presente. Muchas personas mayores supersticiosas veían ese tipo de tormentas como presagios del fin del mundo.

Todo había comenzado en un abrir y cerrar de ojos: el cielo se puso gris y encapotado durante la mañana, pero incluso más de lo normal, y de repente, una explosión de rayos, truenos, vientos huracanados y una cortina de lluvia cegadora dio el pistolatazo de salida en aquel día de principios de verano.

Aquel frente que se había instalado en los cielos de aquella ciudad había llegado desde el noroeste y surcaba el cielo a una velocidad de sesenta kilómetros por hora. Las emisoras de radio comenzaron a emitir avisos de emergencia al unísono advirtiendo del peligro que sería estar conduciendo en esos momentos en las carreteras de Magnolia. Eso era lo que precisamente Lucy estaba haciendo. Había ido a llevar a su pequeño hijo de la consulta del médico.

Haru Heartfillia era su hijo de cuatro años. Era su Sol de la vida. Había tenido un desliz con su novio y se había quedado embarazada, y como tópico que se puede escuchar, la dejó abandonada en cuanto se enteró. Su vida se había reducido a trabajar lo justo para subsitir y pasar todo el tiempo restante con su querido hijo. Él no podía ser un niño normal, ya que al medio año de haber nacido le habían avisado del problema que tenía. Le habían detectado una enfermedad que retrasaba su crecimiento y desarrollo. Era muy complicado. Siempre que se imaginaba su futuro se le formaba un nudo en la garganta.

Ella lo amaba de una forma incondicional, le daba igual aquella enfermedad, ella le cuidaría siempre y lo amaría. Cuando se quedó embarazada y el padre de él le había abandonado su madre le había apoyado en sus decisiones, y cuando ella le ofreció que viviera con ella, Lucy lo rechazó, aun teniendo medio año de embarazo. No quería depender de su madre, quería valerse por ella misma y darle un buen futuro a su hijo.

La carretera estaba mojada y resbaladiza a causa de la lluvia incesante que caía sobre ella. Los parabrisas iban de un lado para el otro, a una velocidad vertiginosa, quitando de el medio el agua que se acumulaba en el vidrio de la luna del coche.

Vislumbró a la derecha una gasolinera donde había tienda donde podía parar y comprar algo para la cena y de paso provisionar de gasolina su coche. Así también descansaría un poco de aquella travesía. Estacionó en el aparcamiento bajo un toldo, salvaguardándose de la lluvia y paró el motor de su coche. Se bajó y cogió a su hijo en brazos para así dirigirse al local.

Colocó la manguera en la boca de entrada y llenó el deposito entero. Al finalizar se dirigió a la caja para poder comprar alguna cosa para comer. Nada más entrar, pudo percibir el alboroto que había en ese lugar. Parecía que todos los conductores se habían puesto de acuerdo para parar a resguardarse de la lluvia en aquel lugar.

Su pequeño Haru fue directo al estante de dulces donde cogió su amada caja de galletas de chocolate estirándose para poder alcanzarla, pero por culpa de su pequeña estatura no podía alcanzarla. Lucy lo vio y las cogió por él alcanzándoselas y viendo su sonrisa al tenerlas en la mano junto a su leche.

-Te las voy a comprar, pero no puedes comértelas hasta después de pagarlas-le advirtió ella con una voz dulce maternal.

El pequeño le sonrió, como señal de que aceptaba aquella condición, y siguió a su madre a lo largo de la tienda mientras ella cogía algo de pasta y tomate frito para la cena de aquella noche. Fue hacia la caja y suspiró al ver la gran cantidad de personas que se habían formado. Una gran cola de al menos ocho personas se encontraba delante de ella. Se resignó y se puso de pie detrás del último de la fila.

Un rayo de esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora