My chocolate

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-¿Desde cuándo haces chocolate en San Valentín?- Preguntó Gakushuu mirándola con el ceño fruncido.

-¿Desde cuándo te interesa mi vida?- Contestó Karma de mal humor.

Ambos se miraron con recelo para después ignorar la pregunta que el otro había hecho.

Con los brazos cruzados sobre su pecho, el uniforme desarreglado y una expresión de cansancio, Gakushuu apoyaba más de la mitad de su cuerpo en la pared de la entrada del instituto mientras que sus ojos violetas se clavaban en Karma con intensidad. Sin embargo la chica no parecía cohibirse ante su mirada, pues permanecía de pie ante él con sus ojos ámbares brillando con picardía, su falda y su pelo largo y rojo como la sangre ondeando con el viento y sus manos sujetando una pequeña caja de chocolate que a primera vista parecía ser casera.

Y aunque no lo dijera, esa mirada retadora por parte de la chica y la actitud hostil que mostraba hacia él, le reconfortaba un poco. No porque Gakushuu fuera masoquista, si no porque el día se San Valentín era lo más agotador y asqueroso que el pobre muchacho podía sufrir, pues el estar todo el día con niñas tontas, interesadas y tímidas que ni le miraban a la cara para darle aunque sea una carta y en las cuales no estaba interesado, le parecía algo estúpido.

Por eso al salir del consejo estudiantil con unas dos bolsas llenas de regalos que le habían estado dando por San Valentín y encontrarse con Akabane en la puerta mirándole con diversión, le distrajo un poco y sintió un cierto alivio, así como la sensación de que al fin podía descansar y borrar de su cara esa expresión amable y cándida que había estado portando todo el día para las chicas que se le habían declarado.

Claro que ese alivio quedó fulminado por el enfado y los celos cuando vio la caja de chocolate que Karma tenía en la mano.

Más que nada porque sabía y podía afirmar con total certeza que ese chocolate no era para él. Ya que Karma no le daría ni un vaso de agua aunque fuera el fin del mundo y él estuviera ardiendo en llamas a su lado. Así que solo quedaba la opción de que estuviera esperando a otra persona en la puerta del instituto.

Karma esperando a una persona. En San Valentín. Con una caja de chocolate en la mano.

Oh no. Ni de coña. Ni en sueños iba a permitir algo como eso.

-¿Quién es el pardillo al que vas a darle eso?- Preguntó aparentando indiferencia mientras señalaba el chocolate que portaba la chica.

-¿A ti que te importa?- Respondió ella con un mohín.- Ni que te afectara.

-Pues lo hace.

-¿Lo hace?- Preguntó empezando a confundirse.- ¿De qué forma si puede saberse?

-No quiero que envenenes a un alumno con tu nefasto chocolate. Viniendo de ti, seguro que eso está tan malo que intoxicaría a la ciudad entera.- Dijo sonriendo con crueldad.

Karma se quedó callada un momento asimilando lo que le había dicho para luego mirarle con la mayor indignación que le había dirigido nunca. Sí, con esos ojos tan brillantes y de ese color tan inusual, clavándose en su figura con furia y sumados a aquella expresión enfadada, la cuál mostraba las mejillas levemente hinchadas, el ceño fruncido, los labios apretados y su pelo rojo enmarcando su cara a la vez que el sol del atardecer hacía que este resplandeciera.

Sí. Así estaba bien. Karma era muy mona cuando se enfadaba.

-Ojalá te mueras por asfixia al comerte todo el asqueroso chocolate que te han regalado hoy tus fans, por imbécil.- Exclamó Karma enfadada.

-Vaya... ¿Te ha ofendido mi sutil crítica sobre tus conocimientos culinarios?- Respondió aún sonriendo con altanería.- Que no sepas cocinar no es mi problema.

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