Bellezza Letale.

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— ¿Cuánto cobrarías por matarme? —La pregunta queda al aire. Ese aire viciado que se respira en un patio vacío de prisión. Ella mira a Alejandro como se mira al muerto que no es de nadie, con el rostro impasible e indiferente.

—Vales lo mismo que toda la demás gente: Nada —Le responde Yaretzi con esa gracia de mujer fatal que a cualquiera doblegaría, gozando el dolor que su ponzoña provoca. En su voz, la suavidad y la autoridad van de la mano por primera vez.

De a poco, su atractivo rostro va sumergiéndose entre un mar de cadáveres, balas y bellezas mortales. Playas de olvido y miseria; olas que bañan con dolor y coraje.


~*~


Primera parte: La Güera.

Llega haciendo ruido con los tacones como si quisiera dejar huellas en el denso suelo del restaurante. Los ecos recorren todo el lugar así como los hombres deben recorrerla a ella. La mujer es hermosa, seguramente provoca pensamientos indebidos. "Los hombres nacieron para adorarla", quizás sea cierta esa leyenda sobre ella. Una mujer que tiene el aroma, las ropas y el rostro de la elegancia y que exuda Ed Hardy por cada poro de su piel.

Se presenta como 'La Güera', haciendo alarde de su trabajo como sicaria. Incluso sus largas, brillantes y afiladas uñas son como navajas suizas; no dejan paso a la duda. Se inventa toda una vida de anti heroína, sin embargo, en el tren de confesiones, La Güera acepta que en realidad su trabajo en el cártel es otro:

Seducir a los narcotraficantes rivales; saber todo de ellos, no contar nada sobre ella, y entregarlos a su jefe, para que les arranque los dedos, les corte los testículos y los despida con un disparo en la cabeza de este indetenible mundo.

No le gusta decir para qué cártel trabaja; maldice a Vicente Carrillo y pide a la Santa Muerte que el Chapo Guzmán conquiste este país de almas olvidadas; aunque también se queja él.

Cuenta que entregó al cártel a un policía que en la cama solía prometerle amor infinito. A un narcomenudista le soportó golpes y el sexo más salvaje, todo para llevarlo a una casa de seguridad donde lo torturaron, y acabó bajo el filo asesino de una motosierra. También tuvo que coquetear con un gordo de aliento insecticida que lavaba dinero para los rivales y que terminó disuelto en ácido.Dice que si soñara con la gente que entregó a las garras de la Muerte, se tragaría el remordimiento, y al decirlo suelta una sonrisa con la que hubiese sido capaz de sentar al Chapo Guzmán y a Vicente Carrillo para hacer las paces.


Esta mujer que se mueve como modelo de revista, se pasea por Ciudad Juárez en una camioneta 4x4 que se traga los kilómetros tanto como ella seduce a la muerte. Dice que la droga es barata y pura. Que son tantos los desaparecidos y que por eso las cifras son conjeturas.

—Son un chingo los muertos que ya no caben en los números —Dice, y casi se oye como cambia las letras por números. Como una máquina registradora que timbra al dar el total. Un total que sigue aumentando conforme pasan los segundos.

La Güera alguna vez tuvo sueños que toda persona con alma tendría: Quería ser actriz. Y sin embargo, lo único que tiene ahora son las balas. Sus esperanzas se marcharon junto al estruendo de su primer disparo.

—Poca plata para mucho riesgo —Comenta Alejandro Almazán, el hombre que se adentró a este mundo de oscuridad y llantos regados que pocos conocen y del que todos saben. Sin otro interés más que el de dar a conocer cómo funciona este pútrido negocio. Un periodista que no conoce límites, y que se llevado en tres ocasiones el Premio Nacional de periodismo.

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⏰ Última actualización: Feb 07, 2016 ⏰

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