Lujuria mortal.

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Pobre viejo, siento pena por el. Le recuerdo levantándose todas las mañanas, muy temprano, llenodo a kilómetros de distancia por mercancía. Con una bolsa en cada mano, arrastrando los pies de tal manera que podía oírse como se le gastaban los zapatos a cada paso. Y todavía, al llegar, se preparaba para salir a mercar.
Quizás en su mente giraba, una y otra vez, nombre y rostro de la mujer causante de todas sus amarguras y derrotas. Pensando que su vida acaba a causa de ella. Una mujer cinica y ambiciósa que le dejo en la calle, sin vida y con vergüenza.
Pero nunca imagino, ese pobre hombre, que era su ser más querido quien habría de acabar con su vida de la mánera más cruel posible; lenta, pesada y dolorosamente.
Heredera de una gran belleza y sensualidad, era asediada por los hombres, lo cual era natural. Sin embargo por su sangre corría una carga incontenible de lascivia y lujuria que dominaba su ser. Todo esto no habría hecho daño a nadie, salvo a los que desmayan por que alguien rompe las reglas de la moral. El problema fue que tenía un corazón vacío, sin alma y sin amor; una hábil maestra de la mentira, tanto... Que se convencía a si misma de que era una buena persona, lo que le valía para que los demás a su alrededor no supieran del monstruo que era en realidad.
Fue su padre, este viejo, el culpable de lo que ella le hizo, diría ella en su defensa. Era un hombre moralino, chapado a la antigua y con los prejucios del machismo como guías para su razón.
Fue él, el culpable de que ella, su propia hija comenzará a darle somníferos para que durmiera. Su propósito, no era darle descanso al viejo.... Su desmedido deseo la llevo a esto, para poder encontrarse con hombres que le dieran saciedad a sus instinto, que valían más que la vida de su padre.
Después de que el viejo murió, sentí temor y remordimiento. Tal vez no hice lo suficientemente para salvar su vida, para atender sus males y sacarlo de su agonía. Un callado miedo me invadió, cuando comencé a presentar sus mismas dolencias. El viejo no podía tener un sueño natural y se quejaba de ello; siempre se expresaba molesto, de cualquier ruido que le espantara el sueño, por que después le sería imposible conciliarlo. Arrastraba los pies porque le dolían terriblemente . Y un tumor, que al final le quitaría la vida, se le fue desarrollado poco a poco.
Era fuerte el viejo, garrudo y tenaz, de esos que no se caen a menos que ya no tenga rodillas en las cuales apoyarse ; y aun así, aunque no tuviera, se seguiría moviendo hasta último día en que dejará de respirar. Y el viejo siguió, por muchos años, con un pesado costal de piedras colgado en su espalda por el mismo ser al que le dio la vida.
Fue por casualidad... O quizás a causa de un ser divino, o tal vez porque los mismísimos demonios estaban indignados por la innecesaria maldad con que actuó, que me di cuenta que esta recibiendo somníferos en lo que ella me daba de comer. Cuando la idea invadió mi mente, busque en el gabinete de medicinas para encontrár al agente responsable. Uno en particular causaba los síntomas por el uso prolongado. Los mismos que tenía el pobre viejo y que ahora yo padecía.
No era la misma suerte, la del viejo y la mía. No nos nos habíamos topado, los dos, con mujeres malas y sin corazón. Éramos víctimas de la misma mujer.
Conocí muy bien al viejo; quizás éramos un poco parecidos en algunas cosas. De haberse enterado de lo que le hizo, la que se dijo hija suya, no la hubiera matado. Era un hombre de orgullo implacable, pero la amaba; y la hubiera olvidado y negado el habla por el resto de su triste vida, porque a él no le había dejado mucha. Yo como el, la he desterrado de mi corazón y de mi vista. Pero no podré olvidar por más que lo intente lo que hizo. Porque era innecesario, porque no tiene explicación, porque pudo elegir su vida de lujuria desenfrenada sin hacerle daño a nadie....y menos al ser que debió cuidar y proteger en los años de su invierno.
Historia ficticia, basada en hechos reales.
Victorio Catuchi.

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