A Valentine Equation

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-¿Karma?- Preguntó Kayano con curiosidad mientras miraba al pelirrojo con confusión.

El chico pegó un bote en el instante en el que escuchó la voz de su compañera, pero no llegó a girarse para mirarla. Solo se tensó, apretó los puños, se quedó callado y aplastó más su cuerpo contra la pared en la que se estaba ocultando.

Cuando Nagisa y Kayano bajaron juntos por el camino de la montaña para volver a casa, lo último que se esperaban era ver a Karma escondido detrás de una pared y observando la entrada del edificio principal como si le fuera la vida en ello. Mucho menos sabiendo que el pelirrojo se había despedido de ellos y de la clase hacía por lo menos dos horas y media. Horas en las que esperaban que no hubiera estado allí, pero al parecer no era así.

-¿Qué haces?- Preguntó Nagisa confuso.

Si bien las acciones de Karma siempre eran algo misterioso para ellos, el comportamiento que estaba mostrando en ese momento era algo preocupante. Porque aunque sabían que su compañero siempre mantenía sus trastadas, fechorías y peleas callejeras (que sospechaban que llevaba a cabo) a escondidas de ellos, el encontrárselo solo y escondido detrás de una pared mientras espiaba a alguien les daba a entender que algo malo iba a hacer. O eso, o es que era otra pelea. De todas maneras algo planeaba y ni Kayano ni Nagisa se iban a quedar mirando y calladitos sabiendo que Karma podría embarcarse en algún proyecto maléfico que contuviera acciones de dudosa moralidad para la sociedad y el ser humano en general.

-Nada. Largaos.- Se apresuró a decir el chico con un tono cortante.

Eso fue suficiente para que sus dos amigos ignoraran su petición y acabaran a su lado, detrás de la pared y mirándole con ojos suplicantes los cuales exigían una respuesta en condiciones. Aunque ambos sabían que siendo Karma, probablemente preferiría morirse antes que contarle la verdad sobre lo que estaba haciendo. A no ser que les necesitara para poder completar la trastada, plan o estrategia que estuviera llevando a cabo en aquel momento. De lo contrario acabaría echándoles y se marcharían a casa preocupados y esperando que a la mañana siguiente no hubiera un cráter gigantesco en mitad de la ciudad.

-Karma, enserio ¿Qué estás haciendo?- Volvió a preguntar Nagisa acercándose más a él, posando la mano en su hombro para darle un apretón y hablándole en ese tono amable y suave con el que solía pedirle las cosas.

En circunstancias normales Karma no se habría resistido a esa pequeña muestra de afecto por parte de Nagisa, se habría ablandado un poco y habría acabado cediendo para contarles lo que estaba haciendo allí.

Pero al contrario de lo que sus dos compañeros pensaban, no fue así.

Karma pareció ignorarle completamente para entornar los ojos, apoyar las manos en la pared, asomar la cabeza levemente para mirar a la entrada del instituto y luego volver a su posición original mientras fruncía el ceño y murmuraba cosas inteligibles en mitad de su frustración.

A Nagisa le dolió un poco que su amigo le ignorara y se limitó a mirarle con un montón de interrogantes y esperando a que el otro le prestara atención, mientras que Kayano, la inteligente e intuitiva Kayano, se dio cuenta de que Karma no estaba en condiciones de atender a Nagisa, más que nada porque su interés se reducía a lo que fuera que hubiera en la entrada del instituto.

Así que soltando un pequeño suspiro, colocándose al lado del pelirrojo y asomando sus ojos por la esquina, Kayano se escondió de forma que solo sus ojos y parte de su cabeza fueran vistos y dirigió su mirada a nada más y nada menos que a la entrada del edificio principal de Kunugigaoka, el lugar que al parecer Karma había estado vigilando durante horas.

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