Tiempo 1: Amanda.

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Se escucho un chapuzón. Las ondas en el lago se fueron achicando y las burbujas ya no salieron a flote. Las hojas del sauce callaron justo cuando el último aliento de desvaneció.
Todos dentro de casa celebraban, pero faltaba alguien... la joven Amanda.

Desperté, no estaba mojada, el contrario, estaba envuelta en una sábana muy suave. Levante la vista, estaba en un campo muy verde, era hermoso. Miraba como el viento que hacia bailar el pastizal pero lo curioso es que yo no sentía ese viento, sí, mi cabello lo sentía, pero mi piel no. Frunci el ceño confundida, observe mis manos.

-Sí, ya no lo puedes sentir. Pero te acostumbraras. Mamá solía decir que aún cuando las cosas no se sienten si existen.- anunció una voz tierna, como de un niño de 5 años.
Volteo, buscando la fuente de tan dulce y tierna voz.

-Aquí abajo, señorita piel de trigo tostado.-

Baje mi vista, y me encontré un conejo de trapo, ojos de botón y algo maltratado. Por el tiempo, pensé.

-¿Eres tu el que me hablas?.- pregunté algo desconcertada.

-Así es, señorita cabellos de miel.-
Respondió sin mover su hocico bordado de hilos negros.

-Ya veo...- dije agachandome y colocando mis palmas en mis rodillas. Fue ahi cuando note como vestía: una blusa de tirantes gruesos color azul celeste, casi blanco, detallada con un estampado a un costado de hojas finas color plateadas. Usaba una falda blanca suelta que me terminada a mitad del muslo, donde el final tenia encaje delicado y tenia una suave capa de tul fino. Usaba tambien unas calzas negras y delgadas que me llegaban 5 dedos arriba de la rodilla.También calzaba unas bailarinas negras. Mi cabello, color castaño claro casi rojizo,largo hasta tapar la mitad de mi trastero y lacio, iba suelto.- ¿cual es tu nombre?.-

-Mi nombre no lo sé, señorita ojos de roble.-

-Por favor, llámame Amanda.-sonreí.- entonces, no tienes nombre, ¿eh?. Vamos, te pondré uno.-

-¿Enserio? ¡Que alegría! Gracias señorita Amanda.-

Sonreí ante aquella inocente emoción. Tome al pequeño conejo de trapo entre mis manos y lo alze.

-Hum... cuando yo era chica, tenía un conejo de trapo como tu. Su nombre era Mr. Carrot. ¿Te gusta ese nombre?.-

-Estaré feliz con el nombre que usted me elija, señorita Amanda.-

-Pues bien, se queda Mr. Carrot.- sonreí.

El conejo movió sus pequeñas y suaves extremidades superiores y trato de rodearme, pero sólo logró apoyarse en mi pecho. Ese gesto derritio mi corazón.

-Mr. Carrot, ¿sabes por que estoy aquí?.-

-Señorita, yo no se su propósito aquí, tampoco se mi propósito aquí. Solo se que no quiero estar sólo, y su compañía me alegra.-

Sólo me límite a sonreír y asentir.
Camine a donde estaba la sábana suave y descubrí que a un lado de ella había una bolsa, una linterna, una cuerda, un libro, una pequeña esfera celeste blanca y una caña de pescar con un anzuelo muy peculiar. Tome todo y lo acomode de forma que arriba quedará la sabana, para mi sorpresa la bolsa parecía no tener final y la caña de pescar se redujo a ser muy pequeña. Coloque a Mr. Carrot sobre la sabana y me colgué la bolsa.

Me dispuse a caminar por la pradera y llegar a aquel empiezo de bosque que miraba a la lejanía.

-Señorita Amanda, ¿a donde nos dirigimos?.- pregunto mi peculiar compañero de viaje.

-A encontrar la repuesta.-

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