&

42 2 0
                                    

Aquel día, Riku lo llevaba como uno más. Como siempre seguía su rutina de instituto, actividades, estudio, amigos y poco más. Aunque últimamente lo estaba llevando bastante mal.

En mitad de su habitación se fundía en sus pensamientos como si nada, deseando poder fusionarse con ellos. Inconscientemente, se mordió el labio sin poder poner en su boca ni una sola palabra. Sabía perfectamente la posición que tenía y a que podía aspirar y a que no.

Y por mucho que lo deseara, sabía que él era inalcanzable.

No es que le gustara en demasía o se pudiera decir que estaba enamorada, pero sin saber bien por qué dolía. Pensaba que después de tantos años lo tenía más que asumido, había aprendido a manejar aquella situación y la soportaba a diario. Pero últimamente, se le estaba yendo tanto de las manos, que ya no sabía ni que hacía o que sentía. Se podía decir que había llegado el punto en que estaba tan cansada de sufrir que se fijó en él, por esa misma razón, se veía en él. No podía decir que él fuera especialmente muy bueno con ella, pero debía admitir que se había enamorado de sus acciones. De su forma de mirar, de su forma de querer, de su forma de atesorar. Desde que el momento en que estuvo saliendo con su antigua novia, intentó disimular el deseo de ser aquella chica.

En realidad, sus sentimientos estaban entre la frustración y la rabia. Le daba rabia, mucha. No podía entender como después de ver como cuidaba tanto a aquella chica a la que envidiaba, se había atrevido a engañarle. ¿Es que estaba loca? Lo tenía todo con él.

Para él, ella lo era todo.

Inconscientemente Riku siempre había estado observándolo. Eran amigos, era lo normal. Convivían, pasaban momentos inolvidables juntos y se compartían todo. Por esa parte ella estaba contenta porque había podido caminar a su lado muchas veces. Pero muy a su pesar no de la manera que quería.

Porque ella nunca iba a ser suficiente y lo sabía.

Aún así, antes de que se pudiera dar cuenta, se había embriagado perdidamente en él.

Y le molestaba, porque después de todo no podía hacer nada por cambiar su situación o evitarlo.

Sabía que él nunca le miraría de esa manera y le dolía. Le dolía verlo ir hacia ella y luego darse cuenta que realmente su destino no era ella. Esa chica que no había sabido quererlo retenía su atención, y ella, en silencio no podía decir una palabra. Aquella chica le rechazaba y se hacía daño tanto a él como a ella misma.

Le frustraba.

Porque si él la mirara sabía que podría hacerlo feliz.

Aunque que no fuera capaz de hacerlo le hacía replantearse muchas cosas. Porque si él con su bondad, no podía verla de aquella forma, nadie lo haría.

Porque ella no era preciosa.

Ella era horrible.

Con un lápiz, intentaba plasmar todos estos pensamientos que se pasaban por su cabeza aunque realmente le fuera difícil. Intentaba darle forma, color, algo que le diera esperanza. Pero aquel día, descubrió que no le quedaba nada.

Él era tan increíble. No podía describir exactamente con palabras los verdaderos sentimientos que tenía por él. ¿Estaba enamorada? ¿Le quería? Había sido toda su vida su amigo, pero sin saber la razón aquellos sentimientos comenzaron a crecer. Empezó a sufrir por cosas que no se esperaba que le molestaran. Empezó a darle vueltas a temas que en su vida, no se le hubieran pasado por la cabeza. Pero cuando lo miraba solo tenía claro que era una luz.

Su luz.

Pero no era solo la suya, sino de toda la gente que se encontraba a su alrededor y se notaba a la legua. Con una sola frase o una simple sonrisa era capaz de iluminar su aura vacía.

Y ella, tan llena de cicatrices, ese era el bálsamo que realmente necesitaba.

Con tener el más mínimo contacto con él, podía notar como todos le querían y en cierto modo, ella le tenía algo de envidia a aquella cualidad. Aunque él no se viera muy guapo o poca cosa, ella podía verlo como realmente era. Una luz protectora.

Muchas veces también había notado como ciertas personas eran capaces de tener pequeños celos de él e intentaban martirizarlo a causa de eso. Aunque para algunas cosas era muy dejado, cerrado y se podía decir que no expresaba muy bien lo que sentía, lo veía como una verdadera tontería. Para Riku , él era tan increíble, tan irremplazable.

Y tenía aquella sonrisa que aunque a él no le gustara, para ella era una inyección de vida.

Desde hacía mucho tiempo había querido probar esos labios tan vivaces y guiarlos. Enseñarle el camino correcto al placer y también hacia su corazón. Le gustaría tanto la idea de poder formar parte de él. Aunque le daba tanta vergüenza admitirlo.

Él era tan inalcanzable.

Y ella tan horrible.

Si ni ella misma podía verse preciosa, sabía perfectamente que él tampoco lo haría. Él no sería capaz ni de imaginarse a su lado, de aquella manera. Él jamás sería capaz de quererla o esforzarse un mínimo como hizo por aquella chica.

Él la vería tan repugnante.

Él jamás la miraría.

Sino era capaz de mirarse ni ella.

Mientras asumía su realidad, pudo notar como el peso de sus manos ya era inaguantable. Con algo de desesperación, se pasó las manos por el pelo para apartarlo de aquelllas traicioneras lágrimas que caía y lo estaban manchando.

Últimamente no tenía ganas de hacer otra cosa que llorar.

Porque sabía que si él no la había mirado ya, jamás lo haría.

Y ella, se quedó con todas sus ganas de hacerle feliz.



Inalcanzable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora