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                                                                                                  —  I —

La joven de cabellos azabache abrió los ventanales dejando salir el humo que provenía de la cocina. Había intentado cocinar para su novia en el significativo día de San Valentín. No era lo que se decía una romántica en el pleno sentido de la palabra, le costaba manejar sus emociones y expresarlas. Tõoru siempre era cariñosa con ella, la colmaba de regalos, todo tipo de afectos y siempre estaba ahí dedicándole una sonrisa que ocupaba todo su rostro y le hacía marcar los hoyuelos dejando ver su blanca y alineada dentadura. Por ello y por muchas más cosas que Hajime se negaba a decir en voz alta, la amaba.

Pensó que una tarta Sacher, con su pinta tan deliciosa no sería tan difícil de cocinar cuando tenías a mano un ordenador repleto de páginas web e instrucciones detalladas. Se equivocaba. Era la tercera vez que hacía esa dichosa tarta alemana y ni siquiera conseguía que tuviera la forma deseada. Se deshacía a pedazos. Se arriesgó a probar un trozo por la zona que no estaba quemada y se encogió de hombros. No sabía tan mal. Aún le quedaban cuatro horas para encontrarse con su pareja. Se dio ánimos mentalmente y volvió a colocarse el mitón en la mano para repetir el proceso, aún no se rendía.

Contempló el paisaje con sus bellos ojos achocolatados. Las gotas de lluvia rebotaban sobre los capotes de los coches aparcados y también los que estaban en movimiento. No sabía que iba a llover, por lo que no llevaba un paraguas a mano, así que se había refugiado bajo la parada de un autobús. Suspiró resignada, había salido un momento a recoger el regalo que tenía encargado para su chica desde principios de año. Quería que su primer San Valentín juntas fuera muy especial, pero si la lluvia no paraba no podrían hacer los planes que con tanto esmero había preparado. Primero, darían un largo paseo por el campo con las bicicletas, luego, al estar al llegar a su zona de destino, una pequeña cordillera con un gran arce japonés en el centro. Verían el atardecer y cenarían de la comida que llevaba en la cesta de su bicicleta, como un picnic. Contemplarían las estrellas y pasarían la noche allí, hablando y besándose.

Aún que parara de llover todo estaría mojado y cubierto de barro. Sus planes se habían ido por el retrete. Suspiró de nuevo y se levantó a coger el autobús que la llevaría de vuelta a casa. Aún podía idear algo.

Sonrío ampliamente, después de cinco intentos por fin había conseguido hacer el postre. No era perfecto ni mucho menos pero si era comestible y tenía buena presentación. Ya horneado, lo dejó en una encimera de la cocina y se dispuso a recoger los materiales, plásticos, botes y utensilios que había utilizado, definitivamente tenía trabajo para rato.

Escuchó el sonido del teléfono móvil sonar en el bolsillo de su pantalón, se lavó las manos apresuradamente y contestó el teléfono sin mirar el remitente.

— ¿Si? ¿Qui-? —Contestó y antes de que la dejará terminar otra voz la interrumpió al otro lado.

— ¡Iwa-chan! —Gritó eufórica. En cuestión de milisegundos la morena resopló aunque por dentro estaba muy feliz de escuchar su voz.

— ¿Qué pasa Oikawa? No seas tan escandalosa.

— ¿Dónde estás? —Ignoró su reprimenda.

— En mi casa. ¿Por qué?

— Voy para allá.

— Ey... ¡Espera! No...

Oikawa la había colgado.

Dejó el móvil al lado de la tarta. Cogió el dulce y lo dejó dentro del horno ya apagado. Terminó de limpiar lo que le faltaba en el tiempo en el que —había calculado— su novia tardaría en llegar a su casa desde la suya propia. Aunque no estaba segura de si estaría allí, los ruidos de fondo corroboraban su inseguridad. Escuchó el timbre, se miró en el espejo varias veces y se quitó el delantal. Al darse cuenta de que se había peinado el escaso cabello que le llegaba a los hombros en ondulaciones arrugó los labios y se despeinó un poco pasando sus manos por encima de su pelo. Escuchó el timbre sonar de nuevo. Llegó hasta la puerta y la abrió recibiendo un asfixiante abrazo. Parpadeó varias veces correspondiendo el abrazo.

  — 

Como bien lo dice la descripción, actualizaré los domingos, el fic constará de cinco capítulos con 700 palabras cada uno.

La imagen del principio en el capítulo corresponde a su respectivo autor.

Y cariño, no olvides que te amo. 

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2016 ⏰

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