Capítulo 5: La esclava

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Pasaron los días, Laura estuvo sintiéndose culpable por la puesta forzosa de cuernos a su marido, y él apenas le dirigía la mirada, se sentía humillado. Al final Laura tuvo que dar el primer paso para salir de la crisis, y fue muy directa.

-Cariño, ven por favor. Escucha, ya sé que mis juegos sexuales son a veces demasiado fuertes y el último creo que...en fin...me pasé. Por eso quiero compensarte. Desde hoy y solamente hasta que tú consideres lo contrario, quiero hacer tu vida sexual lo más placentera posible, voy a someterme s los caprichos que quieras- ella iba arrodillándose a sus pies conforme lo decía- quiero que mi cuerpo te sirva para el placer, necesito que recuperes tu hombría, por eso estoy dispuesta no solamente a ser una mujer para ti, sino una esclava sexual, por favor acepta mi regalo- en ese momento le hizo entrega mirando desde abajo hacia arriba y extendiendo sus temblorosos y delgados brazos, de un collar con una inscripción en la que podía leerse: "Esclava de Kevinel". Él no daba crédito, pero recuperó la sonrisa y aceptó el regalo. Cogió el collar y se lo colocó alrededor del frío cuello, apartando parte de su melena hacia un lado. Ella, de rodillas, bajó la cabeza y dejó hacerse. Acto seguido, ella le hizo entrega de un pequeño candado con su llave, él lo cerró en el collar, asegurando su cierre. Ahora solamente podría quitárselo él.

-Ejem, bueno, no sé muy bien qué pretendes Laura, pero si es tu gusto el convertirte en mi esclava, no puedo negarme. Y ahora me gustaría que por casa andases siempre desnuda, del todo ¿comprendido?- ella aceptó con un movimiento de cabeza y comenzó a quitarse la ropa. Una vez desnuda, vestida tan sólo con el collar, Kevin la hizo ponerse de rodillas una vez más para que le chupara un poco la polla. Él se corrió en su cara pero le ordenó que no se limpiase, quería verla así, con las gotas de semen deslizándose por sus labios, pómulos y barbilla. Laura tuvo que dormir toda manchada del semen de su marido aquel día. Ella se sentía ya mejor y su marido todavía más.

No fue hasta una tarde estival, que Laura se percatara de un hecho hasta ahora ignorado por ella. Había pasado la primavera, había llegado el verano, y ella seguía prestando servicios de esclava a su marido. Todo el día desnuda en casa, obligada a follar si él lo pedía, o a tragarse su leche, o a mantenerla en su cuerpo, le apeteciese o no, y a él siempre le apetecía desde que ella tenía que obedecerla sin rechistar. Pero aquella tarde iban a cambiar las cosas...

Por lo visto, en el ordenador, Laura se encontró con que tenía que liberar espacio el disco duro, y con un programa de limpieza de archivos temporales e innecesarios, descubrió un archivo de vídeo que ocupaba demasiado espacio. Hasta ahora no había reparado en eso, puesto que su disco duro era muy grande, pero después de unos meses descargando porno sobre bondage, se le quedó pequeño. El vídeo en cuestión ocupaba algo más de 20GB, lo cual era muy sospechoso. Su curiosidad, antes de borrarlo, la hizo comprobar de qué se trataba. Cuando lo reprodujo, se quedó perpleja. Por lo visto era una captura del día de la escena con el repartidor de pizzas, sin querer, puso la grabación automática de su ordenador, que la enfocaba de frente a ella. Acelerada por el pulso y el bombeteo de su corazón, mantuvo la respiración cuando llegó el momento en el que unas manos le ataban un pañuelo alrededor de la cabeza y le colocaban una mordaza. No podía ver la cara ni apenas el cuerpo del sujeto, porque la cámara enfocaba la cara de ella y un poco sus manos, pero pausó la imagen en las manos del extraño, aplicó zoom y...no se lo podía creer. Era el anillo de casado de su esposo. Sin lugar a dudas. Y en la otra muñeca la pulsera de plata. Ahora no tenía dudas. Su marido la había engañado, haciéndola creer que había sido otro el que se la folló, con el fin de que se sintiera culpable, para convertirla en una esposa más controlada y sumisa, y ella se lo había puesto a huevo, dejándose convertir en su esclava sexual. La venganza ya estaba gestándose en su cabecita...y se serviría fría, muy fría.


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