Sorpresa

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Hacía más de dos años  que vivía  aislado de la manada y del mundo. Un amigo de mi padre me prestó su cabaña de fin de semana " por tiempo indefinido" en medio de la nada. Y aunque no era feliz, estaba en paz. La pequeña herencia de mi madre, manejada hábilmente por mis tíos, me permitía una vida de hermitaño. Mis esculturas no me redituaban mucho.

La noche de abril me llamaba como las sirenas a un marinero. Amaba dejar a mi lobo libre por el bosque. Esa sensación de libertad, de unión con la naturaleza, de hermandad con la noche. Amo a la luna. Cómo su luz se filtra entre las ramas haciendo mágico cualquier lugar en el que me encuentre.

Pero esa noche era diferente. Puedo sentirlo en el aire, en todo mi ser. Una huella, una esencia transportada a través de la brisa marina. Snif... Snif... Mmmm... Olor a hembra... ¿Acaso sería posible...? No, no puede ser. Pero ese olor... No puedo dejar de percibirlo. Es tenue. Sin embargo, no temo perderlo. Está en todo el bosque. Me saca de él, llevándome al pueblo, a los acantilados. Si bien  me he autoimpuesto mi aislamiento, me he dejado ver de vez en cuando en los bares y pubs de la carretera. Pero jamás la olí, jamás la percibí. ¿Por qué ahora?

Allí estaba. Parada en los límites del parque. La MUJER. Snif. Mi compañera. Bajo el traje de chaqueta y pantalón se delineaba un cuerpo exhuberante y generoso. Llevaba una gruesa trenza oscura y un rostro serio, casi triste. Un sonido provocó que su cuerpo se tensionase, y no pude evitar acercarme a ver qué era lo que la había puesto en guardia.

-Te advertí que te alejaras.- dijo con autoritaria voz.

¡Por Dios! Su voz me puso duro y expectante.

Un hombre se detuvo detrás de ella. Dante Castello. El hijo del comisario.

-Debemos hablar.

-No tenemos nada de qué hablar.

-Yo sí.

-No quiero escucharte.

-¿Hasta cuándo me castigarás, Maggie?

-No sé cómo te castigo, pero es evidente que  no es suficiente.

-Ya pasaron cinco años, Maggie. Cinco años. ¿No vas a perdonarme?

-¿Perdonarte? ¿Por burlarte de mí y dejarme en ridículo?¿Por alejarme de mi única amiga?- volteó a mirarlo con fiereza.-¿Por decir que me amabas?

Un gruñido se formó en mi pecho y a duras penas lo retuve para no delatarme.

-Te quise... Te amo.

Maggie le dio una bofetada que hasta a mí me dolió.

-¡Cínico! Estás casado con  Antonela.

-Por mi padre. Quiere ser el proximo gobernador...

-¿Cómo pude amar a un hombre que vive bajo la sombra de su padre?

Dante retrocedió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Un silencio incómodo reinó por unos segundos.

-Terminaré todo lo que tengo que hacer y regresaré a California.- dijo ella.- Espero no volver a verte en mi camino.

Su voz destilaba furia contenida. Una amenaza. ¡Esa era mi mujer!

Dante saludó con un movimiento  de cabeza y se alejó. Entonces, ella hizo algo alarmante. Sacó su arma y me apuntó  a la cabeza. 

-¡SAL DE ALLÍ!- ordenó mi mujer.

¿Cómo era posible?¿Había perdido mi toque? ¿Había dejado de ser sigiloso, silencioso... invisible? Tenía que mostrarme ante ella antes que decidiera disparar.

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