- Ámbar si no coqueteas con nadie, morirás virgen.- Moriré bien entonces-sonreí y recibí un golpe por parte de mi amiga.
- ¿Por qué no le coqueteas al chico de la tienda?
Estábamos en una tienda de música, estaba buscando un disco de My Chemical Romance, mi mamá me había dado el dinero para uno. Solange siempre me insistía con que tenía que tener novio, con 16 años no había tenido un novio oficial ni nada de esas cosas y tampoco tenía la necesidad.
- Estoy bien aquí eligiendo, ve tú.
Suspiró frustrada, ¿Qué nunca se cansaba de siempre pedirme lo mismo? Ya decidida elegí un disco de Green Day mejor, busqué a Solange con la mirada y como era de esperarse, estaba coqueteando con uno de los vendedores. Me acerqué a ella y un chico salió atrás del otro chico.
- ¿Llevarás eso? -preguntó amable.
Asentí sonriendo y le entregué el disco. Me dijo su precio y lo pagué con el dinero que mamá me había dado, había sobrado bastante así que iría a comprar algo para comer estaba hambrienta.
Mientras esperaba que Solange se dignara a prestarme atención y así nos podríamos ir, observé al chico que me había atendido. Ojos color marrón, clásico pensé. Cabello rubio en forma de jopo, era demasiado flaco pero tenía músculo no exageradamente, y unos dos tatuajes adornaban su brazo izquierdo y derecho. Miré sus ojos y me percaté de que él también me estaba mirando pero esta vez no con simpatía sino con lujuria y una sonrisa de lado. Asustada tomé a Solange del brazo para ya irnos.
- ¡Hey!
- Perdón pero el chico de allá no me daba buena espina.
- Pero son dos bombones-le golpeé el brazo suavemente y reímos- Mira, el chico me invitó a una fiesta esta noche, Vamos con las chicas.
- ¿Acaso me estás preguntando?
- Claro que no, te estoy confirmando y dejándote sin ninguna opción, de nada.
Reí y fui caminando hasta mi casa, no eran tantas cuadras. Apenas unas siete. Llegué y pude sentir el olor a comida casera de mamá, la fui a saludar y ella alegre me dijo que me despertaría para la cena pero recordé enseguida lo que me dijo Solange.
- Ma...
- ¿Qué me pedirás ahora niña? -limpió los restos de comida de sus manos en su delantal.
- Nada... Solange me ha invitado a su casa -jugueteé con una manzana.
Mamá suspiró y siguió revolviendo con una cuchara de madera dentro de la olla, salía un olor exquisito a estofado, ¿Por qué siempre cocina cosas ricas cuando yo no estaré?- Ámbar, hoy es domingo tienen que hacer los deberes y dormir temprano.
- Sabes que siempre hago eso mami -sonreí inocente, nunca lo hacía.
- Está bien, ve a preparar tus cosas y puedes ir.
Le di un beso en la mejilla y caminé por el pasillo hasta llegar a mi habitación, el color lila de esta siempre me hacia sonreír no se por qué pero siempre me hacía feliz el color lila. Agarré un bolso del armario, puse el uniforme del instituto y zapatos de este y para finalizar una pijama pero dudaba usarla. Cerré el bolso tomé mi celular y le mandé un mensaje a Sol que ya estaba yendo para su casa. Caminé hasta la cocina, saludé a mamá y prometí que le avisaría cuando llegase a la casa de Sol.
(...)
- ¿Qué te pondrás? -me cuestionó.
Miré con duda hacia sus vestidos ajustados, me sentía demasiado violada usando uno de ellos.
- ¿No podríamos quedarnos en casa? Te prestaré mi netflix.
- Nope, una fiesta de un chico guapísimo no se rechaza.
Ya harta me puse un vestido negro un poco arriba de las rodillas y unas zapatillas converse, Solange me miró con cara divertida por el hecho de combinar vestido con zapatillas pero yo estaba cómoda. Sus padres siempre dormían temprano así que no serían problema para nosotras y además de haberle pagado veinte dólares a su hermano mayor para que nos cubriera. Luego de tantos retoques de maquillaje y salir en silencio ya nos encontrábamos en frente de la casa, o mejor dicho mansión, donde sería la dichosa fiesta.
- Hay demasiada gente Sol.
- Lo sé, ven vamos a entrar y a buscar algo para tomar.
No me gustan estas cosas porque siempre Sol me decía que debía tomar o fumar, sé que eso no hace una amiga pero bueno, no todo se puede.
Solange caminaba muy rápido para entrar a la mansión así que la segui corriendo sin dejar de pedir disculpas a las personas que chocaba. Para mi mala suerte choque con una que le había tirado su bebiba, Bien hecho Ámbar ahora te ganarás un puñetazo.
- Aquí no pueden entrar menores, pequeña.
Alcé mi mirada hasta el dueño de esa voz grave y era el chico de la tienda de música. Mi piel se erizó por completo.
- Hola -me di una palmada mental, cómo podía decir hola.
- Hola -sonrió mientras fumaba su marihuana- ¿Cuántos años tienes?
Pensé dos veces antes de decirle mi edad y corrí hacia adentro buscando a Solange que por suerte la encontré en lo que sería la barra del lugar, con ese apuesto chico de la tienda.
- Ámbar no te separes tontuela.
Se nota que me estuviste buscando, pensé.
- Hola -me saludó su acompañante amistoso, le estaba acariciando la pierna izquierda a mi amiga mientras con la otra sostenía su trago. Le sonreí como gesto.
- Es de mala educación dejar a las personas plantadas -una voz cálida chocó contra mi oído derecho y mi cuello. Otra vez él. Me giré y lo miré ahí con una voz pícara- Supongo que eres menor, ¿Qué pensarían los guardias de esta fiesta privada si vieran a una menor? Llamaría a sus padres o peor llamarían a mamá -se burló de mi.
Lo miré con rabia, ¿Me estaba tomando el pelo? Pero tenía razón.
- No dirías eso.
- Claro que si muñeca, pero el silencio tiene precio -lo miré dudosa- Dime quien eres.
- Ámbar.
- ¿Edad? -no se cansaba de tomarme el pelo con esa sonrisa pícara.
- 16, casi 17.
- Querida Ámbar, me llamo Luca.
Le sonreí falsamente y me gire para hablarle a mi amiga ya tenía lo que quería. Antes de que le pudiera tocar su hombro para llamarle la atención, una mano que supuse que era de Luca me llevó bruscamente hasta una esquina de la habitación.
- ¿Estas con alguien? -me preguntó con una voz ronca, sus ojos estaban un marrón más oscuro sin brillo se podría decir.
- Sí, mi amiga está allí en la barr-
- No pequeña -ríe- Si estás saliendo con alguien.
Sentía como el calor subía desde mi corazón hacia mis mejillas.
- N-No.
- Entonces puedo besarte sin que alguien me de un puñetazo en el ojo, ¿Cierto?
Casi me ahogo con mi propia saliva, no era mi primer beso pero este muchacho me ponía los pelos de punta. Su mano derecha se poso en mi mejilla y su rostro se iba acercando al mío. Se notaba a kilómetros lo incómoda que me sentía y a él le parecía gustar.
Puse una mano en su pecho parando la situación y me miró con indignación.- Eres muy virgen -se rió de mí, ¿Cómo se atrevía?
- No soy una desesperada.
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Gracias por leer, hasta el próximo capítulo.