Con amor Aarón

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Con amor, Aarón.

 Las cosas que mueren jamás resucitan,

las cosas que mueren no tornan jamás.

¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda

es polvo por siempre y por siempre será!

Cuando los capullos caen de la rama

dos veces seguidas no florecerán...

¡Las flores tronchadas por el viento impío 

se agotan por siempre, por siempre jamás!

¡Los días que fueron, los días perdidos,

los días inertes ya no volverán!

¡Qué tristes las horas que se desgranaron

bajo el aletazo de la soledad!

¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,

las sombras creadas por nuestra maldad! 

¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,

las cosas celestes que así se nos van!

¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!...

-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!...

¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,

corazón maldito que inquietas mi afán!

¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!

¡Adiós mi alegría llena de bondad!

¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,

las cosas celestes que no vuelven más! ...

Alfonsina Storni: ¡Adiós!

 PRÓLOGO

BRUSELAS, BÉLGICA

MARZO DE 1991

-Tal vez deberíamos dejarla con la abuela.

-No, Henry. Quiero dejársela a su padre, sé que él cuidara bien de ella. La dejaré con él. Revisa lo que te he pedido mientras me despido de ella.

Henry corrió hacia la habitación delantera y esculcó en el cajón, el joyero de plata de Elizabeth. Encontró sus joyas más valiosas. Pero lo que él buscaba era algo que marcaba la vida de Elizabeth, y que ahora sería parte de la pequeña Leah. Por fin encontró el objeto que buscaba, tomó un pedazo de papel y sacó de su bolsillo lateral una pluma de tinta negra, garabateó lo más claro posible una nota, y la sujetó a una pequeña caja forrada en terciopelo rojo. Fue a la habitación de la niña y en uno de sus cajones introdujo cuidadosamente la pequeña caja con la nota adherida. Cerró el cajón y salió de la habitación dejando allí la preciosa joya que cambiaría la vida de Leah.

-Bueno, creo que ya está hecho. Sólo ella podrá abrirla cuando tenga suficiente edad y llevarla con ella siempre como lo he escrito en la nota.

-¿Pusiste mi nombre Henry? –Elizabeth sonaba mucho más preocupada de lo que estaba.

-Lo he puesto. Es hora de irnos Lizzi. Déjame decirle adiós a mi pequeña.

Elizabeth tomó al bebé y lo pasó a brazos de Henry, luego de unas pocas palabras de parte de su tío hacia Leah, Elizabeth volvió a tomar a la niña y le dio un último beso en la frente, la marca de ella, había quedado para siempre en su hija.

-Pórtate bien, mi pequeña mariposa.

»         

Luego de unos minutos llegaron al lugar, las luces lo decoraban mientras la angustia y preocupación de Henry se hacían más grandes.  

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⏰ Última actualización: Jul 27, 2013 ⏰

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