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❤️este❤️capítulo❤️será❤️narrado❤️espero❤️que❤️lo❤️disfruten.❤️
Desde los cuatro años, mi vida fue muy extraña, mi guardería no era muy grande pero aún así me gustaba mucho ir ahí, en ese lugar conocí a una de mis supuestas mejores amigas, Dana y vaya que la quería demasiado, fueron 9 años los que estuvimos juntas y al encontrarla nuevamente en la secundaria sabia que todo iba a ser diferente. Siempre tenía un aire de superioridad, se hacía llamar mi hermana pero al momento de yo decírselo a otras personas ella simplemente reía y me decía "vaya, que ilusa" y la manada de monos estallaba en carcajadas. De los constantes días con ella y de las buenas charlas y risas pasaron a ser fugaces miradas en los pasillos, en los que no faltaba algún empujón de su parte o un comentario sarcástico.
Yo callaba, fingía que nada de eso pasaba y me sumergía nuevamente en la música de mis audífonos, con una canción de Black Veil Brides, GoodBye Agony sonando en mis cascos y me hacía recapacitar acerca de mi soledad y que prefería estar sola antes de acercarme a alguien como ella, nuevamente.
Tarareaba la canción por los pasillos transitados de alumnos, todos se empujaban entre sí para pasar a los casilleros, un día de mierda como todos ¿quién lo diría?
Ya habían pasado tres meses de los que deje de hablar con "mi hermano" nunca podía encararlo y empecé a faltar mucho al colegio y los días que no faltaba me la pasaba en la enfermería hasta que diera la última hora y pudiera ir a comprar mis galletas.
Una estúpida risilla salió de mis labios, pensar que lo había conocido por unas putas galletas, pensar que por tan solo dos putos pesos me había encariñado con un completo extraño. Maldecía mentalmente al moreno que me encantaba, ese mismo que me dio su apoyo cuando más lo necesitaba y que me dio ánimos sin importarle que pudieran golpearlo.
Suspiré por enésima vez mientras me dirigía a las escaleras del patio trasero para ir a mi transporte, no me apetecía comprar galletas, no hoy, que miles de recuerdos vagaban por mi mente, probablemente Pancho, mi compañero de transporte me compraría unas y yo le pagaría otro día.
Subía lentamente, quería desmoronarme ahí, nunca llegue a creer que alguien sería tan importante para mí.
Al tener el reproductor del móvil en aleatorio sonaron varias pistas de MC CAN, el rapero que me hacía darme cuenta que lo que hacía no estaba bien y que entre más me alejaba de las personas mi autoestima bajaba poco a poco ¿y gracias a qué? A una falsa que se la tira de mejor amiga, esa misma que me quitó la última cosa que quería perder y ella lo sabía de antemano, que yo comenzaba a quererlo y que si ella no hacía algo sería una guerra más que esa ardía perdería... Debí haber sido menos cobarde, debí haberle dicho lo que realmente sentía, simplemente debí dejar que se quedara a mi lado. Y una lagrima resbaló por mi mejilla, de una pasaron a ser varias y el intento de retenerlas era imposible, lo extrañaba demasiado.
No era mi novio, no era mi amante, era solo mi mejor amigo, era mi querido y buen amigo ¿por qué lo tuve que dejar ir?
Me desplomé en el suelo antes de llegar al transporte, cayendo en el cómodo pero mojado pasto recién regado, sentía la brisa del viento en mi rostro y las lágrimas sin detenerse ¿qué más importaba? Según yo era mi lugar secreto, era donde de vez en cuando me saltaba clases y el mismo lugar donde lloraba por tonterías.
Dieron las 2:30 anunciándome que debía subir a mi transporte o me dejarían pero no tenía intención de subir, les daba igual si subía o no, solo estaba ahí como un estorbo. Saque dinero de mi mochila y en efecto, traía dinero para mis galletas y el dinero exacto para no quedar a deber dos pesos.
Seguí a la cafetería con la capucha del uniforme ya puesta, no me apetecía que los desconocidos me vieran llorar y murmuraran sandeces de sus hocicos de víboras zopiloteras.
—Unas galletas por favor.
—Yo pago —me interrumpió una voz que no podía reconocer. Tome las galletas. Y con la cabeza aún gacha suspire.
—Gracias.
—Al menos deberías darme una sonrisa, princesa.
¿Princesa? Eso me sonaba de algún lado...
—Uhm está bien.
Al traer la capucha puesta no veía la mitad de arriba por lo que solo pude ver un pantalón gris, pase al lado de ese chico para irme caminando a mi casa ya que el transporte se había ido ya. Un jalón de mi mochila interrumpió todo pensamiento haciéndome retroceder y que la capucha cayera dejando ver mi rizado cabello y unos ojos llorosos, alce la vista dejando que mi mochila cayera al suelo y que por mi cabeza pasaran miles de imágenes de tae kwon do para atacar al moreno frente amo y salir corriendo tras dejarlo sin hijos por pegarle en las bolas.
Pero todo pensamiento y malestar fueron disipados al ser abrazada por el moreno. Su perfume era dulce, tal como lo recordaba y yo no había crecido nada porque al estar entre sus brazos seguía llegando a la altura de su pecho. No llores Ana, no llores, no puedes llorar, dime ¿por qué lo estás haciendo?
—Perdóname —Su voz entro a mis oídos como una exquisita melodía— Yo no quería hacerte sentir mal, creí que era lo mejor para ti pero terminé haciendo que te sintieras mucho peor, enserio lo siento.
Sus manos acariciaron mi cabello con cuidado de no jalarme ningún nudo y beso mi frente. Las lágrimas seguían bajando y quemaban mis mejillas como si de ácido se tratara.
—Yo... —Logré susurrar con la voz completamente quebrada, sabía que si otra palabra salía de mis labios no iba a poder parar el llanto y los gritos ahogados.
—No digas nada princesa, voy a estar aquí, te prometo no volver a dejarte sola, voy a estar contigo hoy y siempre, créeme, fui un completo idiota al hacerle caso a ella pero yo no quiero alejarme otra vez de ti, quiero que volvamos a ser los mejores amigos de antes ¿te parece?
Asentí con la cabeza y volvió a abrazarme, era tan cómodo estar en sus brazos pero de un momento a otro la rabia invadió mi cuerpo ¿podía perdonar así de fácil a ese cabrón?
Con una patada en sus "hijitos" cayó al suelo, procedí a tomarlo de la camisa del colegio y le susurré.
—Y eso es por dejarme sola tanto tiempo pero sí, te perdono, me hablas al rato.
Me daba pena verlo así tirado en el suelo pero ¿yo qué podía hacer? Supongo que dolor se paga con dolor y eso era lo mínimo que podía hacerle a ese chico idiota, sí, de ese mismo que seguía enamorada.
Me di media vuelta con la intención de salir del colegio no sin antes sonreír y secar las lágrimas que antes habían rodado por mis mejillas.
—Me alegro que hayamos arreglado las cosas, te quiero.
Una risilla traviesa salió de mis labios y corrí a mi casa, al parecer no había sido un día tan malo...

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Y pues eso fue todo, espero que les haya gustado :) ya voy a seguir con todo el mame :3

¿Tú otra vez?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora