única parte

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Maldijo por cuarta vez la lentitud del transporte público cuando notó que su reloj marcaba la 1:48 pm. Resopló frustrado, llevaba más de diez minutos de atraso y a su novio no le gustaba que lo hicieran esperar.

Decidió bajar del autobús cuando éste quedó varado en un tráfico atroz que simulaba ser un inmenso cardumen de peces atrapados en una red. Corrió las cuadras faltantes, no le importó empujar a más de uno para hacerse paso, recibiendo unos cuantos insultos, hasta detenerse con la respiración entrecortada en la esquina de la calle donde vivía Harry.

Se detuvo antes, porque aunque ya lo conocían allí, tenía la obligación de registrarse en el cubículo de la entrada, de modo que garabateó su nombre y el de la persona que visitaba, retomando posteriormente su carrera, atravesando el jardín y el salón principal lo más rápido posible.

Llegó al tercer piso y si no corrió por el pasillo fue porque el guardia que estaba allí ya le había advertido que si volvía a infringir las leyes no volvería a tener acceso, sólo por eso se contuvo, limitándose a dar largos y rápidos pasos hacia la puerta 28.

No tuvo la necesidad de tocar, pues cuando estaba por hacerlo notó que la puerta estaba entreabierta y sin miramiento alguno entró sonriendo sabiendo que Harry estaría esperándolo. Pero él no estaba allí.

Por unos minutos se dedicó a buscar en cada rincón cerciorándose de que en verdad Harry no estaba. Observó junto a la cama del menor que había una foto de los dos juntos en su primera cita, un año atrás. La tomó entre sus manos sin poder evitar sonreír, Harry lucía adorable y sonrojado. Ese día se había peinado con trenzas y lucía hermoso. Terminó sentándose en su cama, donde se fue escurriendo poco a poco hasta quedar acostado, aspirando el aroma a vainilla y lavanda.

-¿Dónde te metiste ahora, Hazz?- susurró para sí mismo.

El sonido de los pájaros y las risas que provenían del jardín le recordó que el edificio era mucho más grande como para simplemente quedarse allí echado, esperando.

De un ágil movimiento se incorporó y caminó hacia la ventana. La luz cegaba sus ojos pero no era algo que su mano no pudiera amortiguar. La vista del jardín trasero era hermosa; tan verde, llena de flores y árboles, en los cuales apetecía sentarse a leer o dormitar bajo su vasta sombra.

Observó a los vecinos de su novio, los cuales se hallaban paseando en el jardín, disfrutando el clima. Seguramente era lo mismo que había pensado Harry, así que salió llevándose un balón consigo y cerrando bien la puerta tras sí.

Esta vez tomó el ascensor para agilizar la bajada, y cuando llegó a la entrada principal lo vio; parecía estar conversando animadamente con alguien y se le notaba bastante feliz con una sonrisa plena y radiante en su rostro. Louis dejó el balón en el suelo y se acercó a paso lento, acechándolo. Sonriendo como lo hace un cazador al saber que ya tiene a su presa en las manos y que bien podría tomarla en el momento que deseara.

Harry aun no había advertido su presencia, estaba en otro mundo. En su mundo. Hasta que unas manos se ciñeron a su cintura arrastrándolo hacia el cuerpo que tenía justo a sus espaldas, que respiraba profundamente sobre su nuca y hundía la nariz en su cabello, que lo abrazaba siempre como si no quisiera soltarlo jamás.

-¡Lou!- la alegría de su voz era casi palpable -Pensé que no vendrías- sus labios formaron un puchero, como hacía cada vez que le reprochaba algo, aunque supiera a la perfección que Louis jamás le fallaba.

-Dije que vendría hoy, ¿no?- Louis lo giró de la cintura, haciendo que quedara frente a él, atrapando sus suaves labios rosas.

Louis sonrió en sus labios antes de tomar el inferior y succionarlo, apretando más el abrazo en el que estaban envueltos. Ambos podían sentir la calidez del aliento ajeno, parsimonioso al principio pero finalizando tan acelerado como siempre. Apenas se habían visto el día anteriror y ya anhelaban más y más cercanía, más de ese delicioso cosquilleo. Pero Harry giró el rostro de golpe, rompiendo el beso y despidiendo sonrojado con la mano a alguien, gritando un "¡Cuídate, yo también te quiero!" que provocó que Louis soltara su cintura y apretara los puños, a la par que soltaba un suspiro de resignación y molestia.

MentirosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora