CAPITULO II

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Abril era una joven de 24 años, con un cabello castaño y tan largo que llegaba hasta su cintura, aunque sería algo difícil de notar, pues siempre lo mantenía recogido en un moño muy apretado. Rara vez escapaba un cabello de su estricto peinado. Muchos pensarían que tenía un gran cuerpo, si no lo mantuviera oculto bajo ropa varias tallas más grandes, que la hacían ver demasiado delgada y desgarbada. Desde su niñez, dedicó la mayor parte del tiempo a estudiar, sabía que necesitaba tener notas altas para poder acceder a la facultad de medicina. Ayudar a los demás era su sueño dorado, muchas veces se sentaba a la orilla del lago cerca de su casa, para verse a sí misma con una bata blanca corriendo por largos pasillos de hospital.

Su ajetreada agenda le había impedido llevar una vida social muy activa. En realidad, solo tenía una amiga medio loca y un gay quien siempre discutía con ella por la ropa que usaba. "¡así no vas a conseguir novio nunca!" le recriminaba una y otra vez, pero ella hacia caso omiso, jamás usaría tacones altos y ropa estrecha, para ella la comodidad era lo primero, más ahora que estaba haciendo su residencia y debía resaltar por su excelencia, no por cómo se viera.

¡Ella no necesitaba novio para ser feliz!

Tan pronto ese pensamiento cruzó por su mente, recordó a aquel chico con el que casi perdió su virginidad hace un par de años atrás. Lo conoció en una fiesta al que su amigo Luc la había invitado, o mejor dicho, obligado a asistir. No encontró una excusa lo suficientemente fuerte para reusar sin que se enfadara, así que fue a la hora indicada esperando escapar tan pronto se presentara la menor oportunidad. Fue entonces que lo vio. Sentado en una de las sillas de la enorme terraza del lugar, con una cerveza en la mano, una radiante sonrisa en los labios y muchas mujeres a su alrededor.

Era sin duda el galán de la noche.

Uno muy guapo y tentador.

Se quedó allí de pie como una redomada idiota, mirándolo con la boca abierta. Su rostro enmarcado por líneas varoniles y su cuerpo musculoso y bien trabajado, atraía las miradas de todos allí, pero ella estaba centrada en el vacío de sus ojos. Pudo notar que sus sonrisas eran falsas pues su mirada seguía apagada y triste. Algo en ella quería acercarse y reconfortarlo, pero no se atrevería. No, ella jamás se acercaría a un hombre para entablar una charla, solo de pensarlo, sentía que sus mejillas ardían por la vergüenza.

En el mismo momento en que Abril se mordió los labios, recriminándose mentalmente por ser tan tonta y tímida, el levantó su mirada. Sus ojos se clavaron en los de ella con un dejo de curiosidad. Era tanta la intensidad del momento, que sintió se ahogaba pues sus pulmones decidieron dejar de funcionar, su corazón se saltó un latido y si, su entrepierna se mojó solo con ese pequeño contacto.

Se sintió abrumada y avergonzada, era tonto siquiera pensar que él notaria la reacción de su cuerpo. Aún en contra de su voluntad, salió corriendo de allí para escaparse de aquel hombre que la había hecho recordar que después de todo y a pesar de su autocontrol, no era más que una mujer con necesidades primarias que gritaban por ser atendidas.

Pasó por el medio de los pequeños grupos que se formaban para hablar en medio de la sala, siguió por el corredor hasta llegar a una habitación donde se sintió segura. Miró el lugar con luces tenues, la cama cubierta con los abrigos de los invitados y un par de mesas de noche que hacían el lugar un poco más ameno. Se abrazó a si misma cerrando los ojos al tiempo que tomaba una profunda bocanada de aire, lentamente su corazón volvió a su ritmo normal y los pensamientos comenzaron a fluir devolviéndole la razón.

Tan pronto retomó el control de sí misma se sintió estúpida. ¿En verdad había salido de allí como una niña que vio al coco? No podía creer que su comportamiento fuera tan inapropiado. Comenzó a moverse por el lugar tratando de inventar una historia creíble para lo que había hecho. Antes de que su desesperación llegara al límite, se le ocurrió que seguramente aquel chico guapo ni habría notado su acto infantil. No era posible que alguien como él pudiera estar tan atento a ella que era la menos agraciada del lugar.

TRES DÍAS PARA MORIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora